27.2.06

LA ABUELA

horreo

El cielo es gris y plomizo: como siempre. A la abuela Saturnina le duelen las encías. Prepara el cocido aliñándolo con conjuros, no vaya a ser que esta noche la Santa Compaña haga de las suyas. ¡Mal asunto!, entre los Avemarías se le escapan maldiciones. La puñetera muela. Si se la hubiera quitado el barbero en su día...
- ¡Abuela!, ¿Dónde está el abuelo?.
- Ha ido a por leña, Emilia.
Saturnina piensa que su nieta cada día está mas puta. En los viejos tiempos ya se habría echado un marido del pueblo y le habría dado biznietos. Eso de ir a estudiar a La Coruña no puede traer nada bueno. Ya es una mujer, ya tiene dieciséis años, edad suficiente para tener hijos y gobernar una casa con esposo imbécil incluido. En la capital las mujeres son niñas hasta los ... ¡Vete a saber!, puede que hasta los treinta.
Sus padres, antes de matarse, se empeñaron en que estudiara. A la abuela no se le pasa por la cabeza quebrantar la voluntad de los difuntos, pero no será por falta de ganas. Saturnina sospecha que su marido Eliseo está en el hórreo mirando las revistas que le trajo Javier. En este pueblo se sabe todo y el gilipollas del viejo se cree a salvo. En otros tiempos le avergonzaría que hablaran de su Eliseo. Hoy le da igual. Javier , el hijo del boticario, le dio las revistas para reírse de él. Luego va comentando en el bar las caras que pone Eliseo y se divierten a su costa. ¡Pues está Javiño para reírse!, si tiene a su maldito padre, el boticario embrujado, enterrado fuera de lugar sagrado. Todos saben que se ahorcó por tener los diablos dentro. ¡En el infierno!, está ardiendo en el infierno con Belcebú. Su amiga y vecina, la Eloisa, vio aquella noche como se lo llevaba la Santa Compaña.
Casi todos los jóvenes del pueblo estudian o trabajan en la capital. Cuando vienen de vacaciones traen sus malas costumbres. Saturnina cree que si sus padres les hubieran metido en vereda en su día, hoy sabrían comportarse. ¿Para que van a estudiar a la capital si luego los únicos que tienen futuro y patrimonio son los que se quedaron?.
Recuerda hace unos años, cuando su hija Isabel vivía y por desgracia su yerno también:
- “Pues mi hijo Andrés está estudiando Ingeniería” - le dijo Antonia a Isabel.
- “A mi me gustaría que Emilia también hiciera una carrera cuando tenga edad” - le contestó a su amiga.
- “ La única carrera que yo conozco en una muchacha es la de puta” - pensó en aquel entonces Saturnina mientras miraba con desaprobación a su hija y su amiga.
- “¿Qué hay de cenar ? - interrumpió aquel día la alegría de la huerta, el puñetero marido portugués de Isabel: El contrabandista Albano “el Cuajo”.

