8.2.07

TE CONTARE LO QUE PASO

grua


EN UN VELADOR DEL PASEO MARÍTIMO VALENCIANO

- Te diré como empezó todo, Javier. Nos conocemos hace diez años ¿no?:


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HACE DOCE AÑOS EN LA METROPOLI

Era ese día perfecto, el que cualquier persona soñaría con alcanzar: Un buen ascenso en el trabajo y la primera cena con los padres de Verónica. La chica, además de una exquisita belleza de las que te hacen sentir culpable, era la hija del jefazo de la empresa. El futuro me pertenecía y nada ni nadie podría impedirlo.
Estuve pensando toda la tarde en el evento. Delante del espejo probé mi colección de poses: Clint Eastwood, Bogart, Gary Grant, e incluso una de woody Allen de etiqueta y en calzoncillos.
Por supuesto descarté la última, desconocía si mis futuros suegros tenían sentido del humor.
Lo normal habría sido que la cena se celebrara en casa de Verónica, pero Alberto Mesnada, el papá, se empeño en que se realizara en el “Txalupa”; un restaurante bastante bueno.

Decidí acudir en autobús, el tráfico de la ciudad me ponía enfermo. En la última parada, al levantarme, ¡tachán!, se me había pegado un chicle en el pantalón. ¡Qué graciosa es la gente que coloca esas cosas en los asientos!.
Frente a un escaparate de lencería intenté arreglar los estragos producidos en mi trasero. Tenía una postura ridícula estirando la parte posterior de mi pantalón y girándome como una grulla para poder mirar en el reflejo. Al ser de noche no veía bien si había conseguido quitar todo el emplasto y parecía un perro bobo de los que se intentan atrapar la cola. Hasta un niño que pasaba por allí con su madre se me quedó mirando con cara de decir “ a lo mejor ese señor se ha hecho caca”.
En esas estaba y sonó mi móvil.
- ¿Diga? – Malditas llamadas ocultas, pensé.
- ¿Se está usted asegurando de si ha perdido el culo?
- ¡Santiago!. Dime cabrito ¿dónde estás? - miré a todos lados pues era evidente que me había visto.
Detrás de la marquesina de la parada del autobús, aparecieron los pelirrojos rizos de mi compañero de trabajo. Santiago tenía una sonrisa de oreja a oreja , tal vez un poco cabrona, que realzaba su mirada felina y socarrona. Era el gracioso del departamento, pero también mi mejor amigo en la selva metropolitana.
- Pasaba por aquí y me he dicho, ¿no es este señor el triunfador de Cosme?¿No es hoy el gran día?. ¿Así que vas a dejar el departamento para ser nuestro jefecillo? ¿Eh, pirata? – Santiago extendió sus manos y me abrazó a mí y a mi cara de circunstancias.
- ¡Joder Santiago!, estoy nervioso de la leche. Dentro de una hora hemos quedado en el “Txalupa” y no quiero llegar demasiado pronto... ¡Ni demasiado tarde!, claro.
- Te entiendo tío. Que sepas que eres nuestro héroe. El restaurante está muy cerca, ¿Qué vas a hacer más de una hora dando vueltas?. Vamos a tomar algo y así de paso te relajas un poco, te quitas los restos de lo que sea que se te ha metido en el culo y charlamos de tu triunfo. ¡Campeón! – Santiago me agarró los mofletes y los sacudió con simpatía. Al menos eso cabría esperar.
- Estoy pensando... – dijo dubitativo Santiago - ... Allí se ve un bar , ¡pero no! , es cutre. ¡Ya sé!, podríamos ir al “Intemperie”. Buenas copas, ambiente agradable...
Yo estaba muy inquieto. El “Intemperie” era acogedor pero un poco alejado. Tenía miedo de que se me echara el tiempo encima.
- Mira Santiago, que estoy que no me llega la camisa al cuello. Vamos a ese bar aunque sea cutre. – Mi compañero ponía cara de desagrado. – Qué sí tío, de verdad, ¿qué más da?. Nos tomamos algo, así hago tiempo y enseguida puedo estar en el restaurante.
- ¡Eres un neuras!. Vale... – y me volvió a abrazar - ¡Campeón!.
Santiago enarcaba las cejas queriendo decir “¿De verdad te apetece entrar en ese tugurio?.
- Oye, entiéndelo.
- Bien, bien, no digo nada... Por cierto, ¿es verdad que no te la has tirado?. ¡Joder!, con lo buena que está. No te ofendas pillín.

