26.6.06

SOPA DE GANSOS

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Allí estaba Alfonso, duchándose en el barracón de la compañía aprovechando que les había tocado el turno de limpieza a Francisco y a él. El jabón se le metía en los ojos, ¡Dios mío! se iba a quedar ciego. No importaba, el era un duro soldado del ejercito español. Sin ver, se lió la toalla a la cabeza y salió moviendo rítmicamente las caderas entonando "i got the power, tan, tan, tan, tan". Allí estaba el capitán, su mujer y sus dos preciosas hijas que habían ido a visitar las instalaciones. Cuando recobró la visión, una vez descongestionados sus ojos, fue consciente de su ridiculez, su toalla liada a la cabeza y de su pene recién salido de la ducha ( fría ). La mujer del capitán sonreía y sus niñas esbozaban una medio mueca burlona.

Se le había pelado la nariz por el sol el día anterior durante la instrucción. Hoy sería distinto, el remedio: fácil, crema solar factor 20. Sus manos estaban resbaladizas, el CETME se escurría en la puñetera posición de "suspendan" y al sargento no le salía de los huevos un "tercien" o "sobre el hombro". Por fin, con el sol de lleno en su cara, llegó la anhelada orden.
- Sobre el hombrooo.... ¡armas!.
En un segundo, su fusil salió volando de sus lubricadas manos. A cámara lenta cayó con estrépito en el suelo, coincidiendo con el pinchazo del vehículo de la PM que sonó cual disparo. Los CETME no eran funcionales, pero eso no lo sabía la mujer del capitán de la compañía que hasta entonces había visto con deleite el desfile. El arma rebotó ante sus pies en brutal sincronía con la falsa detonación.
La pobre señora aflojó el bajo vientre del susto. La sucesión de incongruencias y gritos que oyó a continuación están borrados de la memoria de Alfonso, es lo que tiene el pánico.

Meses después, en su destino en Capitanía General como chófer del comandante de apoyo a la fuerza, Alfonso seguía sin comprender por que el capitán Monteagudo le había recomendado para ese chollo. El comandante Morcillo apenas requería sus servicios. Tal vez influyera la mala suerte y es que en dos ocasiones a Alfonso se le había olvidado echar el freno de mano... con el comandante dentro. Al parecer, el comandante hizo averiguaciones y cuando descubrió que Alfonso había sido recomendado por el capitán Monteagudo, lejos de enfadarse, le devolvió el favor.
Alfonso fue adscrito como cabo artillero del blindado de infantería mecanizada que comandaba el capitán Monteagudo en las, desde entonces, habituales maniobras. Algunos dicen que el comandante, sabedor que obstaculizaba el ascenso en el escalafón del capitán, abrigaba dudas sobre los motivos por los que Monteagudo le adjudicó ese chofer. No obstante, la viuda del capitán jamás reconoció que su marido tuviera tamañas ambiciones.

Alfonso es hoy controlador aéreo del aeropuerto de Barajas, pero cuentan la malas lenguas que cambió de identidad y aunque ustedes no se lo crean pudiera ser presidente del gobierno de un país mediterráneo. Eso o director de Chernobil a finales de los ochenta, vaya usted a saber.




