22.5.06

PLAGA

medusas


Es un sueño recurrente. Ho ve a la galaxia como una enorme maraña neuronal. Los planetas jovianos que habitan la mayor parte de los sistemas palpitan con algo parecido a la furia. Enormes masas de celentéreos emergen de sus inexploradas profundidades en un desesperado intento macrófago de última hora.


El escuadrón avanza sobrevolando el terreno con sus trajes antigravíticos. Han debido descubrirles, varias explosiones nucleares de baja intensidad tienen lugar cerca de su posición. Los sistemas de soporte vital están sobrecargados. Quizás el enemigo pretenda acabar con las reservas nanomédicas del batallón.


El comandante Ho viste su uniforme de gala. La recepción en los palacios del senado es, al menos oficialmente, para celebrar el bicentenario de la Confederación de los Cincuenta. Ho sabe que extraoficialmente algo se está cociendo.
- Comandante Ho, el general Rodebuck y yo queremos hablar con usted en privado – El Ministro de Defensa le aprieta el bíceps como si fuera un Lola evaluando la mercancía.
Ho apura el cocktail de champán y les sigue hacia el despacho del Ministro Santos. El general le mira de arriba abajo con cierto desdén. Casi prefiere ser escudriñado por un Lola.
En el despacho hay unos sofás clásicos y ausentes de tecnología. Les invita a sentarse entorno a una mesa estilo Luís XVI. Más bien, es lo que cree el ministro. Ho era muy pequeño, pero duda que sobrevivieran muchas cosas de la Vieja Tierra tras la Guerra de los Límites. Una jovencísima asistente con la piel atigrada entra con una bandeja que transporta tres copas y una botella de orujo. El comandante está seguro de que tiene rabo o bien es un Sin-Género de los odiados Supremos.
- Comandante – comienza a decir el Ministro Santos –
Antes de proseguir sirve las copas. Se bebe la suya de un trago y espera a que los militares hagan lo mismo. Vuelve a servir el licor y a repetir la ceremonia. En los casos importantes, Ho deja actuar a su equipo nanomédico interno para que neutralice el alcohol. Es una mierda, estaba disfrutando de la embriaguez en la fiesta. Por el rabillo del ojo ve como al general Rodebuck se le suben los colores, al muy cabrón le va el vicio y ha debido bloquear a sus defensas antitoxinas para disfrutar de la borrachera. Eso sólo significa que ya está todo el pescado vendido. Tendrá que tener cuidado con lo que se manejan , definitivamente no podrá disfrutar de una buena y bonita cogorza.
- Comandante – continúa el Ministro - , usted se hizo famoso en el rescate de Kirol, tres años atrás. El general y yo creemos que es la persona más indicada para la misión que vamos a encomendarle.
El general está borracho y deja translucir su desprecio a través de una mueca que pretende ser sonrisa. Sí, el rescate del gran danés de la Primera Dama fue toda una hazaña. Diez de sus hombres apenas pueden distinguir sus recuerdos reales de aquellos que se salvaron en el software de emergencia. El asteroide Kirol, aquella base de los Anarcos en las afueras de galaxia colonizada, estaba llena de trampas cazabobos. Ho no es partidario de negociar con piratas, pero una misión de rescate para sacar de allí un perro de mierda... Si tanto le interesaba el puto chucho a la Primera Dama , que hubiera pagado el rescate. Si no, lo lógico era volatilizar el sistema y acabar con el nido terrorista. Comprende el desprecio del general. Ascendió de capitán a comandante varios años antes de lo que le correspondía por escalafón, toda a una vergüenza cuando no se está en guerra.
Las luces de la habitación descienden y sobre la mesa flota la imagen de un planeta. Automáticamente, el software militar implantado en Ho hace que se superpongan una serie de cifras y números. El sistema está a unos cien años luz, más o menos treinta pársecs, lo que significa tres días de viaje con las malditas nuevas tecnologías. Antes se hubiera tardado un mes. Es una época que ha quedado atrás. Cualquier imbécil puede manejar ahora una nave. Entonces, el impulso hiperespacial era toda una ciencia en manos de gente experta para trazar correctamente los canales de salto y no ir a parar al centro de un sol o a los límites del espacio.
Los Anarcos no se mataron por obtener esta tecnología, ¿para qué?, les basta con robar las nuevas naves y la replicación hace el resto. En el último año ha habido más de cien ataques terroristas al centro de la Confederación. Los presupuestos de defensa se han tenido que aumentar en un ochocientos por cien. En el pasado, diez años atrás, bastaba con que los sistemas claves tuvieran una cobertura aceptable de detectores de masa para saber si penetraban elementos hostiles.