No, si no me ofendía, pero no podía describir con palabras el esfuerzo que me había costado mantener la compostura para llegar al gran día. Dentro de poco me la podría cepillar a gusto – pensé.
Volvía a sentirme culpable. No sabría decir quien estaba más enamorado de Verónica, si yo o mi “hermano pequeño”. Lo cierto es que seguía sin creerme que pudiera haber llegado a ser aceptado por la hija del jefe. Era tan escultural y sofisticada...

- Venga, que pagas tú – me dijo Santiago con complicidad.
La camarera era un encanto desdentado de la que jurarías que pasó del burdel a la barra. Al fondo de garito había una deslustrada mesa de billar donde cuatro o cinco garrulos se permitían poner poses para darle a la bola.
- Esto.. – dije mirando a mi compañero - ... Tomaremos dos ging-tonic.
- No mires tanto el reloj, joder, que quedan más de tres cuartos de hora y desde aquí llegas en cinco minutos. ¿No tenías que ir al baño para despegarte eso?.
Así que entré en un habitáculo hediondo y lleno de mugre. Volví a escenificar a la grulla mareada, y con la última tira de papel que quedaba allí dentro me dispuse a despegar los restos del chicle. Por supuesto, el grifo del lavabo estaba estropeado. Al girarlo salto agua en todas direcciones, pero fundamentalmente sobre mis pantalones.
Regresé junto a Santiago y me senté en la banqueta. Mi compañero se estaba partiendo de risa por dentro y la camarera tres cuartos de lo mismo. “Sí – pensé yo - , ríete zorra, pero el agua sigue saliendo y saliendo, ja, ja. ¡Allá se inunde tu inmundo local.”
- ¡Joer Cosme!, eres un pupas. Menos mal que tienes más de media hora para que se te seque. – Santiago casi se termina de trago la bebida. Yo decidí imitarlo y pedimos otras dos.
Los paletos que estaban jugando al billar cada vez hablaban más alto.
- ¿Te puedes creer lo que nos pasó al Míguel y a mi?. Estábamos cambiando los aspersores de la casa, cuando salió la muy golfa y se nos llevó dentro - dijo el de la camiseta de tirantes. No es que hiciera calor pero supongo que le gustaba marcar músculos.
- Ya nos lo has contado varias veces. Se espatarró en la cama y empezó a haceros una mamada a los dos. La Verónica esa ¿no?. La hija del tío importante de la construcción....
Santiago me miraba con cara de ensaladilla y , la verdad , yo no sabía cual poner. Vaya coincidencias más incómodas.
- Será otra, Cosme. Cualquiera diría que estás pensando en tu novia. ¡Pero si es más estrecha que la mente un ministro!. Sin ofender. – me dijo en voz baja mi amigo.
- No, si ya... Estas cosas joden ¿sabes?.
La bella, desdentada y amorfa cantinera también estaba al acecho.
- ¡A ver Justi!, ¡Pruebas, queremos pruebas!. ¡Tu mucho bla, bla, de pico! – gritó.
El Justi se volvió hacia ella.
- Pues mira Dora, tengo pruebas, pero tendrás que pagar. Y vosotros también – dijo refiriéndose a sus escépticos colegas.
- Yo no pago na ni a mi padre – se rió revelando su ajedrezado bucal.
- ¿Qué pides? – le siguieron el juego los del billar.
- Durante un mes mis copas gratis y pagan éstos – agarró a sus amigos por lo hombros.
- A ver, a ver...
- Pero en serio, ¿vale?¿o no vale? – soltó más chulo que un ocho.
Se llegó al acuerdo tácito. Yo miraba el reloj, pero no estaba dispuesto a irme sin ver si ese cabrito tenía lo que decía. Santiago se me acercó al oído:
- Cosme, vamos saliendo que te quedan diez minutos. ¿No irás a hacer caso a ese fantasma?. Venga, nos abrimos que esta noche tienes que triunfar. Vaya casualidad más rara. Tú ni caso.
- Espera un momento... – le murmuré.
El tipo sin mangas fue hacia su cazadora y sacó un papel plegado.
- Esta foto me la hizo el Míguel con el móvil. La tengo en el ordenata... Por si queréis copias... – Sonriente y triunfal se la va pasando por los ojos a los tíos. – A apoquinar. ¡Dora!, un cubata que hoy me pongo ciego a costa de éstos...
- Trae pacá esa foto , Justi, y la tapa te la doy gratis yo – le dijo Dora picarona.
Cuando el tipo se acercó a la barra para enseñársela , no pude evitar hacer la grulla una vez más. ¡Craso error!. Sólo la vi. de refilón. Había estado una vez en las afueras de la mansión, y medio de estrangis, para recogerla sin que se enteraran sus padres. Pero para mi era ella. La misma verja del jardín, el mismo traje vaporoso que tantas veces llevaba cuando venía a visitar a su padre...