El cocido está casi listo. Su nieta estará al venir después de putañear en casa de su amiga Cecilia. ¡Menuda elementa!. Lo que más le molesta es que las niñatas piensan que Saturnina es tonta, que está “fuera de onda”. Como si no supiera lo que aprenden en la capital las señoritas, como si hubiera cambiado algo en ese sentido por muchas vueltas que el mundo haya dado.
En la playa se oye el griterío de los jóvenes. Están celebrando el día de los Inocentes esa cuadrilla de ateos. ¡Beber y putañear!, eso es lo único que les interesa. No puede soportar el ruido. En el cuarto de Emilia ha encontrado tapones para los oídos. Ahora puede terminar la cena sin que se le irrite el cerebro.
- Ya estoy aquí abuela. Por cierto, esta noche nos iremos a la peña un rato con los amigos.
Saturnina sigue con sus cosas.
- ¡Abuelaaa!, que te estoy hablando - le grita Emilia.
A la abuela le asusta la voz. No sabía que ya había vuelto su nieta.
- ¡Emilia!, que brinco me has hecho dar. No te oía con los tapones.
- Abuela, ¿De donde has sacado...? - Emilia no aguanta más y empieza a partirse de la risa.
- ¡Niña!. ¿De que te ríes?, ya te he dicho muchas veces que no te rías así. No es correcto soltar risotadas de busconas.
Emilia está por los suelos y como además está un poquito puesta por el champán y los porritos se ha mojado las bragas.
- Abuela, - casi se atraganta - que te has puestos mis tampax en los oídos.
- ¿Cómo?. ¿Que me he puesto qué?.
- Mis tampax - Emilia está como un tomate a punto de estallar.
El Abuelo Eliseo entra en la cocina dando tumbos y tan encarnado como su nieta. En el bar se ha puesto tibio con el orujo a que le ha convidado Javier.
- ¿Y que es un tampax? - la abuela sujeta los tampones haciendo pinza con sus dedos y mirándolos como si fueran unos extraños artilugios.
- Es como una compresa para la regla pero más “anatómico”.
- Para la regla...- la abuela se queda desconcertada un momento hasta que comprende. No puede evitar que se le escape:
- ¡¿Y te metes esto dentro, como una guarra?!.
- Hace tres años que los uso - Emilia se sigue riendo.
- Deja a la chica tranquila, la juventud tiene que divertirse. - deja caer el abuelo con voz cargada.
- ¡Tu te callas animal, que eres un animal!. Además, ni siquiera sabes de que estamos hablando - la sonrisa estúpida de Eliseo lo corrobora - . Bueno, vamos a dejarlo. Tu sabrás lo que haces Emilia. Yo no soy tu madre. Si Isabeliña no supo ponerte recta en su día no esperes que lo haga yo. Ahora, que ya te las verás ya.
El abuelo tiene los ojos inyectados en sangre y se sujeta su estómago sin probar la comida.
- ¿Y tú que?. atontao. Por cierto, te has acordado de ir a la Ría a por el envío del señor Do Rouso.
- Que si mujer.
- Pues te veo con una borrachera digna de un cerdo en fiestas...
- El deber... - se levanta Eliseo para darle solemnidad a sus palabras - ... antes que el placer. - Una vez dicho y trastabillando está a punto de caerse al suelo. Con cierta dignidad deja su cena y se va a dormir.
- Mira a tu abuelo. Yo creo que vosotros los jóvenes contamináis todo cuanto tocáis. Hasta mi Eliseo se ha vuelto medio imbécil. Total, que me toca a mi esta noche encargarme de todo otra vez. En fin. - se persigna - , no te voy a decir que vengas pronto por que no me vas a hacer caso. Sólo te diré una cosa, mantente con las bragas puestas y ... - Saturnina mira los tampones que ha dejado sobre la encimera. - ... Y ponte dos de estos.
-¡ Abuela! - se escandaliza Emilia.

Es media noche. Saturnina se dirige al hórreo para comprobar si el inútil de su marido ha hecho su trabajo. A lo lejos se oyen los gritos pervertidos de dos adolescentes en celo que sin duda le estarán dirigiendo a su nieta. La puerta del almacén cruje. Ha estado a punto de matarse al subir las escalerillas. Pues sí, está vez no tendrá que oír los reproches del señor Do Rouso. Si hubieran descubierto en sus tiempos la de dineros que dan los polvos blancos, ¡una mierda habrían estado tanto tiempo en el contrabando de tabaco!. Aquello era una miseria. Y ademas lo bien que le sientan. Un poquito por la nariz y se nota como la zagala que era a los trece años. De todos modos tendrá que tener cuidado pues a una de sus amigas le explotó el corazón de puro gozo. Puede dejarlo cuando quiera.