Hoy todos los planetas precisan de una protección extra que sigue sin ser perfecta, hay resquicios. Uno de cada mil intentos prospera y tiene lugar el atentado. Cien mil muertos en el último. Una nave de nueva generación robada a los nuestros se estrelló contra Turín, en el planeta Cisalpinia. La radioactividad fue capeada por las nanomedicinas que todo el mundo tiene implantadas.
Todavía no se ha inventado nada que te haga sobrevivir a los miles de grados de temperatura que te arrojan encima doscientos megatones. Toda Turín destruida y millones de personas de la atestada urbe con su memoria original dañada. El gobierno redujo las cifras de muertos a setenta mil. Considera que aquellos volatilizados a los que se les pudieron rescatar los cristales de memoria siguen vivos en sus nuevos cuerpos. ¡Tonterías!, son otras personas.
Ni siquiera él se libra de tener retazos sintéticos de su memoria. Esos recuerdos resuenan con un carácter metálico. Aunque los hechos sean ciertos, la sensación es de falsedad. ¡Qué desasosiego sentirán sus hombres lisiados en Kirol!. Eso que en ellos el destrozo solo fue parcial. El caso más grave le tocó al joven cabo Costosa que perdió el hemisferio derecho completo por un regalito de los Anarcos que había en una puerta del complejo asaltado.
Cuando le visitó en el hospital, Costosa estaba llorando. El trozo del cerebro estaba completamente reconstruido pero no podía evitar ver a su mujer y a sus hijos como a unos extraños. Sólo son un recuerdo informático. Ho piensa que si algún día la proporción de sus recuerdos sintéticos sobrepasa cierto límite, se volará la tapa de los sesos previa desconexión de su autodoc.
Ho ha ido tomando notas en su computador interno de combate. No le han aclarado mucho, pero al parecer hay que capturar un bloque tecnológico de los Antiguos en un planeta identificado como P-18. Está fuera de la zona de expansión humana. Sólo se han colonizado unos cien mundos desde que salieron del cascarón de la decrépita Tierra. Cuarenta y ocho pertenecen a la Confederación, veintiséis a los Supremos y cerca de treinta a los Anarcos, aunque estos últimos están poco poblados.


La nueva fragata es mucho más pequeña que las antiguas. Ya no se necesitan esas grandes máquinas. Ho reflexiona con preocupación por el camino que discurre la “ciencia”. Es consciente de que prácticamente nadie sabe hacer nada. La mayor parte de las cosas son construidas por máquinas que a su vez lo son por otras. Si todas desaparecieran, está seguro de que serían incapaces de empezar de nuevo. Para terminar de arreglar las cosas, los últimos avances no corresponden a los humanos. Los llamados bloques tecnológicos de los Antiguos son una especie de cornucopias o cajones de sastre abandonados por quien sabe que civilización. A penas conocemos el funcionamiento de nuestros artilugios, y por lo que respecta a la tecnología Antigua, no tenemos ni idea de sus fundamentos ni génesis. Lo único que resulta extremadamente sencillo es su uso.
Las varillas anti-gravíticas se duplican por mecanismos muy simples... y desconocidos. Todos los trajes y naves de la Confederación las llevan. Los moldeadores dimensionales también pueden autoreplicarse y también han sido agregadas a la flota. Ho recuerda el “curso de actualización tecnológica” que recibió hace dos años por el Estado Mayor:
- “ Está clarísimo – dijo el coronel “científico” -.
Cogía el artilugio con las dos manos y asentía rítmicamente, como quien lo tiene todo claro. El resto de asistentes al cursillo también.
- “ Como todos sabéis – continuó diciendo - , cuando en el siglo XIX Michaelson y Morley se estrellaron con la nueva realidad inesperada a la que les llevó su experimento con el interferómetro...
Ho pensó: “Ya, yo también me he leído el análisis del siglo XXII del pseudo-científico Karl Amergod. Ese tipo no tenía ni idea de lo que era un interferómetro, la va a tener este imbécil de coronel.”