Fue una fracción de segundo, y no se le veía bien la cara. Además con la boca llena...
Salimos del bar dando tumbos, con tres lingotazos en el cuerpo y yo diciendo:
- Es ella , Santiago, es ella,
- Tu estás pa encerrarte ¿Cómo va a ser ella?. Si apenas la has visto. Podría ser cualquiera. –
Faltaban cinco minutos para la cita.
- Me da no sé qué dejarte, Cosme. Venga, tranquilízate y a por todas, neuras. ¡Qué te lo tengo dicho, que eres un neuras! – intentó darme ánimos.

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EN UN VELADOR DEL PASEO MARÍTIMO VALENCIANO

- ¿No sé donde quieres ir a parar? – dice Javier.
- Calma. Javier, entiendo que como policía te preocupes por la procedencia del piso que te voy a regalar. Eres mi colega. ¡Qué digo mi colega!. El jueves me voy a casar con tu hermana: ¡Cuñaooo!.
- Chico, tráenos dos pacharanes.
- El origen de mi dinero, ya lo sabes. En teoría es por la lotería. No es del todo inexacto.

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HACE DOCE AÑOS EN LA METROPOLI

Cuando llegué al “Txalupa” me quedé en el recibidor como un pasmarote. El metre, muy gentil, vamos, como un metre, me miró desconfiado. Tal vez, por que a pesar de mi elegante americana, mis zapatos lustrados y mis gafas de diseño en el bolsillo de la camisa, se me adivinaba extraño y descompuesto.
- ¿Tiene alguna reserva?¿le puedo ayudar en algo?... Señorrr
Allí estaba yo, como un verdadero gilipollas y con la mente diciéndome: “¡Qué sí joder!, ¡qué sí!, es ella ¿no has visto que era ella?. Acéptalo.”
Pues no tenía la moral como para aceptarlo.
- ¿Señor?
- Eee... Sí, vengo a cenar con los Mesnada.
- Su nombre , por favor...
- Cosme, Cosme Gómez.
- Sí, le están esperando... llega tarde.
Verónica me saludó muy contenta con la mano. Su padre, don Alberto, me dedicaba media sonrisa. Y su madre me escrutó de arriba a abajo.
- Je, lo siento, había mucho tráfico y como he decidido venir en autobús...
- No se preocupe señor Gómez. Sólo llevamos quince minutos. Además es que hemos venido muy pronto. – El señor Mesnada le hace un gesto al metre – Puede tráenos ya la cena. - Hemos pedido ya por ti – dijo dirigiéndose a mi concierto tono imperativo.
La charla giraba entorno a lo buen trabajador que era, mi futuro y el de Verónica, los contratos, las contratas, las subcontratas y lo bien que iba a ir todo cuando el señor Mesnada entrara en la política. Mi mente vagaba por el mundo taurino, y me vi. como el cornudo complaciente y testaferro de un capo de la construcción metido a alcalde de Móstoles, Leganes, Alcorcón... Eso estaba por decidir. Incluso se jactaba que se barajó la idea de Madrid, pero que si esto, lo otro...
Yo respondía de forma automática lo primero que me venía a la cabeza e ingería cantidades astronómicas de vino. Curiosamente me fui relajando. Tenía la piernas estiradas y le daba golpecitos con los pies de forma inconsciente a la madre de Verónica. Pero de forma simultánea, no me podía quitar de la cabeza la imagen que había visto de mi novia, la cual no deja de sonreírme y asentir a todo lo que decía su padre. Tarde o temprano aquello iba a pasar factura.
- Así que señor Go... ¡Qué narices! – elevó de golpe su tono de voz, sacándome del trance - ¡Vamos a ser familia!. Mira Cosme, tengo grandes planes para vosotros. ¿Qué opinión tienes de mi gran amigo Álvaro?¿Eh? –
