16.10.06

EL MURMULLO DEL ARROYO INSTILA GOLPES DE FUERZA A MI INDOMITA PARSIMONIA

sinapsis

Lo tiene escondido en el cuarto de las cosas. No se atreve a decírselo a nadie por miedo a que sea mentira y le tomen por loco. Lo ha tenido que atar. ¡Cómo se movía el condenado!.
En el ascensor se encuentra con su vecina. Sabe que lo espía por la mirilla cuando viene puesto el fin de semana. Total, por tomarse unos ginc-tonics y cantar: “Escándalo es un escándalo...”.
No es que le guste Rafael, pero cuando bebe...
El portero ya le está mirando con esa cara.
- ¿Qué tal Andrés, a trabajar?.
Andrés le hace un gesto afirmativo, pero piensa:
- “No, me voy a capar gatos a las siete de la mañana, ¡no te jode!.
Odia el retintín del portero. ¡Ojalá pudiera hacerlo desaparecer con el pensamiento!. No es posible. Es algo que lleva intentando desde pequeño y sabe que no. Siempre tuvo la esperanza de que, tal vez, algún día se le otorgarán poderes mágicos. Si lo que tiene en el cuarto es lo que piensa y no fruto de algún delirio, puede que ahora sí consiga algún tipo de poder o algo.
Aparca el coche en el parking de la superficie comercial en la que trabaja. El sueldo es una mierda y los compañeros imposibles.
Marta ha vuelto de vacaciones. Es la jefa de las cajeras y estaría de buen ver si no se hubiera quedado preñada este verano.
- ¡Hoola Marta!- Andrés le da dos besos a Marta.
- Ya ves – dice ella – de vuelta a la mina.
- ¡Vaya moreno que traes!. Veo que Miguel y tu habéis encargado un hermanito para Iván.
- ... No, es que hemos estado en Cantabria y me he pasado un poco comiendo – se sonroja.
- Esto... Me llaman por ahí... –
- “Ya hemos metido la pata – piensa - . Bueno, entre su baja por lumbalgia y las vacaciones hacía tiempo que no la veía. Pues nada, que se ha engordado un poquito. ¡Ay, la edad!, que estragos hace en todos nosotros.”
Cuando Andrés llega al glorioso departamento de marketing ( donde personas con cabeza y brazos se encargan de decorar el templo comercial ), ve a Luisma, su jefecillo, hablando con el pijo de recursos humanos ( también se denomina RRHH, como si ese tipo de departamentos fuera una comunidad autónoma o algo distinto a una colección de soplapollas con psicología nula y una extraordinaria habilidad para seleccionar al menos indicado para el puesto más desatinado).
- ¡Hombre, Andrés!, le comentaba a tu jefe que ya está bien de que los de decoración vayáis por libre. ¿Qué os parecería llevar un uniforme que diera un aspecto más corporativo?.
Durante unos segundos, Andrés se queda callado.
- ¿Para qué?. Nos pasamos el día colgados de la escalera cambiando anuncios. Es mejor que llevemos ropa cómoda.
- No, en serio – insiste Germán ( mister RRHH ) - Aquí nos tenemos que dejar la piel por la empresa. Seguro que tu jefe, el bueno de Luisma, daría la piel de su prepucio, ja, ja. – se ríe con la gracia de una sandía.
- Pues va a ser que no – responde Luisma - , estoy operado de fimosis...
Los pelotas de Agustín y Lourdes le ríen la gracia. Andrés y Clara se ponen a trabajar pasando de todo.
Mister RRHH se va. Luisma se rasca el trasero con disimulo y dice:
- Ya lo habéis oído. Tendréis que poneros uniforme. Es verdad que no me había fijado, pero da muy mala imagen veros a cada uno de cualquier manera – refuerza el argumento estirándose la manga de su traje. Es para que todos veamos la belleza de sus gemelos a juego con la aguja de la corbata.
Andrés no tiene el día templado y en vez de callarse, habla.
- ¡Joder!, vamos a ver, todo el mundo sabe, excepto los gilipollas, que el personal de mantenimiento, limpieza, reponedores, etc, somos invisibles. ¡Es un hecho científico!. Hasta que trabajé aquí ni siquiera sabía que existían. Alguien limpia, alguien cuelga los cartelitos de mierda, alguien quita y pone las cosas... pero eso al público le importa un carajo. No-nos-ven. Entonces ¿Para qué andarse con ostias?. O lo que es peor, ¿qué sentido tiene que nos vean?. Precisamente la ventaja de estas cosas es que pasen inadvertidas... Vamos, digo yo – termina encogiéndose de hombros.
Luisma pone cara de vinagre y su fingido buen rollo de jefe-colega termina.
- Mi-mira, si eres tan listo se lo dices a don Roberto ( su padre ) , que es uno de los que han propuesto la idea.
Andrés está quemadito.
- Pues vale. Hablando del rey de Roma, por ahí va, hacia la sección de embutidos para verle el culo a Yenifer.
Andrés le hace gestos a don Roberto. Este se gira extrañado y se acerca componiendo la cara de jefazo responsable.
- Hola, que tal. ¿Quería usted algo?. – Don Roberto tiene que mostrar cierta irritación por que debe hacer ver a sus subordinados que gesticular no es la forma correcta de dirigirse a un superior ( y menos con un traje tan elegante como el suyo ).
- Sí. Le comentaba a su hijo que lo de ponernos uniformes me parece una gilipollez y que es algo que sólo se le ocurre a los soplagaitas...
Don Roberto se queda sin palabras. Luisma se queda sin palabras. Andrés se queda tan tranquilo y no para la maquina que está imprimiendo “melones de oferta”, amontonándose en el suelo.