- “Bien, - seguía asintiendo el coronel - pues llegaron a la conclusión de que o habían cometido un fallo en su experimento o el universo no era tal y como lo conocíamos. Al parecer, la velocidad de la luz era insuperable y lo más que podíamos hacer era acercarnos todo lo posible a ella. Afortunadamente, esta nueva situación implicaba que para que cuadraran las cuentas, las dimensiones que creíamos estáticas no lo eran. – en este punto empezaban a abrirse bocas como simas insondables de aburrimiento “.
- “Coronel – interrumpió el capitán Sarto - , nosotros tenemos impulso hiperespacial desde hace siglos. Somos capaces de trazar una ruta y “saltar” el espacio de un pársec en un instante.
- “Claro, claro, sólo os estoy poniendo en antecedentes – carraspeó -. Necesitábamos diez días de cálculos y aceleración que contrarrestará la marea gravitatoria a la que nos sometía la puerta de salto. Hoy, con esta nueva tecnología, lo hemos reducido a un solo día, y el límite actual de diez pársecs por salto se debe al retraso de nuestros sistemas informáticos, cuando estos avancen podremos superar ese obstáculo”
- “Pero si hoy nadie sabe construir un computador, estamos presos de la tecnología del pasado y la de los Antiguos – pensó Ho”
- “Como decíamos, en el pasado se planteó un dilema. O bien se construían naves que avanzaran a velocidades próximas a la luz, o bien se creaba un campo gravitatorio de la intensidad de un agujero negro que acortara la distancia; ya sabéis, la maleabilidad de las dimensiones que se desprendían de las ecuaciones de Lorenz y que se apropió ese Einstein con más y mejor marketing. La primera solución era útil para el viajero, pues conforme te acercas a la velocidad luz, el tiempo va transcurriendo más despacio y en un año de la nave se pueden recorrer cien o muchos más en la medida en que nos acerquemos a ese límite inalcanzable. El problema era que para los de casa si pasaban cien años, la nave nunca iba a ir más rápida que la luz, lo que ocurría es que el viajero estaba atravesando menos distancia en su situación energética... En fin no quiero apabullaros”.
- “Ni puedes cabrón – se cabreaba Ho “.
- “La segunda solución y finalmente conseguida en el Siglo XXIII, era la de crear el mini agujero negro que unía un punto del universo con otro, con lo que no era necesario superar la velocidad luz, que además no se puede, si no que accedías a un punto distante a través de un trayecto más corto; realmente de distancia cero. Todo esto era complicado y muy caro energéticamente. Esta nueva tecnología se basa en el mismo principio, pero sin gasto energético aparente y se adapta a la perfección a nuestras computadoras. Los cálculos los podemos realizar diez veces más rápido y sin riesgos. Podemos trazar las coordenadas, y el aparato reduce la distancia a cero sin el más mínimo esfuerzo.
No es necesario acelerar a velocidades próximas a la luz para contrarrestar la marea del agujero negro, por que no hay tal agujero. Es una puerta directa de un punto a otro. Incluso una persona podría cruzar andando de “aquí” a “allí” con un simple traje espacial. Por desgracia no podemos instalar puertos teleyectores de un planeta a otro. La distorsión gravitatoria de nuestros sistemas solares dificulta o imposibilita a nuestros ordenadores calcular los parámetros adecuados. Al día de hoy tenemos que salir igualmente del sistema antes de realizar el “traslado”, y si no somos incapaces de ir más allá de diez pársec por salto se debe a nuestras limitaciones de cálculo, pero no a las energéticas. Caballeros, con el tiempo podremos ir a los confines del universo en un solo instante”
- “Ya, ya, tu explícame que coño es un interferómetro y me creeré lo de nuestro avance informático – se dijo a si mismo Ho”.


Han pasado tres días y ya están en las inmediaciones de P-18. Ho mira a los miembros de su tripulación. A los de su antigua compañía ya los conoce. Como comandante se le han agregado tres más. Son casi ochocientos hombres, toda una fuerza de choque. Se supone que los Supremos o los Anarcos van tras la presa. Ho reflexiona sobre la estupidez del acto. El gobierno Supremo es utra-corrupto. Un “conservador” como Ho no ve con buenos ojos a esa sociedad hedonista que se ha saltado todos los límites genéticos y sociales. A Ho le gusta saber que una silla es una silla y un retrete un retrete. Es esa sensación incómoda que se tiene cuando te sientas en un artilugio de diseño y al cuarto de hora te preguntas: “¿no estaré sobre un instrumento de hacer caca, verdad?”.
