27.11.05

MUJERCITAS

bobary

MADAME BOBARY

Entre sábanas de satén,
se enrosca la princesa,
de pronto ha sido presa,
de un magnífico desdén,
hacia todos los que fueron
por su cama ayer rondando,
esperando con encanto,
que sintiera así placer.

¿Porqué intentan esos necios,
procurarme a mi ese gusto?.
Que si de algo yo disfruto,
es de verlos a mis pies.
Ya no dudo que este mundo,
lleno está de hombres ineptos,
que consideran , por supuesto,
que es verdad lo que ellos ven.

¡Tontorrones presuntuosos!,
Aún me río de sus golpes,
lo que hace que yo goce,
es el brillo del papel,
la moneda, el oro y perlas,
y el poder de someter,
por encanto de mis piernas,
a quien quiera yo perder.

vamp

VAMPIRESA

Un millar de rosas negras,
yo te ofrendo, vampiresa,
que hoy deseo ser tu presa,
y me muero de esperar,
un mordisco, aquí en mis venas,
para que fluyan mis humores,
por los tuyos, si mis flores,
hoy te logran convocar.

23.11.05

EL VIAJE

russia

Camino del frente ruso , Andrés González, cabo del tercer grupo de artillería, destinado al apoyo del tercer regimiento de la división 250, está borracho. Se fue de permiso a Ogre, una ciudad cercana a Riga, donde creía que estaría a salvo. Bebió un litro de un licor extraño de aquellas tierras y descubrió con la claridad etílica, que nada se le había perdido por allí. Es más fácil embarcarse en un fregado que salir de él con bien. Para postre , le escuece al orinar como si meara gasolina.
La nieve cae con fuerza ese invierno del 43; un Febrero jodido. Dicen que en el Ishera y en las cercanias de Krasnybor va a haber problemas. Dentro de dos días tendrá que ir al frente. Siempre tuvo mala suerte, si le hubiera tocado el siguiente permiso, se habría librado del jaleo. Pero no, el destino le quiere en mitad de la fiesta. ¡Pues no le da la gana!. Ya ha tomado una decisión, se pasará a los rusos. Un primo hermano del amigo de no sé quien, está con ellos. Como era muy cabrón, seguro que tiene influencias. Total, ya ha perdido el contacto con su grupo, pero oficialmente no le darán por desertor hasta que no comparezca en su puesto el día señalado. El capitán de artillería, Gustavo Hinojosa, le odia y dice siempre que es un inútil. Bien, el cabo es inútil, pero cada uno es como es. El capitán, por ejemplo, es un hijo puta.
El frente está a más de trescientos kilómetros, no tiene prisa. Todavía le dura el mareo y oye cosas extrañas por el camino. No, no son cosas extrañas, es un columna motorizada alemana que se dirige hacia el Sitio de Leningrado.
- ¡Komme here! - le grita un alférez desde un Kubel remolcado por un camión. La mecánica alemana ya no es lo que era.
- Yo de la 250 divisionen, yo España, “main stru.., main standartemfirrem, ¡kujumf,kjumf!”. - Le dice Andrés después de atragantarse.
- ¡Ah!, españolo,yo ser de la 212, camarrada. Yo estar en España en guarra bolchevique, yo asistente de un Oberst en Legión Cóndor. ¿Tu luchar en guarra?.
- No, no tenía quince años cuando empezó y al movilizarme ya estaba la fiesta prácticamente terminada.
- Ia, ¿no viste guarra casi?. Aquí ya has visto guarra. - estarás contento, parece decirle.
- Si, he visto un poco... - demasiadas guarras, se dice pensando en el escozor genital.
- Sube, te llevamos a tu puesto - se ofrece el alférez cortesmente.
- “No hay prisa” - piensa Andrés - Tanke, main “Stamm...(ininteligible) “- contesta.
Se monta en la parte trasera del kubel y se siente ridículo y con náuseas. Debe ser que se le está pasando el efecto del licor. Cada dos por tres, la columna se detiene. Andrés está en una especie de duermevela y ha perdido la noción del tiempo. Por la ventana vislumbra a gente con y sin uniforme arrojada de forma grotesca en las cunetas. Sí, parecen muertos, pero juraría que algunos se mueven.
Después de dormir cual ceporro, el vehículo se detiene. El alférez sonriente le arrastra fuera del coche y del movimiento se le revuelven las tripas y vomita en las botas de un coronel médico alemán.
El coronel mira alternativamente a su calzado y a la cara pálida y cerúlea del “untermench” que le ha alegrado el día. Sin decir nada, da una reglamentaria media vuelta y se aleja.
- ¡Oh, oh!, españolo. El Oberst Shulz no tiene humora. Tu hacer caso lo que te diga él, yo traducir, si no, tu kaput. - le dice asustado el alférez.
Al poco tiempo regresa acompañado de otros oficiales de vete a saber que graduación. Todo el mundo se envara y se cuadra como si quisieran convertirse en estatuas. Los jerarcas hablan entre ellos y finalmente el coronel saca una jeringuilla con un liquido blancuzco que le inyecta al pobre Andrés. Le sientan en un banco del campamento, pero inmediatamente se pone a nevar por lo que le trasladan a un barracón. Toda la oficialidad nazi hace corro a su alrededor mientras el médico consulta a su reloj.
Se despierta al día siguiente en el camastro que le han improvisado. Al toque de diana se presentan los mandamases del día anterior y al verlo sano se dan abrazos entre ellos, incluso el coronel le da unas palmaditas en el hombro.