LOS OCHENTA

En los subterráneos de un hotel se reune la gentuza.
- ¿Entonces qué?, mejor lo dejamos, ¿no?.
- Es que la presión internacional podría ser muy fuerte, tendremos que llevar nuestros asuntos con guante blanco. Poco, a poco, podremos llegar al mismo sitio. Es cuestión de que nos repartamos los papeles.
El representante diestro asiente al zurdo. Echando volutas de humo, el Elefante Blanco carraspea y también aprueba la resolución. No estamos en los años veinte, hoy sería difícil mantener las cosas dentro de Europa bajo una apariencia, que aunque se corresponda más con la realidad, obligaría al resto de paises a hacer cerco sobre sus intereses.
Después del desastre africano, zurdos y diestros pudieron pactar una “dictablanda” bajo el Sobrino, o el Primo, en fin, un pariente. Hoy... No, es complicado. Hay otros medios. La partitocracia garantiza que todo siga atado y bien atado. Están de acuerdo, los zurdos ganarán las próximas elecciones por mayoría absoluta y empezarán la dinamitación paulatina del sistema, conforme pase el tiempo será más fácil apoltronarse sobre hechos consumados. Como la mayoría ( ya zurdos o diestros ) o son familia, o de orígenes muy similares, no les será dificil representar el papel que a cada uno le corresponda.
El Elefante Blanco tiene un ataque de risa.
- ¿Y qué hacemos con el gilipollas del mostacho?.
Toda la sala rompe en carcajadas. Se lo imaginan en el Congreso de los Diputados sintiendose el protagonista del próximo milenio.
- Nada, ya le enviaremos el mensaje de qué cancelamos la operación. Se lo dirá el “chico”.
En un rincon, acongojado, sentado en una silla con la misma expresión que sus antepasados en Bayona y la misma abyeción cobarde en su rostro; “el chico” levanta la mirada.
- Chico, el Teniente Matías te llevará a los estudios de TVE con el discurso que tienes que emitir.
El chico, obediente ante los Fuertes, como aquel Carlos IV el pusilánime, se dirige en pos del Teniente Matías. Antes de abandonar la sala se gira y tembloroso pregunta:
- Pe-pero gio... sigo giendo el guey, ¿no?.
- Claro chico, claro – le sonríe el Elefante Blanco – Tu serás el libertador de la Democracia.
- ¿Me quegán como el libegtador y defengsor de la Demcragcia?.
- Por supuesto, chico, ya lo hemos acordado.
El Chico abandona por fin a los conjurados. La palabra surge al unísono:
- ¡Gigipollas! – estrépito carcajeante.


EN UNA CAPITAL EUROPEA EL 23 DE FEBRERO DE 1981. PERDÓN, IGUAL NO FUE EN EUROPA, IGUAL NO FUE EL 23 DE FEBRERO. CHICOS, NO ME ACUERDO, SEGURAMENTE TODO ES FICTICIO. ¡QUÉ SE YO!.
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD FUE PURA COINCIDENCIA, EN TODO CASO ELLOS ME OBLIGARON Y YO NO QUERIA HACERLO. PADEZCO DEMENCIA SENIL Y NO SE LO QUE ME DIGO. ESTO NO ES MIO. SE LO COPIE A UN HADA QUE ANDABA RONDANDO POR GANIMEDES Y ME OBLIGO A ESCRIBIRLO. NO, LO QUE PASA ES QUE UN HACKER A CRAKEADO MI BLOG. ESTO... LLEGADO EL CASO LO NEGARÉ TODO O LE ECHARE LA CULPA AL ESPIRITU DE MANOLETE QUE COMO ESTA MUERTO. SALUD.

11.6.06

HORIZONTE

horizonte




“- ¡Oh!, Steve, cariño, ¡que canción tan bonita!.
-Se llama Luz de tus ojos.
- ¡Oh, Steve!, será nuestra canción. “


- ¡BANG! –
Jacinto da un bote en el sofá.
- ¡Joder Vicente!. ¿Tenías que dispararle al televisor?
Vicente se enciende un cigarrillo con su mechero de rueda.
- Mira Jacinto, es que no encontraba el puto mando.
Vicente cierra la puerta con cuidado antes de abandonar el apartamento. A Vicente le jode la rapidez con que Jacinto se asusta por todo. Seguro que ahora está mirando por la ventana por si acaso la policía o alguna milicia viene a investigar. ¿Quién coño se va a interesar por un disparo aislado entre quinientos en este puto barrio?. Además, ellos son gente de bien.
Elena, la yonqui que vive en el piso de arriba, está junto a un charco de vómitos y meados. Ni siquiera son suyos. Elena no reconoce a Vicente.
- Oye hombretón, ¿una mamadita rápida?.
- Hoy no preciosa, tengo trabajo.
A Vicente le da grima ver sus negros dientes corroídos por la derrota. Hace años que no se pone sentimental y no va a empezar hoy.