15.2.06

FANTASMAS DE POSGUERRA

valle1

No te inquietes , ten paciencia,
si cuando amanezca estas perdido,
si la ayuda al fin ha sido,
más sútil de lo que esperas,
ten seguro, es cosa cierta:
que la intención es lo que cuenta.

EN UNA BONITA ESCUELA ESPAÑOLA DE POSGUERRA.

Enarca las cejas soberbias y le endiña una sonora bofetada. El profesor Galindo esboza una medio sonrisa que hace temblar de miedo al alumnado. ¡Menudo macho es él!. ¿Qué se habrán creído estos niñatos?. Con una mano es capaz de levantar a cualquiera de esos mocosos y zarandearlo en vilo hasta que se orine encima.
- Vamos a ver, Márquez... Salga al encerado y escriba esta frase: “El pobre y escuchimizado animalillo tiembla de terror ante la serpiente”.
Julián Márquez se levanta con sus coloradas orejas de soplillo; el jefe de estudios se ha empleado a fondo con él, cuando le ha visto corretear por el pasillo.
Aún no ha escrito la mitad y se le parte la tiza.
- ¡Márquez!, ¿cree usted que nos regalan el material?. ¡Claro!. ¡Cómo se nota de donde le viene la sangre!.
Don Anacleto Galindo se levanta de silla y se dirige hacia Julián. Al extender su manaza, el pobre diablo hace un intento de cubrirse.
- ¡A mi no me vuelvas la cara! - le grita mientras lo zarandea como un pelele.
- ¡Déjeme en paz, cabrón! -grita el chiquillo.
El silencio se puede cortar con un cuchillo. Don Anacleto achica sus ojos y parece disfrutar del placer de la anticipación. No cabe de gozo, tiene una excusa para desahogar todas sus frustraciones sobre la personilla que tiene delante y quizás algo más.
- Bien, bien - dice mientras pasea sobre la tarima con sus manos a la espalda. - ¡Bueno, bueno!. Márquez, usted se lo ha buscado. Voy a hablar con el jefe de estudios. Se ha pasado de la raya y va a pagar muy seriamente su falta. Ya lo creo...



Toque de diana en los sotanos de un hospital de El Escorial que atiende a tuberculosos. Los veinticuatro duermen en una angosta habitación sin ventanas.
El doctor Aurelio Ribota examina las muestras de tejido en el laboratorio. Es de madrugada y la radio emite música clásica. Un nocturno de Chopin le pone melancólico. Tiene que examinar a los internos. ¡En fin!, hay que seguir el programa.
- Calderón, prepáreme el instrumental.
- Sí, doctor. - dice el ayudante.
Los muchachos están en formación militar. Sus ojos vidriosos tienen un aspecto extraño. Parece una sección de muertos vivientes. Han aprendido que la disciplina aumenta las expectativas de vida. Cuando a Julián Márquez le colocan la inyección, sabe que va a sufrir otro brote de alucinaciones espantosas.


Agustina Soria sale llorando del colegio. Los profesores no saben donde ha podido ir, pero le han dicho que los niños que se escapan, tarde o temprano, acaban apareciendo.
“ - La verdad que sería una estupidez huir sólo por que le reprendí delante de sus compañeros. - le dijo Don Anacleto. “
“ - No creo, si ha sido rebelde tiene que someterse al justo castigo. Pero mi hijo no me dejaría sola nunca. Desde que murió su padre...”
“ Tranquila señora - terció el director - aparecerá, ya lo verá, le dirige una mirada cómplice a Don Anacleto. “


