21.8.07

Aunque camine por el valle de las sombras...

ancient tree

Oculto en el desván con pensamientos sombríos, soy presa del pánico ante el incierto futuro que me acecha. Como si fuera un juego, así comienzan los desastres inesperados: una bruma que se va formando a medida que se nos hiela la sonrisa. ¿Qué es la vida?, dijo el poeta. Cuando arriba es abajo, cuando lo blanco es negro y todo se desmorona, nuestra mente es incapaz de permanecer firme e incólume. Contacté con otro mundo, y al caer el velo, su furia se volvió contra mi.

Mi nombre es Klaus Hunter, breve boticario de Seven Hills. Llegué a esta aldea hace diez meses procedente de Danzing. Mi familia me dejó el suficiente dinero como para poder empezar una nueva vida en el Nuevo Mundo, y sin querer, acabé en contacto con otro más antiguo y tenebroso.
A pesar del nombre, no hay siete colinas ni cerca , ni lejos de Seven Hills. Quizás el fundador tenía la esperanza de erigir una nueva Roma. Hace apenas unos meses habría dicho: "quien sabe, a lo mejor un día nos convertimos en una próspera urbe". Hoy estoy convencido de que contiene un alma peor que la que tuvo Port Royal.
Mi ego "volteriano" se reía de los que pensaban que el cataclismo que barrió aquel puerto pirata, aquella nueva Babilonia, era el puño de Dios. Sigo pensando que se equivocan, pues estoy convencido de que en el universo lo único que habita es la zarpa de la oscuridad y el terror. Todo lo que parece puro es una sima de corrupción, y cuanto más brilla, cuanto más luminoso se presenta, mayor maldad esconde.

Los lazos comerciales que tuvo mi familia me hicieron conocer el melancólico luteranismo de los holandeses. Por eso, al llegar a este continente intenté no establecerme en ninguno de los abundantes pueblos en los que éstos se han asentado. También quise guardarme de los católicos escoceses, que siendo menos fanáticos, no dudan en esgrimir la religión como excusa para comenzar una buena pelea, pues tal es el sentido que esta gente tiene de la diversión... al margen de usar falda ( kilt le llaman por no hacerlo por su nombre. Una falda es una falda). Las grandes ciudades de la costa, a lo Nueva York o Filadelfia, están infestadas de ingleses. Su puritanismo es frío y funcional, pero su flema los hace insoportables.
Así que encontré acomodo en una bella población llena de bosques y pastos, y de compatriotas prusianos, algunos ingleses, algún holandés, pues no existe la perfección, ni rastro de escoceses, ya que añoran las tierras altas y suelen ir donde hay montañas, y finalmente irlandeses. Los hijos de Erim son católicos como los escoceses, aunque a diferencia de estos, suelen pelear entre ellos y no es común que busquen pendencia con los demás salvo, eso sí, que les derrames la cerveza.

Mi casa se la compré al señor Buchwald, un bávaro ( supuse entonces que papista) por el que sólo sentía lazos en cuanto a trato y lengua. Aún recuerdo su sonrisa burlona:

"- Así que se quiere instalar como boticario... -
- En efecto señor Buchwald. He observado que carecen de ese servicio en Seven Hills.
- Bueno, es que los lugareños huimos de la enfermedad..."


Había comprometido una fuerte inversión en material y productos, incluso una partida de Scoparia dulcis y Goniophlebium attenuatum de Venezuela por intermediación de un tal D’Arnault. Con los sucesos de Bostón , nunca supe si la carga llegó o no a puerto. En cualquier caso, gran parte de los bienes que compré me habrían sido inútiles de haberlos tenido.
La gente del pueblo no me acogió mal, pero siempre mantenían una reserva y distancia calculada. Conforme pasaban las semanas, me empezaba a intrigar el hecho de que no requirieran mis servicios. Nadie enfermaba y no existía médico en varias millas a la redonda.