Tendría que tener cuidado para no pisar a la multitud de pseudopersonas que están recostadas en la escalera del metro. Tendría que tener cuidado, pero no le sale de los huevos, está cansado.
- ¡Hijo puta!, ¿es qué no miras donde pisas?.
- Me limito a bajar las escaleras, ¿algún problema?.
La mirada de Vicente le hace comprender al tirado que es mejor callarse.
Siempre le gustó la línea circular. Uno puede pasarse horas y horas dando vueltas alrededor del centro de la ciudad y decidir que enlace tomar para caer sobre su destino.
Ha llegado al número 18. Los botones del portero automático están todos quemados. Da igual, la puerta está arrancada y apoyada sobre la pared. En el recibidor los cubos de basura están desbordados. Estos pringados no son capaces de pagar a una furgoneta de recogida. Junto al ascensor hay un depósito de los que se usaban hace diez años. Pone “solo vidrio”.
Tiene que subir por la escaleras. Hay un 98 por ciento de posibilidades de que el ascensor no funcione. Tampoco piensa comprobarlo. Hay un 5 por ciento de que se caiga.
A pocos peldaños del quinto, Vicente recupera el aliento. Hay que hacer entrada con dignidad.
El timbre no funciona. Los cables asoman como intestinos de rata. Hablando del diablo, por la barandilla corretea una en pos de otra. ¡Ah, el amor!.
Golpea una vez más, se está empezando a encabronar.
- ¡Señor Pallarés!. Si no abre la puerta inmediatamente la abriré yo.
Una sucesión de chasquidos indica que se han decidido.
- ¡Señor Vicente! – se asoma una mujer con el pelo rojo desteñido. Es extremadamente flaca y celulítica.
- Señor Furias – responde secamente.
- ¿Cómo?.
- Digo que soy el señor Furias o don Vicente Furias, si lo prefiere.
El piso está en semipenumbra. Las velas le dan un aire acogedor a pesar de estar de mierda hasta arriba. En el rincón sobre el que hace no mucho se aposentaba una nevera hay una cuna con algo dentro que se mueve. Tal que si su mirada taladrara, la cosa se pone a llorar.
- Pobrecita – dice la madre.
Ella se sienta en un taburete oxidado y le intenta dar el pecho a la criatura. Vicente se ríe por dentro. Sabe que está todo preparado para darle pena. “A la pena se la comieron las ratas, señora – piensa”.
- Nuestra hija mayor está muy enferma y por eso no hemos podido pagar a tiempo...
La muy zorra sigue largando y largando. A Vicente le comienza a dar el típico pinchazo en las pelotas de siempre.
- Cállese. – la pobre sigue dale que te dale - ¡Qué se calle!.
La criatura vuelve a llorar y vomita la leche blanco-azulada que ha engullido.
- En casi todas las visitas que hago me encuentro con niñas pequeñas. ¿Qué coño hacen con los niños?, ¿los estampan al nacer o se los dan de comer al gato?.
- Nosotros... – Comienza a decir la señora.
- ¡Por favor!, me importa una mierda. A lo que voy. ¿Dónde está el señor Pallarés?.
La mujer señala el único cuarto que hay en el piso aparte del retrete y la cocina.
Vicente abre la puerta de golpe. Los dos cirios que hay sobre el suelo anuncian un cuchitril con dos jergones amarillos, antaño azules, tirados en el suelo. En uno de ellos está depositada lo que fue una parte del sustento de la familia y junto a ella, el valiente señor Pallarés mojándole los labios con un trapo sucio y mugriento.
- Ho-hola señor Furias.
- Tienes el pago.
- Verá...
- ¡Chissssst! – Vicente se coloca el índice en los labios – Responde únicamente a mi pregunta.
- No todo.
- Esa no es una buena respuesta. Dame lo que tengas.
Vicente lo cuenta. Es un experto y aunque haya moneda de cinco nacionalidades, los cálculos no mienten.
- Señor Pallarés – dice en voz baja – Aquí no hay ni la quinta parte de lo que nos debe.
Vicente sale de la habitación y comienza a investigar el piso. No hay nada que merezca la pena. Cuando entra el en retrete se dice: “¡Hola!, esto está en buen estado”. Llama por teléfono a Jacinto.