Se agolpó en mi mente lo que pensaba de mi novia, junto con la opinión de ese mugriento y sudoroso concejal de Álvaro. Notaba que restaurante ondulaba a mi alrededor, como si además de la priva alguien hubiera echado un éxtasis en mi bebida. Con tranquilidad, y sin pensar en las consecuencias , levante en lo que pretendía ser un gesto casual mi mano y dije:
- ¡Ella es un soplaputas! –
Arrastré el mantel en mi movimiento creando un gran estruendo en el restaurante. Mi mente se había hecho la picha un lió entre lo que pensaba del político y mi novia. Como tenía también esa sensación de tranquilidad, mi aplomo al decirlo cayó como una bomba.
Cosa curiosa, sin saber porqué me entró un gran arrebato de dignidad circunstancial. No sabría definirlo de otra manera, pero es algo así como que cuando has metido la pata, sólo resta ir hasta el final. Si hubiera estado sobrio es posible que hubiera intentado buscar alguna excusa. Pero la verdad era, que en el estado en que me encontraba , no me apetecía lo más mínimo y además me daba igual. Sin dejar que “el enemigo” reaccionara:
- ¿Sabéis lo que os digo? – Señalé con el dedo trazando un arco a la familia Mesnada – Os digo que tu, cara sapo, eres un mafioso de mierda, que tu, puta putísima, eres la mayor felatriz del reino y tu... – ahí me quedé momentáneamente en blanco, a la madre apenas la conocía - ... Tuuuu, tu,...... ¡Ay joder! – me sorbí los mocos – Tu eres una grulla ponedora de pis.
Giré sobre mis talones y salí chocando con el resto de las mesas cuando todo parecía diluirse a mi alrededor.

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EN UN VELADOR DEL PASEO MARÍTIMO VALENCIANO

Javier se rasca la cabeza. Mira a Cosme pensativo y apura su pacharán.
- Joder Cosme... Estas cosas casi que mejor no se las cuentes a mi hermana o no te auguro futuro como cuñado. Pero cada vez veo más lejos la forma en que te “tocó la lotería”. Me has prometido sincerarte conmigo. Ya sabes que si el origen no es “muy ilegal”, yo te perdono – le dice medio riéndose. Al fin y al cabo le va a regalar un piso. - Si es por mi hermana. No me gustaría que compañeros míos (policías) fueran a dejar a mis futuros sobrinos sin su padre, por que va a tener que pasar largas temporadas en el “hotel” Meco....
Cosme le hace un gesto con la mano, quitando hierro al asunto.
- Ya estamos llegando al asunto Javier, ya estamos llegando...

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HACE DOCE AÑOS EN LA METROPOLI

No recuerdo como aparecí en mi casa. Lo que sí sé es que para cuando desperté habían pasado casi dos días. Me levanté tarareando en mi mente “tara,tara,tara”. Era un mantra que me gritaba a mi mismo para no pensar en lo que me había ocurrido. Por supuesto era inútil. Tenía perfectamente claro el percal: la había cagado pero bien.
Como un clarividente, al bajar a la calle para desayunar en el bar de mi urbanización, sabía que en el buzón me estaba esperando el correo. Efectivamente, allí estaba mi carta de despido.
Creo que me sumí en un depresión que acabó con brotes paranoicos. Puede que pasara un mes o mes y medio. No hacía nada, como si el subsidio de desempleo y mis ahorros fueran a ser eternos. Había alquilado “Memento” en el video-club y los cacharos de cocina se apilaban con restos de comida preparada en el fregaplatos.
Después de ver la película, tal vez influido por ella, aunque no se tratara de lo mismo, me entró un arrebato paranoide. De pronto lo veía todo claro. Los datos iban encajando como en un puzzle. Claro, que de no estar tocado, me habría percatado de que primero soltaba la premisa y después la hacía cuadrar...