El alférez le dice que le va a llevar a su unidad, al fin y al cabo, hoy le toca incorporarse.
- Realmente mi permiso se acaba esta noche, no hay tanta prisa. - le replica un todavía amodorrado cabo González.
- Bueno, no importar, así tu ver donde.
En lugar de montar en un coche, el oficial se va caminando, por lo que encogiendose de hombros, Andrés decide seguirle. En pocos minutos y desde la cima de una loma, se ve el espectáculo.
Paralelo al cauce del Ishera, hay un verdadero río blanco que no es otra cosa que miles de rusos que se apresuran a cruzar los pontones para flanquear a la división de Andrés. Por un momento siente un prurito de lealtad a sus compañeros; realmente tenía que haber estado allí esa mañana. Poco a poco, y para su sorpresa, decenas de oficiales y soldados alemanes se suben a la loma con sus prismáticos para ver la función.
Desde allí arriba todo es irreal. El sonido no es como en las películas, es mucho más cutre y parece falso. Ya lo dijo no se quién, para ver la guerra, el cine. “¡Ah, claro!, le preguntaron, eso es por que las guerras son terribles”. “No, contestó No Sé Quién, simplemente los actores son malos, el sonido pésimo y el atrezzo una mierda”. Incluso hay unos cohetes rusos, los llamados órganos de Stalin, que suenan como el mugido de un millón de vacas en celo.
Cuando sale de su catatonia, se gira hacia el alférez y le dice:
- ¡Coño!, desde esta posición vuestra división podría pillar por la retaguardia a los rusos y evitarle de paso ese varapalo a la mía.
- Yo hacerte a ti pregunta. ¿Porqué no has ido tu a tu puesto?. No contestar, yo decir: Por que tu ser obediente reglas. Tu no tener que estar allí hasta noche. Nosotros no tener que estar allí. Ordenes principio de todas cosas. Sin orden, todo caos.
- ¡Pero...!. haciendo pinza sobre ellos la derrota rusa sería brutal en esta parte del frente. Podría suponer la toma de Leningrado.
- ¿Cabo ser General?. Orden ser principio de todas las cosas.
Otro oficial le comenta al alférez algo que debe ser muy gracioso por que se ríen a mandíbula batiente. Tal vez sea referente a la paliza que le están dando a la división azul.
Al anochecer, el alférez le señala la dirección de los ya decaídos combates. Eso significa que debe ir a su puesto con puntualidad prusiana. Cuando se va a marchar no puede evitar dirigirse al alemán.
- Oye, ¿qué me ha inyectado el coronel?.
- Nada, ser medicamento incautado a un transporte británico en Báltico. Medicamento poder ser útil para marriscal Goering. Tu no morir, medicamento al menos no ser mortal. Goering se arriesgará. Gutten Nacht - se despide el alférez.
Como todos le están mirando no le queda otro remedio que bajar la loma y encaminarse a su posición o lo que quede de ella. Cuando se interna en el bosque se va topando con los primeros cadáveres. Aunque la mayoría son rusos, la riada soviética ha debido arrastrar a los suyos hasta Algeciras. Eran miles de sombras blancas empujando sobre una delgada línea de la dispersa y diezmada división.
Está todo más oscuro que su futuro pero de casualidad tropieza con un mortero de 80 mm que reconoce por su arista cortante en la boca. Lo ha montado y desmontado cientos de veces y siempre se ha acabado dando un tajo en el mismo sitio. De hecho, la última herida que se hizo en su antebrazo no se le acaba de curar. Ha encontrado a su grupo.
No se oye ni una mosca y termina por sentarse sobre un cadáver que está hecho un ovillo junto a un árbol.
- ¡No me mates, yo comunista, yo comunista!. ¡A las barricadas, a las barricadas....!.- Berrea entre gallos y desafines el muerto.
- ¡Capitán Hinojosa! - grita con asombro Andrés.
- ¡Cabo González!. - le responde volviendo a la vida.
El capitán mira a todas partes con los ojos desorbitados. Parece un alma poseída por algún espectro, lo que comúnmente llamamos pánico.
- Cabo González, Andrés... Mi deber como oficial es cuidar de mi tropa. Todo esto está infestado de rusos. Por tu bien, es mejor que cambiemos los uniformes; los oficiales recibimos mejor trato. No me lo agradezcas, es simplemente mi obligación.
Andrés no tiene ganas de discutir soplapolleces, así que se produce el intercambio, documentación incluida. No pasan ni diez minutos cuando sucede.
- ¡Stoi! -
Una patrulla soviética les sale al paso. Han tenido suerte. Sus ordenes son de caza y captura, no de limpieza.
- ¡Davai, davai! - le grita un soldado ruso al “cabo González” (capitán Hinojosa), clavándole la bocacha de una ametralladora de tambor en la espalda; es igualita a la de los capos del Chicago de las películas.
El oficial ruso le ofrece a Andrés, ahora capitán Hinojosa, un “machorca” que le recuerda al tabaco liado de su pueblo y una chocolatina americana. Sí, es verdad que tratan mejor a los oficiales.
- ¡Davai, davai! - parece que el soldado le ha cogido el gusto a eso de golpear a su antiguo capitán.
Cuando ya amanece, llegan a una improvisada estación de tren donde se apiñan centenares de prisioneros. Aquello es una Babel de presos rusos y alemanes. No ven a ningún español. Si hubiera lo sabrían por que oírles se les oye.