- Jacinto, deja de cascartela con la teleserie y ven con la furgoneta a la casa del primer “cliente” de la lista. Su taza del cuarto de baño está muy bien conservada. Les voy a hacer un recibo, ahora es propiedad de la empresa. Cuando llegues yo ya me habré ido, así que mira si el chiquillo de Elena te quiere echar una mano pora ayudarte. Le irá bien el dinero por que a su madre le va mal el negocio.
- A mi también me cae bien Elena – dice Jacinto – Ves como en el fondo eres un sentimental.
- Jacinto, deja ese tipo de comentarios para el entierro de tu puta madre. Haces lo que te digo y punto.
Vicente extiende un recibo por el valor de lo recaudado en casa de los Pallarés incluyendo la taza.
Vuelve a la habitación de la enferma. La chavala de dieciséis años aparenta cuarenta y tiene la frente perlada de sudor.
Le toca la frente. Está helada. De pronto cae en la cuenta de un detalle. Sí, por debajo de la almohada abulta algo. Son tres viales de penicilina.
- Señor Pallarés, ¿tiene receta para esto?.
- No, no señor. – tiembla como una montaña de gelatina.
- Este medicamento no es posible obtenerlo sin receta – pronuncia cada palabra con suavidad - , por lo que ha tenido que comprarlo en el mercado negro, ¿verdad? – no espera respuesta – Esto significa que también esta robando a nuestra empresa y al Estado.
El señor Pallarés abre los ojos con espanto. Su hija parece despertarse, pero solo para toser y volverse a sumir en su decrepitud.
- Ya sabe que por no satisfacer sus deudas al completo tenemos que castigarlo. El antibiótico queda requisado. No se preocupe, haré la vista gorda . Pero respecto al pago que nos debe... Eso es diferente. Alargue la mano.
El pobre Pallarés sabe que si no lo hace serán las dos.
Mientras saca el martillo de su funda, Vicente le va explicando:
- La empresa nos obliga a informarles que esto es por su bien. El dolor es un buen recordatorio que estimula el ingenio para cumplir con las obligaciones. Si no lo hiciéramos podría usted, si sucumbe al impago por desidia, acabar en la cárcel o algo peor.
Un alarido agónico recorre la escalera. Forma parte del folklore nocturno de hoy en día. En la cocina la niña vuelve a llorar. La señora ya ha escondido sus horribles pechos. Vicente nota un ligero temblor en la nariz.
- Señora, tome esto – le entrega la penicilina – Su hija mayor está medio muerta y no hay manera de salvarla. Puede usted venderlo en el mercado negro. Con suerte obtendrá la tercera parte de lo adeudado. De momento usted puede hacer trabajos especiales en la Puerta del Sol.
- ¡Yo nunca haría eso!. Allí solo van funcionarios pervertidos que te piden cosas horribles.
Vicente le levanta la raída camiseta. Lo que pensaba. Ya ha donado uno de los riñones. Le mira a los ojos. Si tiene los dos.
- Bueno, una de sus córneas todavía vale algo. No mucho. Pero hágame caso: Haciendo mamadas no va a recaudar el suficiente dinero. Lo digo en serio, usted da grima. ¿Cuánto saca así al día, 100 Rublos?.
La mirada de ella es elocuente. Ni eso.
- Vaya a la Puerta del Sol. Juegue a la ruleta rusa o pelee en las corralas. Hay combates que necesariamente no son a muerte. Otro consejo. Si su marido conserva los testículos, mejor que los venda, para tener más hijas les sale más a cuenta alquilar semen. Se pagan bien las criadillas para fabricar perfumes para gente bien.
- Consigan todo el dinero que puedan por que está es la última vez que aceptamos una demora. En fin, ustedes sabrán lo que hacen. – cuando va a abandonar la casa se vuelve - ¡Ah!, se me olvidaba. No le diga a su marido que le he devuelto la penicilina. Los hombres somos muy sentimentales con nuestras hijas y el muy cretino piensa que se puede salvar.
Cuando Vicente observa la expresión de la mujer sabe que no piensa revelarle el secreto a su marido. Ella esconde los viales en sus ropas y se dedica a acunar a su niña, a su inversión, ignorándole por completo. Vicente se dice a sí mismo que se está volviendo un blando. ¡Pero es que uno sólo quiere cumplir con su deber!. No es cuestión de ensañarse. Uno es miembro del partido y partidario de la evolución del bienestar.