Sí, Santiago me estaba esperando, el muy cabrito lo tenía todo muy bien planeado. Era un envidioso, siempre fue un envidioso y mi ascenso fue la gota que colmo el vaso.
¡Y que bonito!, señalarme aquel tugurio tan cerca del restaurante para proponerme después uno más alejado. Él sabía que yo estaría nervioso, incluso puede que pusiera el chicle en el asiento del autobús, incluso puede que fuera disfrazado en el mismo, detrás de mi...
Lo vi clarísimo. Sabía que finalmente yo optaría por el bar más próximo para que no se me hiciera tarde. Por supuesto el ya estaba compinchado con los del local. Seguramente habían contratado una furcia con el aspecto de Verónica y un vestido igual, pues Santiago también conocía a mi novia, a mi ex-novia, y le habían hecho aquella foto.
Todo cuidadosamente estudiado, todo cuidadosamente planeado para que yo lo echara todo a rodar. ¡Chapó Santiago!, me descubro ante tu astucia – pensé.
Como en una películ,a me imaginaba a mi amigo, a mi queridísimo amigo, haciendo el papel de chico bueno. Al bribón de rizos pelirrojos, alegre, chistoso y consolador. ¡Pobrecita Verónica!. ¡Qué fácil le debió resultar ser su paño de lágrimas!. ¡Qué fácil debió conseguir ocupar mi lugar!. El señor Mesnada, además, ya se habría hecho a la idea de tener un testaferro para sus operaciones para cuando diera el salto a la política. Santiago le caería como lluvia providencial... ¡Chapó Santiago!, ¡Chapeau, de moreau!.