Así son los Supremos para Ho. La gente se transforma en animales, pseudocosas. No hay varones ni hembras y sus costumbres sexuales se le antojan incomprensibles. Un soldado estaba viendo un Holovídeo pornográfico Supremo. Dos seres con el aspecto de arañas entrelazaban una especie de tentáculos con obsceno frenesí. ¿Cómo pueden ponerse en situación?. Lo que en determinadas épocas se consideraban perversiones Ho las ve con añoranza. Aunque en la Confederación hay determinados límites, sabe que, sobre todo la clase política, se los saltan cada vez más. ¡Ay!, aquellos tiempos en que sólo había maricones, bolleras, heteros , pedófilos, necrófilos, bestialistas y vegetarianos.
En la Babilonia de los Supremos sus transmutadores le pueden hacer adoptar formas, por ejemplo, poliédricas. ¿Hay alguien normal que se pueda poner con un poliedro?. Los Supremos, no obstante, adoptan la forma humanoide la mayor parte del tiempo, pero por obligación. Viven el mismo atasco tecnológico que el resto de la humanidad y las máquinas son difícilmente programables para la fabricación de aparatos con otra ergonomía, no digamos para infinitas ergonomías, ¡que se jodan esos pervertidos!. Ho está convencido de que el Ministro de Defensa se folla poliedros.
Como se decía Ho, el mundo de los Supremos está corrompido, pero el suyo propio no le va a la zaga. De los Anarcos no sabe que pensar, casi le caen mejor...
El caso es que aunque ellos adquieran esta nueva fuente de tecnología Antigua antes que el resto, la Corrupción se la venderá al “enemigo” en menos de veinticuatro horas. Así ha ocurrido en el cien por cien de las casos, independientemente de quien fuera el primero en adueñarse del botín. Como en el fondo no tienen ni idea de su funcionamiento, y basta una copia para poder replicarla hasta la saciedad, a los Anarcos les vale con robar una y ya la poseerán en igualdad de condiciones.
Duda mucho de que realmente tengan que robar. Seguro que un funcionario la vende por pornografía Suprema. Tampoco le extrañaría que el propio Ministro de Defensa la facilitara gratis. Desde que el gobierno “relajo” la Ley de Incompatibilidades, el hijo puta de Santos tiene acciones en las mayores industrias de defensa. ¡Un ochocientos por cien!, se tuvo que ampliar el presupuesto, ¿cuánto es eso traducido a beneficios?.


El bloque tecnológico fue detectado por una sonda de exploración de rutina, según el Ministro. Siempre es igual, un patrón pulsátil de números primos que indica el lugar. Saltan de la nave con sus trajes anti-gravíticos último modelo. P-18 tiene una atmósfera de metano y la temperatura media es de unos apacibles 90º C bajo cero. Realmente es cálido para el tipo de planeta. Sólo dista una unidad astronómica (150 millones de kilómetros) del planeta joviano de rigor. Frente a sus ojos se despliega una imagen del “Júpiter” de este sistema, como se imaginaba, las líneas de su superficie sonríen de manera siniestra. Sabe que es una gallina clueca que “vigila” al pequeño, por comparación, P-18 que están sobrevolando.
En una preventiva formación dispersa, quinientos hombres vuelan hacia el objetivo. El resto, unos trescientos, están en la nave por si necesitan apoyo pesado. Sus sistemas de defensa están activados. Los señuelos de posición harán que un hipotético enemigo no sepa con exactitud donde se encuentran. Están llegando a la meta cuando las explosiones tienen lugar.
- ¡Atención!, nos han arrojado quinientos megatones. Si uno sólo de esos “pepinos” estalla lo suficientemente cerca, nos freirán como a gambas. Orden Beta.
Ho ordena a sus hombres que se dispersen más y tomen tierra. Se han dividido en cincuenta pelotones de diez. Sus señuelos han evitado el impacto directo, pero la radicación lleva a sus autodocs al límite. Las nanomedicinas apenas pueden reparar los daños celulares a mayor velocidad de lo que son dañadas por los rayos gamma, partículas alfa, rayos x y toda esa mierda.
No sabe como lo sabe, pero ¡coño!, lo sabe. Cuando intenta contactar con la fragata, esta no contesta. Ha debido ser volatilizada desde tierra. En el mejor de los casos pueden volver con sus trajes a casa. La tecnología de los Antiguos es muy poderosa y han incorporado capacidad de “salto” a sus equipos. Pero ya que están aquí sabe que su obligación es detectar que fuerzas están acantonadas. A la fragata la han debido coger por sorpresa, pero pudiera ser que volvieran con acorazados y cruceros y les hicieran un estropicio desde tierra. No, tienen que explorar la zona y ver con que coño se están enfrentando.