Camino de su siguiente visita pasa por la sede sindical. Con su llave de afiliado abre el portal y sube a la quinta planta, está vez sí, en un cuidado ascensor. En el despacho de Antonio Corcovado está el acuerdo que han firmado con la patronal y el gobierno. Sólo les van a subir un 15% el sueldo este año. Antonio le comentó que el gobierno y la patronal piensan que habría que subir mucho la presión fiscal de los “curris” (trabajadores fijos temporales, que es el eufemismo de pringados de mierda) para una subida mayor de los funcionarios y empleados de banca. Vicente tiene mucha fuerza entre los de su gremio, los empleados de banca. Le dejará una nota semi-amenazante, tal vez se replanteen las cosas y lleguen al 20%.
Quitada esta espina puede reemprender el trabajo. Sabe que en las próximas elecciones sindicales tiene muchas posibilidades. Es el último mandato de Antonio y querrá situarse bien en su retiro, le hará falta estar a bien con Vicente.
En la Castellana ve que junto a un velador hay dos niñatos haciendo caricaturas a los clientes de pro. Los veladores son propiedad de la empresa y esos plumillas no pagan por lo que hacen. Les están robando. Un primo da una cantidad escandalosa por un retrato suyo con un cipote descomunal. ¡Esnobs!, pero al fin y al cabo son clientes. El alcohol que se sirve en las terrazas de la Castellana es de la mejor calidad.
Le vuelves a dar a la sociedad el derecho a fumar y ¿qué obtienes a cambio?. Niñatos lucrándose y haciendo monigotes a costa de la empresa. ¡Pues no!, llamara a la comisaría 23, donde trabaja su amigo Paco.
- Paco, soy Vicente.
-¡ Hooombre Vicente! – responde con un entusiasmo quizás desmedido.
- Mira, hay una pareja de delincuentes trabajando ilegalmente en la Castellana. Yo soy un fiel trabajador de mi empresa y no puedo permitir este atropello.
- Por supuesto Vicente, ¿dónde iríamos a parar las personas con trabajos decentes si esta gente campara por sus respetos?.
- Ya sabes que la justicia sale cara, os recomiendo que apliquéis la sanción sobrevenida que permite el articulo 23 y les deis una friega punitiva.
- Dalo por hecho, por cierto ¿seguro que son pringados, no?
Vicente no puede evitar reírse.
- ¿Qué pasa Paco?, todavía tienes miedo por el malentendido con el agregado de la embajada de Extremadura?. Tu cumple con tu obligación, sabes que los sindicatos te defenderemos. ¿Acaso te ocurrió algo?. Si las personas decentes no cuidamos de nosotros mismos ¿quién va a hacerlo?. ¡Animo compañero!.
- De acuerdo, no te preocupes. Por cierto, ¿qué hacemos con los dientes?.