La paranoia se incrusto en mi mente como una verdad revelada, como la verdad con mayúsculas, como la realidad más real que jamás nadie pudiera imaginarse. Mi mente, “rucu, rucu”, se puso en marcha. Ideé un plan A, un plan B e incluso un plan C.
Yo tenía unos veinte mil euros ahorrados y estaba dispuesto a jugármelo todo a una carta. Di por supuesto que todo era tal y como lo había imaginado.
A la mañana siguiente cancelé mi cuenta en el banco. Metí todo el dinero en una mochila y me encaminé al tugurio donde habían comenzado mis desdichas.
Al llegar allí, ¡oh casualidad!, estaba la misma parroquia de la última vez. Algo se les revolvió en el estómago. Notaba que mi profecía era cierta.
- ¡Hola compañeros! – dije socarrón.
- ¿Qué quiere tomar? – Dora se dirigió a mi de forma seca, los jóvenes jugaban con desgana al billar.
Giré mi banqueta para que me escucharan todos.
- No me andaré con bobadas. Aquí tengo una bolsa con veinte mil euros. Mi amigo “Popi” tiene otra igual y la esperanza de obtener otra más si vuelvo con él antes de una hora. Si no regreso, vendrá aquí a buscarla y se llevará por delante a quien sea para obtenerla. El ya os conoce... – dejé caer.
Después de soltar toda esa serie de faroles me entró el pánico. Pensé que quizás todo fuera una locura mía y que esta gente no sabía de que narices les estaba hablando.
Sin embargo, permanecían serios. Se habían dispuesto en semicírculo entorno a mi persona. Me escuchaban. Reprimí el subidón de euforia y adrenalina. La única sombra es que parecían cabreados, aunque algo me decía que no era conmigo.
- Bien, - mantenía la compostura - , no sé lo que os habrá pagado Santiago. Estoy dispuesto a daros esta bolsa si me ayudáis. Es sencillo, quiero hundir a ese hijo de puta. Quiero chantajearle y todos obtendremos mucho más de lo que llevo aquí. Esto será sólo calderilla. – hice una pausa para hacerle a Dora una señal de que me pusiera un lingotazo.
- Puede que estéis pensando en pasar de mi y hacerle a Santiago, el maridito de Verónica y yerno del futuro señor Alcalde de no sé donde, el chantaje por vuestra cuenta. – estaba totalmente convencido de que eran así las cosas - Os voy a decir por que no es buena idea – me puse más serio – En primer lugar, por que podréis pasar de mi pero no de “Popi”. En segundo lugar, por que Santiago sabe que sois testigos incómodos y puede contratar a varios “Popis”. Yo lo conozco mejor y puedo sacarle el dinero de golpe. Si se ve pillado por varios frentes, pagará. Por supuesto que pensará en eliminarnos, pero para cuando pueda reaccionar, ya habremos puesto tierra de por medio... yo por lo menos. Así que vamos a tener una sesión de fotos con la doble de Verónica y le amenazaremos con publicarlas. – Justi, el tío que había enseñado la foto de mi supuesta exnovia, sonreía.
- Mira colega, no te rayes, que nosotros somos legales a nuestra manera. Vamos a colaborar por que queremos. Por que queremos joder a ese cabrón.
Dora interrumpe:
- Es que encima el muy rata sólo nos pagó dos mil euros por la faena. No, tío, nos fiamos de ti. De verdad, no era nada personal. Por cierto, que el Justi tiene buenas noticias. Sé que te van a gustar.
El joven se acariciaba sus musculitos de chulo de barrio y me pasó una cámara digital.
- Ves dándole, colega. Sí, no hace falta buscar a una doble. La tía esa es una ninfómana de verdad. ¡Joder!, yo creo que ya la conocen en los After-Hours de toda la ciudad. Le gusta pillar a un maromo y hacerlo de forma salvaje en el retrete. Cuanto más cutre, más le pone. – Todos rompimos a reír.
Ante mi tenía una verdadera galería fotográfica de mi adorada y virginal Verónica.
- Tíos – dije con firmeza - , tenemos que darnos prisa. Más tarde que temprano a alguien también se le ocurrirá la idea de sacarle la pasta a la familia Mesnada. ¡Vaya putón despendolado!.
Juntando las manos sellamos la hermandad. Tan seguro estaba de su fidelidad que hasta reconocí que mi “Popi” era un farol. Eso habría sido imprudente de no haber estado imbuido de aquella claridad de mente. Es probable que me ocurriera como al del chiste: Era un paranoico que creía que le perseguían , pero que además... le perseguían.

Todo fue rodado. Abordé a Santiago y mi ex-yerno, que pusieron cara de vinagre. Le enseñé las fotos y les di garantías de que me ocuparía de arreglar todo si me daban la mísera suma de quince millones de Euros.
Podía oír como si fuera mi propia voz el run-run calculador de Santiago. Mi preciado amigo era ambicioso, muy ambicioso y probablemente rencoroso. Sabía de sobras que estaba maquinando deshacerse de mi. Sin embargo, el caso del señor Mesnada era completamente distinto. Necesitaba la política y como buen hijo de burdel era miedoso: pagaría. De hecho, miraba de soslayo a su yerno y testaferro con más desconfianza que a mi.
El viejo hijo de puta tenía miedo de que Santiago hiciera alguna tontería. Como buen trapicheador y hombre de negocios, tenía a mano varios billetes premiados y auténticos de la lotería, de esos que se compran para lavar dinero negro. Fuimos en procesión a depositarlo al banco, claro. No soy un bobo que compra un recorte de cartón falso.
Cuando nos despedimos, el señor Mesnada se dirigió por última vez a mi. Incluso me dio un apretón de manos; lo cortés no quita lo valiente:
- Hijo, - me dijo – si vuelves después de esto a cruzarte en mi vida, tendremos que optar por otras soluciones ¿lo sabes, no?.
Lo que traducido quería decir que si volvía a chantajearle dejaría que la decisión de que hacer recayera en el maquiavélico Santiago. Hay que reconocer que el señor Mesnada era un mal nacido que sabía calibrar a la gente. Ni por un momento se tragó las buenas intenciones de Santiago, simplemente necesitaba un yernísimo y allí estaba él.