Les apretujan contra ellos mientras los van cargando en los vagones de ganado. Sin querer pisa a uno que lleva un raído uniforme de las Walfen-SS.
- ¡Oh, Shit!. Are your eyes in your ass?.
- ¡Lo siento!, oye, pareces inglés. - le dice Andrés.
- Ya veo, tu españolo. Yo estar en España en guarra.
Esto le comienza a resultar familiar.
- Si... Los ingleses no mandaron gente allí ¿no?.
- Si, comunistas ir.Yo brigadista, yo antes maldito comunista. Por cierto... Soy escocés, no cochino inglés. - pone cara de profunda indignación
- Vale, vale. ¿Y como te metiste en las SS?- le pregunta con suma curiosidad.
- Yo odio a comunistas. Ellos mandar siempre a brigadistas a primera fila. Ellos reírse de nosotros desde loma mientras fascistas darnos cera. Yo odio comunistas yo querer devolver golpe. - contesta resuelto.
Lo de la loma también le resulta familiar.
- “Pues te has lucido macho” - piensa Andrés.
- Sorry, mi nombre es Duncan, capitán Duncan.
- Yo soy el cabo González.
El capitán Hinojosa que estaba de convidado de piedra no lo aguanta más.
- Y yo soy el capitán Gustavo Hinojosa y creo que ya va siendo hora de que me devuelvas mi uniforme. No te lo tomes a mal, pero ya te he salvado la vida. - se dirige a Duncan y le suelta : - Nosotros, los oficiales tenemos que entendernos ¿verdad?.
- Bueno, - contesta Duncan - por parte mía, cuanto estemos en tren, yo cambiar mi ropa por primer fiambre.
- Yo también - secunda el cabo González.
El capitán Gustavo hace un gesto de desgana como despreciando esa idea. A las pocas horas de ponerse el ferrocarril en marcha, algunos de los que estaban medio muertos se deciden a morirse y hacen el cambio. Duncan y González se ponen la ropa de dos civiles rusos, el orgulloso capitán recupera su uniforme.
Pasan dos días con escasas paradas sin que se abran las puertas. En el centro del vagón han conseguido hacer una fogata con los restos de ropa de los cadáveres para calentarse. Finalmente se hace la luz y les obligan a bajar. Allí les proporcionan unas palas con las que tienen que enterrar a los muertos.
El capitán sonríe a los oficiales rusos como diciendo: “mirad, soy el capitán Hinojosa”. Una bonita oficial rusa con el rostro desencajado por el odio le arrea una patada en los cojones. Como está doblado sobre el suelo, otros dos soldados rusos la emprenden a golpes para que se levante y cave.
Vuelven a ser subidos al tren y la primera obsesión de Gustavo es ver si alguien tiene la decencia de morirse para librarse de su uniforme. Tendrá que esperar cinco días para conseguirlo. Un buen día, Andrés descubre que ya no le duele al orinar y que la herida de su brazo se ha curado. Era una buena medicina lo del coronel Shulz, después de todo.
La mayoría de los soldados están en los vagones traseros. Ellos son tomados por civiles rusos para campos de “reeducación”. En una parada, en mitad de ningún sitio, vuelven a hacerlos bajar. Las vías férreas se bifurcan y allí hacen la división entre civiles y militares. El capitán Hinojosa, en el grupo de civiles, observa con rabia como un oficial ruso sonriente le ofrece tabaco y tocino a un oficial alemán.
De nuevo el traqueteo del tren les sumerge en un trance que a duras penas mitiga el sordo y persistente malestar del frío. Las provisiones de combustible aumentan conforme va quedando hueco en el vagón. Periódicamente paran para arrojar los cuerpos al campo; ya no los entierran. El infernal viaje dura semanas por que las vías son una piltrafa y la extensión de las rusias infinita. Durante el viaje han podido confraternizar con prisioneros rusos y han aprendido el vocabulario básico para sobrevivir sin ser descubiertos. Tampoco es mucho problema, a estas alturas, la mayoría de los guardias son siberianos y algunos saben menos ruso que ellos.
A pesar de ser anticomunista, Duncan rememora sus hazañas en la batalla del Jarama para disgusto del capitán Hinojosa que perdió allí a su hermano. Nuestro capitán pasó la guerra en la intendencia de un cuartel de Sevilla. En la división azul se las apañó para irse a retaguardia cada vez que había fregado con la excusa de contactar con el alto mando. “Y la radio es para metérnosla por el culo”, pensaba la tropa. En Krasnybor las cosas fueron muy rápidas para que escapara. Aún así se las apaño para sobrevivir. Ciertamente, el valiente González también se lo montó bien viendo la escabechina desde la loma, pero claro, los héroes están muertos.
Al llegar al destino descubren dos noticias, una buena, otra mala y postre. La buena noticia es que trabajarán en una mina de carbón al aire libre. La mala es que hay mucho carbón. El postre es que hace un frío que se congelan los pedos por estar cerca del Polo.
La rutina es muy simple. Como son un grupo privilegiado, pues tienen calefacción de carbón en los barracones, tendrán que trabajar de sol a sol para compensarlo. No son unos bárbaros, al fin y al cabo están allí para su reeducación bolchevique. Por ello, en verano trabajarán de sol a sol ( veinte horas como mínimo de luz en esas latitudes ) y en invierno, por la noche (veinte horas como mínimo de noche). Había algún descanso de por medio, si en el fondo quejarse era vicio.