La vida de los colonos transcurría con aparente normalidad. A pesar de huir del fanatismo religioso, me extrañó que no existiera ninguna iglesia. Cuando tuve la oportunidad de sacar el tema se me respondía con evasivas , y se aducía que para mantener la concordia en el pueblo, cada cual mantenía sus ritos en privado. Mi natural despistado no pudo obviar el hecho de preguntarse de qué vivía la gente. Al parecer lo hacían del comercio de pieles y otras materias primas que compraban a los Mohaws. Una vez al mes venían de Filadelfia unas carretas con productos que eran intercambiados y nutrían el almacén. En realidad sólo había una tienda en la aldea y era allí donde todos compraban lo que necesitaban. No dejaba de ser insólito que no hubiera nadie que se dedicara a la agricultura o ganadería. Parecían todos pequeños burgueses que vivían de sus trapicheos con los indios. Ante un asedio Seven Hills moriría de hambre, puesto que dependía por completo de los bienes que adquirían en Filadelfia.

Los únicos establecimientos comerciales eran "el almacén" regentado por la anciana Mill y la cantina de Frizt Hegerberg. No había nada parecido a un ayuntamiento ni edificio oficial. Tenía la impresión de haberme enterrado en vida y mi peculio se iba gastando sin haber hecho una sola venta. Llegó el momento de plantearme como iba a vivir. Rondó por mi cabeza la idea de coger el camino de la metrópoli, pero me rebelaba contra el fracaso.

"- Señora Mill, perdone que le moleste... ¿habría alguna posibilidad de trabajar en el comercio con los Mohaws ?.
- Claro señor Hunter. Nosotros no queremos forzar a nadie. Lleva usted un mes aquí y no se le ha molestado ¿verdad?. La partida de Nick Szymanski estará encantada de acogerle. No vamos a permitir que se muera de hambre. "

Al amanecer estaba en la plaza del pueblo. Junto a Nick llegarón nueve personas más. A algunas las conocía de vista, pero no había entablado conversación con ellos. La verdad es que en el mes que llevaba allí no había establecido lazo alguno con casi nadie. Incluso las pocas veces que había ido a la cantina de Frizt lo único que conseguía era una sensación desasosegante. Los parriocanos bebían sin apenas hablar, sentados como estatuas en los incómodos bancos de madera sin desbastar.

"- La señora Mill nos ha dicho que se quiere unir a nuestra partida.
- Bueno - respondí - algo tengo que hacer, je, je - quise decir de forma simpática , aunque nadie rió.
- Puede guiar a una de las mulas y seguirnos.
"
Durante el trayecto nadie pronunció palabra. Emprendimos la marcha por un camino que en breve se convirtió en sendero. Al cabo de dos horas ya no sabía donde me encontraba. El paisaje era hermoso y lleno de exuberancia, junto a un riachuelo y frondosos árboles. En un claro nos esperaban varios indios. Supuse que era una delegación de guerreros. Intercambiaron palabras en su idioma con Nick y les seguimos.
Subimos campo a través por un terreno semirocoso. Al llegar a la cima de la colina pudimos divisar un poblado que se desparramaba por el valle.

"- Señor Hunter, como este es su primer viaje y no está familiarizado con nuestros negocios es mejor que se quede aquí."

No me atreví a contrariar a Nick en mi primer día de trabajo, así que siguiendo sus instrucciones me quedé en un improvisado campamento junto a dos de los indios que nos habían guiado . Me molestaba no poder ver el precioso poblado del valle y que hubiera tenido que bajar a media altura del cerro junto a dos salvajes que no hablaban ni una sola palabra en lengua civilizada conocida. Con cara de circunstancias observaba como la noche se cernía sobre mí y mi singular compañía. Los indios extendieron unas mantas y tuvieron la deferencia de ofrecerme otra. Al poco rato , sólo el crepitar de unas extintas brasas rompía el silencio junto con la respiración rítmica de los indios que dormían a baba batiente.
¿No hay bichos por la noche?. Hasta en mi Danzing natal se escucha el concierto nocturno de grillos y alimañas en la campiña. Pero allí la calma era sepulcral. A pesar de haber luna llena, en un momento dado la oscuridad pareció caer con más fuerza. Lo atribuía a mi estado de duermevela, pero habría jurado que un enorme manto negro, casi líquido , iba inundando la tierra. Junto a ello fui presa de un sentimiento de abatimiento absoluto. Es como si la tristeza y la inminencia de muerte se aliaran para aturdirte y despojarte de cualquier idea positiva y ganas de vivir. Afortunadamente me dormí.