- A todas las unidades, utilicen algoritmos cifrados de posición y comunicación, si nos localizan nos irán destruyendo uno a uno.
Ho no sabe a ciencia cierta quienes son los atacantes. Los Supremos habrían traído suficientes megatones como para generar un círculo de máxima destrucción. Son así de sutiles. Los Anarcos puede que intentaran capturar a algunos con vida para pedir rescate sólo por diversión, por su filosofía de piratas. Realmente el botín es mucho más preciado que lo que pueden obtener por unos mierdas de soldados, pero como dice la fábula del escorpión y la rana: “está en mi naturaleza”.
Las probabilidades son diez contra uno a que son Anarcos. Empiezan a aparecer hongos atómicos por el perímetro del objetivo. ¡Mierda!, todas las unidades están en ese perímetro. Ho tiene dudas. Si vuelan para escapar serán detectados, pero con la suficiente dispersión no podrán alcanzar a todos y tal vez algunos puedan llegar a casa. En el recuento sólo quedan tres pelotones operativos. Demasiado tarde, son muy pocos para escapar, la han jodido, si vuelan, antes de llegar a la distancia necesaria para poder “saltar”, habrán sido fulminados uno a uno. No cree que tengan quinientos misiles del impulso anti-gravítico, pero solo le quedan treinta hombres. Se suceden varias explosiones más. Ahora su pelotón es el único.
Intenta justificarse a sí mismo co lo de “mientras hay vida hay esperanza”. Se dice que aunque se entregue siempre tendrá una oportunidad de desbaratar los planes del enemigo. ¡Qué coño!, no quiere morir.
Ho utiliza el canal abierto.
- Comandante Ho de la Confederación radiando un mensaje a los ocupantes de P-18, siendo nuestra situación insostenible, nos vemos obligados a deponer las armas. Ofrecemos posición y número de la fuerza. Aceptamos capitular.
Ya está hecho, el enemigo sabe dónde están y cuantos son. Sólo resta esperar la captura.
A quinientos metros de distancia, un fabuloso hongo hipnotiza al pelotón. ¿Por qué estos sádicos no lo han arrojado sobre nuestras cabezas si pensaban aniquilarnos?. Nota como se encienden las señales de alarma de su autodoc. Por un instante pierde la visión, pero los nanotécnicos restauran sus córneas y retinas, no sin dificultad. Se da cuenta que la explosión es de una fuerza controlada para llevar al límite sus sistemas regeneradores sin llegar a matarles. Cuando la onda expansiva les alcanza siente durante unos segundos como es desplazado varios metros sobre la superficie del pérfido planeta. Su soporte vital apenas da más de sí y la negrura le invade.


Despiertan en el campamento enemigo. Los niveles de radiación de la zona son tolerables y sus autodocs han podido reequilibrarse. La mayoría de sus funciones vitales han sido reparadas y los informes no son tan malos como esperaba. Apenas han sido necesarios implantes de memoria sintética, después de todo, sus neuronas no se han destruido de forma masiva.
¡Ncht!, su cuarto cumpleaños, no obstante, pasa a ser un fabulosos recuerdo robótico, ¡mierda de perro!. Bueno, nunca le gustó su cuarto cumpleaños. Como ha hecho otras veces, almacena el dato plano y borra el recuerdo artificial. Sabrá que tuvo cuarto cumpleaños, pero pasa de tener imágenes reconstruidas, sin el menor remordimiento da la orden de borrado.
“Antes Zombi que Robocop – se dice – “
Al intentar ponerse de pie, se percata de que está maniatado. Los hombres que pululan por ahí son el ejercito más desaliñado que jamás se haya visto. El estaba convencido de que iban a ser Anarcos, pero ellos vestirían de forma impecable y rasurada. Les fastidia tanto que les comparen con los bárbaros de la Caída del Imperio Romano, que su estética es como la del más petimetre de los Dandis. Sin embargo, esta gente parece sacada de un estercolero. Los hombres son barbudos, las mujeres muestran sus velludas piernas sin el más mínimo recato.