- Deberíamos haber dado a conocer nuestra condición de militares. Al norte de estos puñeteros montes Kolima están ellos. Seguro que viven mejor. - se queja Hinojosa.
- Ellos están en minas de plomo. Tienen que estar en lugar cerrado contaminandose. - comenta un Duncan en un mejorado español.
- Si, además se te caen los dientes, que me lo ha dicho Jaukas, el preso letón que nos consigue tabaco de contrabando. - añade Andrés.
- ¡Tchap! - grita un guardia mientras golpea con su nagán a la espalda de Gustavo. Es que el capitán tiene una de esas espaldas que invitan a ser golpeadas.
En opinión de los prisioneros, tchap puede significar “sigue cavando” o simplemente “montón de mierda”. Da lo mismo. Con el tiempo los ciclos de noche y día acaban siendo parecidos. No están seguros de si han pasado dos años o más. A pesar de todo están bien alimentados; los rigores del clima son mas brutales que los políticos en esta parte del mundo perdida de la mano de Dios (que significa Stalin). En el campamento militar si llega esa mano aunque el idiota de Hinojosa no lo sepa. Allí la mortalidad es espeluznante. Cuando en los años cincuenta pudieron regresar los prisioneros de Stalingrado, de noventamil lo hicieron cincomil: el cinco coma algo por ciento.
El contrabando del cautiverio se paga en oro. Entre las vetas del carbón, de vez en cuando aparecen pequeños filones. Moscú no tiene ni idea de que exista oro, pero eso es algo que no le interesa divulgar ni a guardianes ni a prisioneros. Duncan, González e Hinojosa habían formado una sociedad por la que se privarían de “lujos” para poder sobornar en el futuro a algún guardia con deudas de juego. Como hemos dicho, después de casi dos años, más o menos, parecía llegado el momento.
El guardia en cuestión era un siberiano parco en palabras y vicioso de los dados hasta las cachas. El precio era la cuarta parte de las reservas de oro, aunque el bribón pensaba que se llevaba casi la totalidad. La verdad es que se ganó el sueldo. Les llevó con esquíes y raquetas por sendas desiertas a través de cientos de kilómetros. Se conocía cada refugio de caza y lugar de abastecimiento de la zona. Jamás se cruzaron con nadie hasta llegar a la costa, a unos mil y pico kilómetros al sur de los motes de Kolima. Allí les aseguró que había una cala donde de vez en cuando fondean contrabandistas japoneses. El ya había hecho tratos con ellos.
En la cabaña no hubo que esperar mucho, a los pocos días aparecieron los japos con vete a saber que material para ser intercambiado con otros asiáticos. No se sorprendieron de veles allí, si sabían donde estaba la cabaña, es que tenían derecho a estar.
Bebieron y comieron decentemente por primera vez en años. Hinojosa se quejaba del estómago y no probó el alcohol. Cuando se hubieron dormido, se llevo a parte al jefe de los nipones que hablaba un ruso decente. Como ya esperaba, el precio no alcanzaba para los tres. Una lástima.
Duncan y González amanecieron con dolor de cabeza y las manos atadas a una viga de la choza. La sonrisa semidesdentada que les daba los buenos días era del capitán hinojosa.
- Buenos días muchachos. Mirad, la vida es dura y no podemos ir los tres en el barco. Mejor yo que vosotros. Tenemos que atravesar el estrecho de Tartaria , dejar atrás Hokhaido, cruzar casi todo Honshu, para recalar por fin en Hirosima. Allí, por cuestiones profesionales tendrán que permanecer hasta mediados Agosto Yo deberé estar escondido en la bodega, no quieren problemas con las autoridades y tres sería demasiado riesgo, comprenderlo.
El discurso les dejo de piedra y la resaca les impedía contestar.
- Por cierto - añadió - siempre has sido un inútil, cabo González.
- Tiene que haber de todo, tú, por ejemplo, siempre has sido un hijo puta.
- Bueno, estamos a uno de Agosto de 1945, para que sepáis la fecha del fin de vuestra vida, y antes del seis estaré en el puerto de Hirosima, pensando que haré con el resto del oro. Good bye, Duncan y Andrés.
Los pobres se quedaron desolados. Después de dos días sin comida ni agua, el pobre Duncan empezó a perder la cabeza. Estaba cantando voz en grito el “God Save The Queen” cuando una patrulla soviética les descubrió. Les tomaron por británicos prisioneros de los japoneses y los entregaron a un barco americano para congraciarse con ellos. El gobierno ruso quería mantener buenas relaciones con los aliados para el reparto de la Europa de posguerra.
Las autoridades americanas no querían líos y como nada de lo que decían les cuadraba, decidieron embarcarlos rumbo a Australia y que allí se las apañaran. A bordo de un desvencijado transporte, mientras miraban la estela de popa, Andrés le preguntó a Duncan:
- ¿Qué habrá sido de Hinojosa?...¡Eh!, ¿porqué sonríes?
- Le he mandado mi maldición escocesa. Mi familia descendiente de druidas.
- Si, claro...
- No es broma, maldición escocesa es explosiva e inevitable.
Era el seis de agosto de 1945 y el Enola Gay regresaba de su misión.