Aurelio Ribota está satisfecho. El nuevo fármaco analgésico parece tener menos contraindicaciones que los anteriores. Los suizos se van a poner muy contentos.
Sobre la mesa tiene un listado de los presos que están construyendo el “mausoleo del Faraón Francisconofis I” en la sierra. Necesitan conejillos nuevos y seguro que más de uno tiene por ahí a su mujer con algún hijo... Suyo o no, que con los rojos nunca se sabe.
La sempiterna bombilla que alumbra el barracón se ha vuelto a fundir. Hasta mañana, cuando Calderón entre, permanecerán a oscuras. Julián tiene necesidad de ir al baño; bueno, la letrina. Se conoce el camino, aún así se golpea en el pie con el camastro de otro desgraciado. Cuando entra en el retrete vuelve a oír el desasosegante sonido de la vez anterior.
- Fantasma, fantasma, alejate de mi o palma. - suelta Julián la frasecilla que le enseñó su madre.
El sonido se interrumpe pero al poco vuelve a empezar.
- Fantasma, fantasma, aléjate de mi o palma - insiste.
- ¿Quién eres ? - dice una voz de niña que parece salir del mismísimo retrete.
- ¿Eres una niña?. ¿Te has quedado encerrada bajo tierra?. - le pregunta Julián sorprendido.
- ¡Bajo tierra estarás tú! - dice muy irritada -. Yo estoy en el hospital, en el piso de arriba - le da un ataque de tos y continúa -. ¿Dónde estás ?. ¿Cómo te llamas?.
- Me llamo Julián.
- Yo me llamo Elenita García Arregui y estoy en el hospital por que tengo los pulmones enfermos. - Vuelve a toser - Estoy en el cuarto de curas por que si me oyen llorar me riñen. Me dicen que tengo que resignarme a la voluntad de Dios.
- ¿Yo también estoy en un hospital ?.
- No lo sé. Debes de estar en los sótanos, por que la rejilla por la que te hablo está muy oscura y no se ve nada.
- ¡Tienes que avisar a alguien!. Nos tienen encerrados a muchos niños y no nos dejan salir. Nos hacen probar medicinas raras y siempre nos encontramos muy mal.
- Se lo diré al doctor Alfredo que es muy bueno.


Es medio día en el hospital. En la superficie, Sor Marta, la monja nonagenaria, prepara los utensilios de enfermería mientras recuerda a su hermana. Se murió de tisis cuando no existía estreptomicina y el único tratamiento era el sano aire de la sierra. ¡Cuanto ha cambiado todo!. Le resulta extraño el trajín que hay en los últimos tiempos en el hospital. Desde que llegó de Alemania el doctor Ribota, no paran de ocurrir cosas extrañas.
Los antibióticos son caros y escasos, pero el doctor Aurelio Ribota tiene un suministro inagotable. Aún así no le gusta. Tiene el sótano bajo llave y llegan peces gordos para entrevistarse con él. Sin embargo, no acaba de ver la relación de esos personajes con el hospital. El director dice que debe contar con contactos en las altas esferas por que tiene carta blanca para hacer y deshacer a su antojo.


Julián nota un eco en su cabeza. No sabe que le han inyectado hoy y sus pasos resuenan como una campana al dirigirse al retrete.
- Elenita... - llama a su amiga.
- ¡Julián!. Se lo he contado al doctor Alfredo. Ha ido a avisar a la Guardia Civil de Madrid por que no se fía de la del pueblo... Tuvo problemas con ella en el pasado por Carlista. En pocas horas estarán aquí, probablemente antes de que amanezca.
- ¡¿Tanto van a tardar?!
- ¡Va todo lo rápido que puede!. Su yegua corre mucho.
- ” Bueno, como si vienen en bicicleta, pero que vengan”- piensa Julián.