Los Supremos habrían enviado a su casta inferior de “ilotas”, pero siempre tienen el mismo aspecto: El típico estereotipo germánico de pelo de cepillo con uniforme plateado de un hipotético IV Reich. Ho sabe que en cuanto un ilota prospera socialmente desde su casta inferior, lo primero que hace es convertirse en poliedro para follar o algo con un ciempiés con luces navideñas o una hormigonera del siglo XX... ¡Vete tu a saber!. Lo más seguro es lo de los poliedros – se asegura Ho -.
La visión ya se ha acostumbrado al interior del gigantesco hangar. Les ha debido llevar años de construcción. Su ordenador hace el cálculo por él. Veinte mil naves de las del antiguo impulso, las de diez días por pársec de viaje. Como si fueran avispas a las que se les arranca el abdomen, a las naves les están desprendiendo los voluminosos almacenes de energía. Ho empieza a comprender pero no del todo.
Un anciano barrigón se le acerca. Sus ojos legañosos están llenos de odio. Su barba deja entrever multitud de úlceras en la piel, algunas de ellas supurantes.
- ¿No te gusta mi aspecto verdad? – sus ojos le taladran – No, no te gusta. A mi tampoco.
- Soy el Comandante Ho, según la Convección de Ginebra...
Ho recibe un patadón en la ingle tan potente que sabe que su autodoc va a tener que ponerse las pilas. Efectivamente, le ha reventado los testículos. La regeneración es rápida, pero no estaba activado el modo de defensa, por lo que los bloqueadores del dolor no actuaron a tiempo. ¡Hacía años que no experimentaba algo tan desagradable!.
- Ginebra era una ciudad de la Tierra. ¿Sabes que queda de Ginebra?.
Ho lo comprende ahora. Son terráqueos. En la Confederación todo el mundo recuerda la Guerra de los Límites como un dato estadístico quizás un poco sombrío. Como fueron los vencedores, hace unos cuarenta años, no se regodean en los detalles. Simplemente fue una victoria más de la gloriosa Confederación. Lo cierto es que a una Tierra capitulante se la trató, por un capricho del alto mando, como a Cartago en la última guerra Púnica.
El ejercito terráqueo estaba destruido, pero aun así, se decidió el exterminio: “Delenda est Terra”. Se arrojaron decenas de miles de megatones. No era bastante, cargueros de la Confederación rociaron durante semanas el planeta con todo tipo de metales pesados y toxinas. La mayor parte de los autodocs terráqueos no dieron a basto, se calcula un 99% de bajas. Menos de cien millones de supervivientes. Sus autodocs tuvieron que limitar sus funciones al mínimo indispensable para la supervivencia y no saturarse. Se les dio por aniquilados. Ho ahora lo comprende, la venganza es un plato que se sirve frió.
No hace falta que se lo expliquen, pues todas la piezas encajan. Al estar fuera de circulación no tuvieron parte de las nuevas tecnologías de los Antiguos. Sus naves son diez veces más lentas. En el depósito tecnológico de P-18 no hay cornucopias de alta velocidad, hay otra cosa. Los terráqueos no tienen consolas informáticas que se adapten tan bien a los saberes de los Antiguos. Han estado esperando agazapados aquí durante años a que descubriéramos ese patrón de números primos que indica la presencia de la tecnología de los Antiguos. Nosotros les hemos traído en nuestros trajes los soportes informáticos que las interpretan. Esto soportes fueron adquiridos no ha mucho tiempo en otro reservorio como este.
Es terrible, pero nosotros les hemos proporcionado también las maquinarias autoreplicantes que dan alta velocidad a las naves. Por eso se desprenden de las voluminosas fuentes de energía, ya no la necesitan. En pocas horas desde nuestra captura, toda la flota posee el transformador de espacio que les permite moverse por el sin gasto energético.
Ho ve como un técnico terráqueo utiliza una de las consolas para interpretar que nuevo regalo hay en el reservorio tecnológico de los Antiguos. Lo que ha descubierto parece llenarles de satisfacción. Hay un griterío unánime de alegría y rabia contenida. “Ha llegado el día de la venganza”, se oye.
El viejo y decrépito se le acerca de nuevo.
- ¡Vaya vaya!, el material que nos habéis prestado funciona a la perfección. Lamento decirte, Comandante Hoooo – pronuncia Ho como si fuera un relincho de burro - que ya no nos hacéis falta. ¿Sabes lo que se oculta en este reservorio?. Son campos entrópicos. Transforman pequeñas masas en una especie de mini agujeros negros. Son manejables y dimensionables en tamaño y forma. Podemos hacer que una pelota de béisbol penetre inocentemente en vuestros planetas y los conviertan en un pulsar o en una mini estrella de neutrones, o en cualquier jodida mierda que acaba significando lo mismo: vuestra aniquilación. – La expresión del barbudo parece rozar el éxtasis.