18.11.05

LOS SUEÑOS Y TRAPOS

La Asesina de Suenos 50x70-1


El sueño profundiza en las tinieblas. Arturo se me acerca con su hachis semilíquido y se me antoja tomarme todo de vez. No recuerdo si lo fumé o sólo me limité a tragarlo. Por ello nos vimos perseguidos, cosa absurda, por una narcoguerrilla de suecos. “¿Seguro que les has pagado?”, pienso. Se me olvida, olvido a Arturo y me subo a un autobus campesino. Ella me denuncia y me transporta a otro lugar.
Es inevitable enamorarse de la muchaha y una brumosa galería de buenos y malos rollos hacen que compartamos toda una vida en cinco minutos oníricos. Sin apenas solución de continuidad ella se vuelve lesbiana. Es curioso como son los sueños, extrañamente no tengo celos de su novia, yo sólo quiero participar. La otra puta le come el coco y por ello soy rechazado.
En otro minuto vuelven a pasar años. Estoy en una especie de pueblo fronterizo con la nada. En el bar del pueblo trabaja ella y cuando, de nuevo, en compañía de Arturo, nos encontramos, los reproches y complicidades se cruzan en unos instantes a través de nuestros ojos.
El final se aproxima, el cielo tiene un color apocalíptico. Los cánticos comienzan y la gente del pueblo se transforma, convirtiendose en algo indefinible, pero no humano. Yo le pregunto a Arturo si estamos a salvo. El miente como un cabrón y me dice que sí. Cuando le veo brillar como a una luciérnaga y adquirir la textura de la plastilina, me doy cuenta de que yo también estoy jodido. A partir de aquí no entiendo nada, soy alienígena y no puedo definirlo. El despertar destruye una de las miles de vidas que tenemos cuando dormimos.

sese

SERVIDOR PEPINO

- Don Pepino, diga usted,
¿Vió al Conde de Loras?-.

- Majestad, lo vi anteayer,
retozando con su señora -.