Andrés supone que le van a despedir. No le importa por que anoche capturó a un duende, a un duende auténtico. ¿Porqué no?. ¿Es acaso más absurda la existencia de ese ser que el hecho de estar en una gigantesca pelota que da vueltas alrededor del sol?. ¿Es más absurdo que las estrellas?. A lo mejor el duende le da poderes. Será comedido en la venganza.
Al llegar la hora de salida va con las llaves de su coche en la mano. En el parking del centro comercial, junto a los carritos de la compra, está el 4x4 de Luisma. Sin preocuparse de si le ven o no, raya todo el lateral.
En el piso huele raro. El cuarto de las cosas tiene el aspecto de una caja sorpresa. Andrés no puede con los nervios y casi no se atreve a abrir la puerta. ¿Y si todo ha sido un sueño?. No, se cercionó de que era verdad. A pesar de los cinco ging-tonics, cuando agarró al bicho se concentró en recordarse que era real. Sí, está seguro. Además, todavía tiene los arañazos en los brazos.
Antes de abrir la puerta repasa mentalmente: “Ayer por la tarde me fui al bar de Pablo y me tomé algún cubata, después me volví directo a casa y en el rellano me encontré al duende. ¡Coño, que sí, que es verdad!”.
Al encender la luz ve una sombra que se esconde debajo de una caja vacía. El condenado ha debido soltarse de sus ataduras. Con cautela, levanta la caja y agarra al duende por el cuello. Entre chillidos, el ser le da un mordisco y se queda tumbado cara arriba.
A pesar de los chorretones de sangre, Andrés mira al bicho con más detenimiento. No se parece en nada a lo que tenía en mente. El hubiera jurado mil veces que era un duende. No obstante es un bicho antropomórfico con los ojos hinchados y unos labios que se parecen a los de Kate Moss.
Empiezan a asaltarle dudas. Ahora está seguro de que “eso” es un animal. ¿Pero qué coño es?. Le da dos toques con la mano, pero parece como aletargado. ¡Qué no cunda el pánico!.
Para templar los nervios enciende el televisor. Su programa favorito: “Sucedió en Madrid”.
- “Un centro veterinario de Carabanchel ha denunciado la desaparición de un mono Capuchino. El animal perdió la cola por la extraña infección que padece. Tiene la cara hinchada y es muy contagioso. Si alguien da con el animal, que avise a las autoridades sanitarias inmediatamente, pero que bajo ningún concepto lo toque. Aquí tenemos a Gerardo Cepeda, su veterinario.”-
- “ Bueno, Ching, que es el nombre del animal, padece una extraña enfermedad. No es normal que sea agresivo, pero sería recomendable no acercarse. El pobre tiene también estreñimiento crónico e hidrocefalia idiopática. Su lugar es nuestra clínica veterinaria. Recuerden, no lo toquen. “
Andrés se queda pensativo. Ahora lo comprende. Es un mono-duende. Bueno, respecto a la hidro no sé qué, no puede ayudarle, pero le aliviará el estreñimiento.
En la farmacia de guardia no hay ni Dios. Una señorita sale de la rebotica y le mira con cara de circunstancias. Cuando Andrés va a pedir el medicamento entran como medio millón de personas que estaban escondidas en una alcantarilla.
- Buenas tardes, me da supositorios para el estreñimiento, por favor.
- ¿Cómo dice? – le responde la boticaria.
- “Mira que me he preocupado de vocalizar correctamente, pero la bruja se tenía que hacer la sueca” – piensa Andrés.
- Decía – suelta en voz medio-alta – que venía a por supositorios para poder cagar.
La parroquia pone cara de circunstancias y la farmacéutica le sirve el medicamento con total diligencia.
- Serán tres euros con cincuenta – le dice con tono de “yo no soy nadie”.
Andrés rebusca en sus bolsillos y entre tanto se gira hacia el primer cliente que tiene al lado.
- El otro día – comienza a contarle sin venir a cuento – mi prima Eugenia vino a casa con veinte euros en monedas. Yo le dije: “ ¿De dónde has sacado toda esa calderilla?”. Ella se encogió de hombros y me dijo: “ Es que un señor que venía detrás de mi me iba tirando monedas por delante”. Entonces yo, al fijarme en su minifalda le respondo: “Pero tonta, ¿no ves que lo hacía para verte la bragas?”. Y ¿a qué no saben lo que me contestó?... Dijo:“Pues se tuvo que joder, no llevo...”
En la farmacia no se oye ni una mosca.
Andrés, una vez que ha pagado, se va. No puede evitar decir antes de salir:
- No llevo... bragas. ¿Entienden?....
“¡Qué gente más sosa!”, piensa.