- Sí amiguito, - continúa – vuestras defensas planetarias pueden destruir nuestras naves cuando entren en sus sistemas, pero a nuestros miniagujeros negros direccionados no los parará ni Dios. Nada los puede ni destruir ni desviar del rumbo que les prefijemos. Vamos a atacar con la mayor simultaneidad posible vuestros mundos. Con el nuevo tipo de impulso, que tu, gran comandante Hoooo – se regodea en el Hoooo -, nos has traído, en menos de una semana todos los planetas de la Confederación estarán emitiendo rayos x.
¿No estás orgulloso de ser el responsable de que esto sea posible?.
Creo que no te mataremos, te dejaremos en este maldito hangar rumiando tu culpa. Sí, la gravedad no está muy bien lograda y nuestros sistemas generadores de aire no son los adecuados.
Míralo por el lado positivo, si tu autodoc no falla, aquí puedes vivir el resto de tu vida criando champiñones. ¿Cuanto es vuestra esperanza de vida?. ¿250 años?. En nuestro contaminado mundo sólo aspiramos a 60, pues nuestros autodocs no dan más de si. Espero que tengas una larga vida en este antro.

El ejercito terráqueo ha estado trabajando de firme, lo tiene casi todo listo. Ho tiene el cerebro a punto de estallar de tanto pensar. El resto de su pelotón ha sido ejecutado para aumentar sus remordimientos. Lo curioso es que algo le dice que sus ideas son correctas.
- ¡General! –grita Ho – He oído que le llaman General – le dice al viejo barrigón.
- Sí insecto, soy el General Gustavo Azpéitia de la Brigada de Móstoles. Al menos antes de que Móstoles dejara de existir.
- No sabéis lo que estáis haciendo. No sobreviviréis, esto estaba planeado por nuestro verdadero enemigo. De verdad, se que es increíble pero puedo demostrarlo, después de nuestra aniquilación iréis vosotros.
- ¿No te das cuenta de que tu intento desesperado es ridículo?.
- Puedo demostrarlo en este sistema, si no es verdad arrojadme al espacio.
- Que conste que es sólo por diversión, pero te escucho... – Gustavo deja ver sus dientes renegridos, su regeneración le restaría muchos recursos a su autodoc.
- La destrucción de la Tierra fue autoinducida – esta es la única parte de su idea que no se cree ni de coña -. Aunque parezca mentira todo forma parte de un plan de Galaxia.
- Si parece mentira- le dice Gustavo enarcando sus cejas y disponiéndose a dar una reglamentaria media vuelta.
- ¡Puedo demostrarlo! – el sudor frió recorre las mejillas de Ho, un pelín tarde da la orden de cortar esa sudoración -. Tienes que oír lo que voy a decirte. Podéis ir adelante con vuestra insensata venganza, os aseguro que no fue culpa nuestra - ¡joder que no!, resuena en su cabeza – Es un plan de la Galaxia, no quiere competidores. Piénsalo, ¿Cómo es posible que encontremos cuidadosamente desperdigada esta tecnología con carteles luminosos?. ¿ Cómo es posible que se adapte tan bien a la nuestra?. Está allí para que cualquier anomalía, animalito o ser pensante que sea más que un mero parásito sobre un planeta y se atreva a saltar y expandirse, acabe siendo eliminado.
El General Azpéitia se rasca la barba, pone cara de cabreo por que cree que le están tomando el pelo. Su cerebro, además, no funciona al cien por cien por necesidades biológicas.
- General, los reservorios tecnológicos son los linfocitos de la Galaxia, sueltan anticuerpos que encajan en nuestra organización para destruirnos. – Ho está jadeante.
- Mira comandante Ho – sin retintín – tienes un pico de oro, pero lo que dices es cuestión de Fe y la mía, lamentablemente, murió hace cuarenta años en Móstoles. ¿Qué hay de la demostración?.
- Están los macrófagos – suelta Ho.
-¿Qué coño es eso?, ¿de dónde sacas tu esa basura de macrófagos?.
Ho no puede decirle que es un sueño recurrente, sabe que es una locura, pero también, por una extraña razón, sabe que es verdad.