- ¿Y ha visto usté a mi mujer,
que no se donde está ahora?.-

- Ni idea tengo,¡pardiez!,
pregunte al Conde de Loras-.

kforhhomepage3

El CABALLERO DON ISIDRO.

Con mi armadura y escudo,
con mi hacha y mi espada,
recorro las tierras, muchacha,
en busca por estos mundos,
de malandrines impuros,
que osen posar su cara,
en un talle impoluto.
Pero claro, ahora que veo,
en esta tierna campiña,
la verdad, te digo niña,
que el peligro que temo,
no es del gañan ni del memo,
si no del noble que te habla,
que tiene las manos largas,
y hambre de pechos tiernos.
¡No corras que es peor!.

zapatero_rajoy

ESA BUENA GENTE DE LA POLITICA

¡Qué impertinente plebe!,
pues no va y nos acusa,
de forma cruel y obtusa,
de robar y dar mercedes,
a amigotes en pesebres,
sin recatos y sin culpas.

¡Pues sólo eso faltaría!,
que los seres superiores,
tuviéramos de inspectores,
(¡nosotros, señorías!),
a la chusma de electores,
a bellacos por vigías.

Nosotros no robamos,
el dinero público es nuestro,
así nos luce el buen puesto,
que en el partido ganamos,
ya se que no fuimos votados,
que venimos en terna cerrada,
si no, ¿de qué?, seguiríamos,
jodiendo al pueblo por nada.

23

LA SALUD

Si no quieres enfermar,
renuncia a hacer deporte,
consume vino con pan,
y camina por el monte.
Si saltas a la pértiga,
o si corres maratón,
seguro que te cansas
o te das en un cojón.
Por que ya lo dijo el sabio,
no lo dijo el tontorrón,
para llegar a centenario,
paseito diario,
y buen vino en el porrón.