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EN UN VELADOR DEL PASEO MARÍTIMO VALENCIANO

- Lo demás ya lo conoces, Javier. En fin, después de repartirnos el dinero decidimos disolver la sociedad y poner tierra de por medio. Los colegas del bar y yo éramos gente sensata, al fin y al cabo. Aquí en Valencia compré unas propiedades con dinero absolutamente legal y no me ha ido mal. Sé lo que estás pensando, que hay chantaje de por medio. Yo lo llamo justicia.
Javier levanta su tercera copa de pacharán y saluda a Cosme.


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EN CASA DE JAVIER

Javier, policía y agente del CNI, hace trotar a su ordenador por diversas bases de datos confidenciales. Escucha la puerta de su casa. Debe ser Aurora, su mujer, que viene de hacer la compra.
- ¡Cariño!, ¿Estás en casa?
- ¡Sí! – le responde.
Sabe que su amigo y futuro cuñado no tiene nombre falso. Rastreando en la Seguridad Social obtiene los datos de la empresa para la que trabajaba hace doce años. Evidentemente no era del señor Mesnada, pero casi: Quesada. Poco a poco va atando los cabos sueltos.
- ¡Cariño! – le vuelve a gritar su mujer desde la cocina – Nos ha llegado la factura del taller. Tenemos que pagar la academia de Laurita. ¡Ah ¡, y acuérdate del regalo de Luís.
Javier piensa que su Aurorita está mejor callada. Cada vez que abre la boca es para señalar un agujero económico.
Siguiendo con su investigación llega a la conclusión de que no hubo testaferro alguno llamado Santiago. Sencillamente la constructora cesó en su actividad poco después de que Cosme la abandonara.
Ha conectado con los archivos policiales. Su programa compara datos y la luz verde se enciende.
- ¡Qué no se te olvide que tenemos que ir a la cena!. ¡Me he comprado ese vestido que te dije! –
Javier se levanta y sale de su despacho:
- Aurora, déjame tranquilito un rato. Ya hablaremos luego, ¿vale?.
- Si supiera Cosme que le estás investigando... Como haces con todo el mundo... ¡Con lo buen chico que es! – le responde su mujer.
Vuelve a su ocupación y se enciende el enésimo cigarro.
Es curioso que los archivos confidenciales sobre las amantes de ministros y ex-ministros , las almorranas de Fefé y toda clase de personajes públicos, están llenos de datos y en perfecto orden. Sin embargo, todo lo referente a tramas delictivas, terroristas, etc., es un puto caos. A él le da igual, es de “infantería”, o lo que es lo mismo, no es nadie en “la casa”. Casi mejor. ¡Qué país!.
¡Oh!, parece que hemos pisado mierda – piensa. Javier se siente un poco deprimido. Se han confirmado sus peores sospechas. La empresa constructora de Quesada desaparece por que en ese año ocurrió un crimen horrible en Las Rozas. El matrimonio Quesada y su hija de veintidós años fue terriblemente asesinada. Les robaron joyas por valor de cientos de millones de las antiguas pesetas.
¡Mierda de perro!. Javier llega a la conclusión de que su futuro cuñao es un pirado de cuidado. No lo puede afirmar al cien por cien, pero casi está seguro de que fue así como obtuvo el dinero. Luego lo blanquearía con lotería, claro. Vamos, que le entró la paranoia de que su novia era una zorra y luego hizo de la necesidad virtud al vengarse. Los informes dicen que los padres murieron a causa de certeros impactos de bala. De la joven hay fotos espeluznantes de la autopsia y relatos de cuchillas de afeitar, torturas.... inenarrable. Hay que hacer algo – se dice Javier.



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EN LA COSTA

- ¡Javier!, que han llamado por teléfono, ¡que viene ya!.
¡Joder!, esta tía siempre a gritos – piensa el policía. Después se dirige al frigorífico a por una botella de champán francés. Tiene en el bolsillo las llaves de su BMW y las hace sonar.
- ¡Venga Aurora!, yo ya estoy listo. Nos vamos a perder el nacimiento de nuestro sobrino.
El matrimonio abandona el chalet de doscientos metros cuadrados que tienen en la costa.

2 comentarios:

Southmac dijo...

hey, has migrao!

JessicaSpagnola dijo...

I did move in a country where I can find busty asian titty fucking me =)