- Tenemos informes que nos lo hacen sospechar, pero el caso es que lo puedo demostrar. Dejar que vaya con vosotros en el viaje, no creo que me tengáis miedo ¿no? – la táctica de mentar la testosterona nunca falla, bueno en el caso de los Supremos quien sabe, ¿como se ataca el orgullo de un poliedrófilico? – Antes de abandonar el sistema encaminémonos hacia el planeta joviano, allí se esconden los macrófagos. Para que la Galaxia se huela la tostada bastara con que tiremos un proyectil entrópico a una de sus lunas. Sí, conviene que finjamos ser algo torpes, si le damos de lleno no podréis comprobar lo que os digo.
- ¿Y qué se supone que pasará? – le pregunta el General con curiosidad.
- Saldrán los Celentéreos. – contesta lisa y llanamente con mirada de convicción.
El General Azpéitia no puede evitar estallar en carcajadas.
- General, son los macrófagos, estoy convencido de que esas medusas gigantes son similares a los campos entrópicos pero necesariamente más débiles. No creo que pretendan destruir el organismo que tienen que defender. Son medusas que inexorablemente diluyen y fagocitan lo que tocan , pero una vez que eliminan lo que creen su amenaza, retornan a su base.
El General le señala agitando su dedo de forma mecánica.
- Hoooo, Hoooo, escucha: Vendrás con nosotros, como todo esto sea una charada yo mismo te torturaré. Se que tu autodoc funciona muy bien. Me aseguraré de que todo el sistema esté dedicado a reparar mis destrozos de forma que neutralizar el dolor sea secundario. Se hacerlo Hoooo, ¡gmf!– su voz se apaga en un gemido siniestro.
El escepticismo de la flota es absoluto. Afortunadamente la Fe en su General es cuasi religiosa y nadie discute las nuevas órdenes. En pocos minutos recorren los 150 millones de kilómetros que distan del planeta joviano. La nave insignia dispara cinco proyectiles sobre cinco de las veintitrés lunas del Júpiter particular del sistema de P-18. Los planetoides se han convertido en pequeñas estrellas de neutrones. La nave lanza más entropía cuidadosamente descuidada para fallar.
Pasan pocos minutos y Ho ya se está compadeciendo y riendo de si mismo por sus estúpido sueños. Justo en el momento en el que el General suelta un profundo suspiro que no significa otra cosa que “vamos a caparlo”, ocurre.
Las líneas del gigante gaseoso ondulan de forma extraña, parece como si aumentara de tamaño. Con la visión telescópica de la nave se dan cuenta de que una infinidad de Celentéreos gigantes emerge del planeta. Los asteroides del sutil anillo del planeta son volatilizados.
- ¡Coño, joder al planeta!, ¡No dejéis que salgan más de esas cosas! – en otras circunstancias diría lo de “odio tener razón”, pero en esta se alegra que la probabilidad entre un trillón de su puñetero sueño sea cierta.
El planeta es convertido en un reducido y manejable agujero negro. Los Celentéreos que ya habían despegado son fagocitados por proyectiles entrópicos que con alguna dificultad van enrollando a las giga-medusas con trayectorias complejas de interceptación.


El plan de batalla está diseñado. Ho supone que Galaxia ha activado a todos los planetas jovianos que hay en torno a un mundo habitado. La Tierra, tan afortunada como siempre, tiene varios. Como mínimo Júpiter y Saturno, pero no hay que descartar a Urano y Neptuno. La velocidad de los Celentéreos no es muy alarmante, pero su peregrinaje es inexorable y las armas entrópicas son las únicas que pueden frenarlas. No disponen de muchos días pero hay tiempo de neutralizarlos. El mapa de la Galaxia habitada está flotando en el Alto Mando improvisado.
Ho señala el sector de los Supremos y dice:
- Joder, habéis desplegado naves para ayudar a los poliedros, ¡vaya mierda!.
- ¿Cómo? – pregunta un sorprendido General Azpéitia.
- Nada, nada. – murmura Ho – Supongo que es lo correcto.
- ¿En qué confías para pensar que Galaxia no tiene un As en la manga? – le pregunta Gustavo con preocupación.
- En el orgullo. Galaxia es un gigantesca máquina antigua y cuasi eterna. Nosotros somos un sarpullido, lo normal para librarse de nosotros es un ligero estornudo y ya está. Galaxia creía que con los anticuerpos bastaría, ni siquiera se preocupo de exterminarnos de forma segura con los macrófagos en los albores del salto espacial. Ahora es tarde, estamos usando su sistema inmune contra ella. Somos SIDA.

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