12.11.05

EL COBERTIZO

CEMENTERIO

Las cinco de la mañana es una buena hora para pensar. Los amigos salen del bar donde han tomado sus últimos cubatas. Como son jóvenes y se sienten fuertes, el run, run cerebral funciona. La idea surge como suelen hacerlo la mayoría de delirios etílicos.
- Podríamos ir al cementerio - dice uno.
Telepáticamente o no, se ponen de acuerdo. La pandilla va caminando por esa carretera de poco tránsito que lleva a la ciudad de los muertos. Allí está, a tres kilómetros del pueblo. Sus paredes encaladas derraman un extraño brillo. Les parece perfecto. La embriaguez ha convertido a los muchachos en expertos guerrilleros de asedio. Encuentran el punto débil como guiados por lo sobrenatural. En condiciones normales, ni en sueños habría localizado el único lugar accesible que hay en el perímetro. Como Orcos trepadores penetran en el campo santo.
- No nos iremos de aquí sin desenterrar a un muerto.
- Claro, ¿a qué si no hemos venido?.
La idea vuelve a brotar de forma colectiva. Las lápidas son preciosas e incluso las hay con un retorcido sentido del humor. Van buscando alguna que sea vulnerable a la profanación, pero no es tan fácil. Hay una zona donde están enterradas víctimas de la guerra civil. La leyenda dice que si pasas por encima te pueden tragar. Un viento de superstición hace que abandonen la idea de acercarse a aquellas tumbas y deciden ir a extraer huesos del osario. La chapa de metal cede. No saben muy bien como la han abierto, pero es lo que pasa cuando se está borracho.
- ¡Mirad! - dice Juanjo, mientras ilumina el fondo con su linterna - se ven calaveras y fémures.
El resto contempla extasiado el espectáculo. A la vez se sienten impotentes por no poder alcanzarlos. Un resplandor les hace girarse.
- ¿Que cojones haces? - le recriminan todos a Pedro.
Pedro tiene la sonrisa del odio, del chico malo que desafía a Dios por su crisis de fe. La indignación del grupo es unánime. Una cosa es intentar llevarse a un muerto y otra muy distinta quemar las coronas de flores de los difuntos. Al menos esa es la lógica interna de la pandilla. Llevarse a un muerto: aceptable, quemar coronas de flores: inaceptable.
Luisito se encuentra mal y se aleja para vomitar. Luisito es un poco paria y nadie se fija en el.
Antes de que el mal rollo rompa el encanto se decide dar por terminada la expedición. Acuerdan llevarse una pequeña lápida como recuerdo ( llevarse una lápida: aceptable). Si les preguntaran como la sacaron de allí siendo tan alta la valla, serían incapaces de contestar.
La ruta de vuelta no es por la carretera, la hacen por uno de los caminos paralelos que sirven para llegar a los frutales y huertas de la vega del río. Luisito se ha quedado en el cementerio, pero nadie repara en su falta. Llegan a un puente de ferrocarril sobre el río. Allí se detienen, es como si una mano invisible los hubiera llevado a ese lugar con un propósito. Parece como si todo estuviera acordado, cogen el mármol y lo tiran al río. Al chocar contra el agua se parte en mil pedazos con un brutal estallido. Nadie se asombra, es lo lógico.
Es muy tarde, o muy temprano cuando llegan de vuelta al pueblo. Está amaneciendo y cada mochuelo se tiene que ir a su olivo.
Luisito camina por la carretera . Todavía no es muy consciente de lo ocurrido pero fue bueno. Cuando se alejó a vomitar le pareció ver a alguno de sus colegas en el cobertizo de mantenimiento del cementerio. Luisito es un paria pero no asustadizo. Quería devolverles la jugada y se acercó cautelosamente hasta allí para asustar a esos cabrones. Entró despacio por una puerta de hierro oxidada. Al fondo se veían herramientas y el acceso a una sala que permanecía en completa oscuridad. Luisito le dio al interruptor de la luz y se quedó mirando con cara de jueves. Allí dentro había una niña de unos diez años de edad. Tenía el cabello negro y largo, su sonrisa era angelical y estaba vestida con un liviano camisón. Los acontecimientos que siguieron le sumieron en una estupefacción al principio y en una reconfortante sensación de plenitud después.
Luisito era un ateo integral, por eso es muy difícil que nadie pueda asustarle. Con lo de Ateo integral queremos decir que le importa un pito cualquier cosa. No es que niegue o deje de negar que existan acontecimientos sobrenaturales, es que le da igual. Para él no es más extraño la aparición de un fantasma que el hecho de vivir en una pelota que da vueltas alrededor de una estrella. De hecho, siente un gran desprecio por los falsos ateos que se jactan de ignorar la religión cuando a la vez te van vendiendo la lógica materialista de las cosas. ¿De donde cojones sacan que lo material, visible y alcanzable es más razonable que cualquier otra chorrada?. Bueno, es lo que piensa Luisito. Tal vez por ello sea un paria. “Lo siento tío - le dice el universo -, tienes que tomar partido”.
Cuando recuerda lo que le pasó allí se sonríe. Si un espectador hubiera visto la escena, pensaría que Luisito se quedó pálido y alelado por la aparición del espectro. La verdad es que lo que le dejó pasmado fue que aquella niña le sonriera, le aceptara y se fijara en el. Ese fue el primer verdadero hecho sobrenatural que aconteció en su vida. Lo demás, si es físico, espiritual, de la cuarta dimensión del Dr. Spock o cualquier gaita, le tiene sin cuidado. Tan lógico es para Luisito que los fantasmas migren en otoño hacia los lares de Goon, como que existan los relámpagos y la arena de la playa. Pero aquella noche encontró la fe. Por fin se vio reflejado en otra persona (o lo que sea) obteniendo un reconocimiento. Después de aquello volvió muchas veces al cobertizo a disfrutar de la compañía de aquellos que le comprenden.

7.11.05

El JAKO DEL TURCO

Se ha apagado el sol,
las luces no se encienden,
¿se ha muerto acaso Dios,
y los soles perecen?.