Cada vez se encuentra peor y no ve el momento de que lleguen a rescatarle. Falta poco para que aparezca Calderón para fastidiarlo todo. Se le nubla la vista y siente frío. No obstante, le invade una calma desconocida. Entre brumas ve como se abre la puerta y a través de la luz divisa la silueta de un Guardia Civil. Tiene unas enormes patillas y sus pantalones llevan polainas. Está muy embotado para preguntarse por que no se llevan a los demás. Al salir del sótano se topan con quienes deben ser Elenita y el doctor Alfredo. Todos van hacia la puerta principal del Hospital.
Sor Marta oye ruidos y sale de su habitación, será algún enfermo insomne que está de paseo. Es mayor para echarle broncas a nadie. La curiosidad hace que se asome y le parece haber visto algo o a alguien. Enseguida deshecha la idea; no puede ser.
En el exterior les recibe la patrulla a caballo. De pronto cae en la cuenta de que está nevando a base de bien y el sólo esta vestido con un raído pijama y descalzo. Elenita también está descalza.
- Ves Julián, te dije que vendrían a salvarte.
Julián se percata de que no siente frío, realmente no siente nada. ¡Vaya por Dios!, está clarísimo. Le dirige a Elenita una mirada de desconcierto. La niña, que estaba sonriente como una fresa, comienza a fruncir el ceño como desilusionada.
A Julián le han enseñado que no hay que ser desagradecido por lo que decide devolverle la sonrisa y decir:
- Muchas gracias Elenita, lo has hecho muy bien.
Toman el camino que lleva a la capital. Van en fila india para dejar paso a la diligencia que es atravesada sin inmutarse por un automóvil de importación. Dentro irá algún gerifalte para algún oscuro negocio con el doctor Ribota. Julián sonríe por que sabe que no tiene otra cosa que hacer que visitar todas y cada una de las noches a su profesor Don Anacleto Galindo.

7.2.06

CARRERA DE GILIS

delpita

Ha sonado el disparo de salida. La carrera de gilipollas ha comenzado. ¡Atención!, el del dorsal número trece ha sido expulsado por dopaje.
En el colegio de la esquina hay dos bandas de chavales. En la banda del moco, mal que bien, los alumnos pueden hacer su vida con una relativa libertad. En la banda del coco, los muchachos no tienen voz ni voto y el jefe de la banda, democráticamente elegido por él mismo, es partidario de apalizar a todo aquel que no siga la ley de su Totem: un niño genuflexo y con el culo en pompa bajo un arco.
El líder de la banda del moco va predicando concordia y entendimiento. Es el no va más del buen rollo. Proclama que es imprescindible el diálogo entre las bandas para convivir en el patio. Muchos de los miembros de su banda creen ( ingenuamente ) que semejante defensor y encarnación de la libertad, luchará por liberar a los pobres chavalotes de la banda del coco de la tiranía de su malvado líder.
En estas, un graciosete de la banda del moco, ha dibujado en la pared una parodia del Totem rival. En esta parodia, el arco lo tiene incrustado el niño en el culo. Las airadas protestas del líder de la banda del coco no se hacen esperar. Aunque jamás nadie le ha reprochado nada a la banda del coco por los insultos y demás burlas que realizan, el buenrollista de la banda del moco le pide genuflexo disculpas ( sólo le faltó meterse un arco por la retanbufa ).
Aquello no fue suficiente, el líder de la banda del coco lanzó una campaña ( que llovía sobre mojado, puesto que sin reconocerlo expresamente, no era la primera que instigaba ), de amedrentamiento sobre los de la banda del moco. Después de varios heridos, el líder de la banda del moco publica un artículo en el periódico del colegio, junto con un miembro de la banda del coco, en la que se recrimina severamente al “ingenioso artista” que dibujo al Totem. Lo grave es el dibujo, muy por encima de la barbarie, amén de la ley del embudo, ya que la banda del coco tiene bula para reírse de quien le salga de los huevos ( de los huevos de su jefe, of course ). Al final resultó que la alianza de bandas se refería a soplarle la gaita a jefe brutal de la del coco y no con los chavales, que para su desgracia y les guste o no, están bajo su yugo. ¡Qué gran y bondadoso líder!, que es tan hijo puta que se alía con quien pisotea cualquier rastro de libertad y dignidad humana. Es lógico que en la carrera de gilipollas le hayan expulsado por doping. Las noticias de última hora dicen que no le van a admitir en la de hijos de puta “amateurs” por considerarlo profesional.


Artículo publicado en el Herald Tribune.