Al llegar a casa se encuentra a su hermano Vicente en la sala de estar. Andrés es presa del mal rollo. No es por nada especial, pero el tono paternal de su hermano le acaba jodiendo siempre un poco.
- ¿Te has caído por aquí, frater?.
- Hola Andrés – comienza serio - . He estado esta tarde hablando con Luis Miguel y don Roberto.
- “¡Vaya!” – piensa Andrés.
- Acompañaba a mamá al súper cuando nos cruzamos con ellos.
- “Ya está el capullo soltando las cosas poco a poco. ¡Como le gusta dosificar su cháchara como si fuera medicina!. Menos mal que no puedo odiarlo.” – runrunea para sus adentros.
- Antes de que me vengas con gaitas de que si te tienen por que desgravan a hacienda y tal – asevera Vicente - , que sepas que siempre han sido amigos de nuestra familia y nos han ayudado mucho.
- “Comenzó el sermón”.
Vicente se levanta y rebusca en el bolsillo de su abrigo. Como quien no quiere la cosa saca varios botes de una cosa que no puede dejar de ser “las pastillas”.
- La enfermera de don Miguel me ha dicho que hace semanas que no vas a por las recetas – le mira como esperando respuesta.
Finalmente suspira y hace un gesto negativo con la cabeza.
- Andrés, Andrés... Ya sabes lo peligroso que es que no te tomes la medicación. Recuerda lo que le pasó a papá...
- “ Que lo jodísteis entre todos” – se dice a sí mismo con convicción.
- Esto... ¡Joder Vicente!. Ayer mismo se me acabaron. Iba a ir dentro de un rato al consultorio. De todos modos, gracias.
- Don Roberto me ha dicho que te comportabas raro. Luis Miguel también está preocupado. Además está de mala leche por que alguien le ha debido rayar el coche nuevo. Don Roberto, ya sabes como es, ha dicho que eso le pasa por no molestarse en meterlo al sótano, ya que al centro comercial van muchas mujeres en coche – dice Vicente esbozando media sonrisa.
- “Seguro que a él le han reído la gracia. Si lo cuento yo me denuncian a liga feminista. Como mucho un silencio sepulcral como en la farmacia. ¡Que se joda Luisma!” – Andrés sonríe, quizás demasiado.
- Pues nada hermanito, que me tengo que ir. En serio, ten mucho cuidado con saltarte la medicación. Sabes que aunque te encuentres bien, en poco tiempo las cosas son como son...
- No hay miedo frater – le responde agarrando a su hermano del brazo y dedicándole una mirada de confianza e intachable reponsabilidad.

Ya está sólo. Andrés piensa que nadie puede sospechar que lleva más de un año sin administrarse ese veneno. No obstante, tendrá que ser más cuidadoso, el no ir a por las recetas ha sido un error. Lo único que le molesta es que no sabe que hacer para que le despidan. El sólo quiere que lo declaren inútil y vivir de una pensión de inutilidad. En fin, le aplicará los supositorios al duende. Este no tendrá más remedio que sentirse agradecido. Sí, sospecha que las cosas van a ir muy bien a partir de ahora. Incluso el picor que tiene en los ojos y el extraño sarpullido que intuye en su espalda son una molestia menor. Las cosas ruedan bien.
- ¡Duende!, ¡duendecillo!. Ven aquí que te voy a solucionar el atasco.
En un rincón, el pobre duende, su cabeza hinchada y sus ojos presos de un exoftalmos severo, ven como se acerca Andrés con uno de los supositorios.
- “Podrías quitarle el papel de aluminio, joputa. – piensa el duende con terror. “

2 comentarios:

Southmac dijo...

hostias, el otoño te inspira, cabrón, jajajajaj

PERCEBE dijo...

Hola south. No es autobiográfico, yo estoy bien. - dijo percebe.
"Excusatio non petita... acusatio manifesta" - dijo un mono con toxoplasmosis.
¡Calla!.