eclipse19951024_08
Es de madrugada en Valencia. Kiko “el loco” y su novia se dan un homenaje de heroína en la playa.
- ¡Qué bonitas estrellas! - dice Kiko.
- Ya te digo - contesta ella.
Durante un rato todo es precioso y está en calma. La novia de Kiko es una tía de puta madre; ella si que sabe. No serán ni las cuatro cuando oyen un estruendoso golpe contra la arena de la playa. A unos diez metros se ve un bulto con forma humana sobre el suelo.
- ¿Qué ha sido eso, Kiko?.
- Un golpe, ¿no?.
- ¡Joder!. Ya lo se, ¿pero qué leches ha sido?.
- No me rayes tía, estoy de puta madre; fuuuuuu...
- Pero tío, ¿no ves un bulto allí?. Joder Kiko, parece alguien tirado. - insiste ella.
- Déjalo, seguro que lleva un buen punto.
- No tío, que igual le ha pasado algo.
Por fin deciden acercarse. Cuando están a unos pasos les tiemblan las piernas; no se lo pueden creer.
- ¡Joder Kiko!. Ya le has vuelto a pillar al “Turco” mierda en mal estado. Esto no es plan. Ese tío no es legal.
- Te juro que es buena. Ayer mismo me puse y me sentó como Dios.
- Pues yo estoy viendo a un tío con barba y de tres pisos de altura - a ella le da un ataque de risa tonta.
- ¡Que fuerte joder!, es de verdad.
- Pero Kiko, piensa. ¿Cómo va a haber alguien que mida veinte metros de largo y vestido así?. ¡Joder!, si lleva una túnica romana o algo.
- ¡Qué flipe!. Vas a tener razón. Igual al “Turco” se le ha mezclado la mercancía con pastis, no sé.
Se quedan observando al cadáver en silencio. El gigante en cuestión aparenta unos cincuenta años de edad con una enorme barba patriarcal. Le asoma por la boca una lengua del tamaño de un muslo. De pronto, el cuerpo parece brillar y la arena se lo va tragando en una especie de remolino. A los pocos minutos desaparece.
- Alucinante tú, vámonos para casa que ya hemos flipado bastante - dice Kiko.
Ella no le escucha, está mirando mosqueada el cielo. No se ve una sola estrella y la luz de la ciudad brilla con una fuerza inquietante.
Cuando llegan al paseo marítimo ven que la gente tiene el rostro aterrado y camina con rapidez. Todas las ventanas de las casas tienen las luces encendidas y se oye como un gigantesco murmullo. No son horas para tan extraña actividad. Nada más llegar a la Avenida del Puerto se encuentran con Matías junto a la iglesia. Las puertas están abiertas y parece que hay un cura dando misa. Está claro, los Valencianos se han vuelto locos.
- Matías - dice Kiko con afecto - ¿qué narices pasa que está el personal tan alterado?.
A Matías le falta un brazo que perdió por culpa de la gangrena. Siempre fue muy notas y se jactaba de picarse con la misma máquina. Tiene su mérito que tardara tanto tiempo en pillar una infección.
- No se. Bueno, dicen que se acaba el mundo o algo así.
- ¿Tu también le has pillado material al “Turco”? - le pregunta la novia de Kiko.
- No, mi jako me lo ha traído mi padre de Tailandia. Ya sabéis, como trabaja en la embajada de allí, pues cuando viene de visita tiene un detalle con la familia. A mi madre le ha traído unas bolas chinas. Pero de las guays, no de las que venden aquí ni... ¡no!.
- ¡Qué bacile!. En serio Matías, ¿qué pasa? - pregunta Kiko pretendiendo ser serio.

- Mira, cacho puto, lo vas a oír tu mismo.
Matías se acerca a un coche de los que están por allí infelizmente aparcados. Saca la varilla y sin preocuparse de si lo ve nadie abre la puerta en un plis, plas.
- Vamos todos dentro a oír la radio. - invita Matías.
Una vez que se acomodan y encienden el aparato, descubren que la mayor parte de los diales emiten ruido. En algunos se habla pero de forma histérica y entrecortada. En muchas ciudades hay disturbios, en otras calmas sepulcrales. Resumiendo, parece que las estrellas han desaparecido. Todas las estrellas han desaparecido del universo. No se cual científico de no sé donde asegura que no están, que es incomprensible, pero no están. Luego que si habrá que usar energía nuclear para calentarnos por que si no llegaremos al cero absoluto ( a Kiko le hace gracia lo del cero absoluto, le recuerda a su corta etapa de estudiante)., que si estamos condenados y no va a haber solución, etc...
- ¡Fuerte de cojones!, esto es fuerte de cojones - asegura Kiko.
- Tenemos que hacer algo - dice su novia con angustia.
- Ya te digo - dice Matías sin más.
Kiko está pensativo, parece preocupado pero en el fondo es la cara que se le pone cuando está cavilando en algo.
- ¡Ya está joder! - resuelve por fin.
- ¿Si? - le pregunta su novia.
- Bueno, que tenemos que avisar a está gente, ¿no?.
- ¿Avisar de qué? - Dicen a la vez Matías y la chica.
- Hombre, pues para qué no pierdan el tiempo, ¿no?.
Kiko sale del coche y se dirige a la iglesia seguido por su novia y el manco.
Una vez dentro se acerca a el altar donde el cura habla y habla aunque no se le entiende nada. Le quita el micrófono y habla a la multitud.
- ¡Oigan!. ¿Me soye? - pitido enorme por acoplarse el chisme.
- Esto... - prosigue - Seré muy breve. Sí, que no perdáis el tiempo, que mi novia y yo hemos visto como Dios se daba un Hostión... , perdón padre, pero es que es verdad. - Kiko retoma el hilo - . Pues eso, que se ha matado, así que no le llaméis por que no os oye. Son cosas que pasan, hoy tu, maña yo y otro día le tocará a otro. Bueno, pues le ha tocado a El. Eso, y nada, que os podéis ir.
Se forma un gran revuelo de indignación. Por ahí se oye no se qué de matar a hostias al puto yonqui. En fin, los ánimos se calman y los tres compis se van a casa de la Juaquina que tiene DVD y verán una peli. Mañana será otro... Bueno mañana será más tarde que hoy. Y yo que se ¡joder!.