El rocío perlaba mi rostro. Szymanski había regresado junto con los otros indios. No traían mercancías.
" - Nick, ¿no ha habido negocio?
- Ee.. Sí. Cobraremos en la aldea de nuestros socios - dijo señalando a los indios."
La experiencia nocturna había agotado hasta mi curiosidad. Llegamos al poblado Mohaw donde una comitiva nos esperaba. Había de todo, pieles, bellas manufacturas y tallas de madera, junto con sacos de especias y otros productos. Los niños se escondían tras sus madres y se adivinaba cierta desconfianza. En cualquier caso, el respeto, quizás teñido de temor , estaba presente. Las mulas no podían con todo el material, así que buena parte de las pieles las repartimos entre nosotros para llevarlas a la espalda.
De vuelta a Seven Hills, Nick me pagó diez chelines. No estaba nada mal.

Las mujeres y los niños solían estar recogidos en casa, pero al atardecer se los podía ver deambulando por los pastos junto a sus hermanas mayores. Observando con atención el hecho, chocaba que no jugaran a las actividades violentas que tanto gustan a los pequeños. No sé si fue la primavera o mi abstinencia desde que abandoné Prusia, pero todas las muchachas se me antojaban de una belleza salvaje, telúrica y primigenia en el sentido carnal del término. Era incapaz de sentir el infantil enamoramiento que inspiran las damiselas bonitas. Una de mis primeras obligaciones tenía que ser la de introducirme en sociedad. Llevaba más de un mes allí y mi vida era más solitaria que la de un leproso. Sabido es que son las madres y abuelas quienes hacen de casamenteras. Resolví caerles bien y dar a conocer mi condición de disponible.

Comprendí que la botica no me iba a dar de comer allí. Abandoné la tarea de ordenar mi fallido negocio y decidí ir a la cantina de Fritz para relacionarme un poco. En ese momento llamaron a la puerta. Un muchacho de ojos extraviados me entregó una nota.
"Estimado señor Hunter, en vista de que ha decidido formar parte de nuestra comunidad, le comunico que sería conveniente que acudiera a la tienda esta noche a eso de las diez. Atentamente Mill."
La misiva me intrigó tanto que suspendí mi incursión en la taberna. Permanecí en casa devanándome los sesos sobre el motivo por el cual me había convocado la anciana señora Mill. Pasó la idea por mi cabeza de que podría pedirme matrimonio, pero lo peor es que mi sangre comerciante no descartaba a priori la idea...

Desde lejos se podían ver las luces de las velas a través de las ventanas del almacén. Varias personas entraban allí. Supuse que la tienda de la señora Mill haría las veces de centro social. En la amplia trastienda se habían dispuesto mesas en circulo provistas de comida y cerveza. Allí parecía haberse congregado todo el pueblo. Otra vez me sorprendió ver a los niños sentados como adultos sin alborotar, y sin embargo, sin dar la imagen de cansina somnolencia que aqueja a los infantes cuando se aburren. Empecé a sentir miedo, pero se disipó con la amplia sonrisa que me dedicó una linda señorita a la que supuse hija de Nick Szymanski. La señora Mill ofició de maestra de ceremonias llamando la atención al hacer sonar su copa con una cucharilla.
"- Buenas noches hermanos. Hoy tenemos entre nosotros a un nuevo miembro de nuestra comunidad. Casi todos conocéis al señor Hunter. - Al decir aquello, todas las miradas se volvieron hacia mi. Demasiado frías , me pareció.
- Señor Hunter - titubeo - Quiero que sepa que somos buena gente.... Ya habrá comprobado que vivimos del comercio con los indios. Creo que es conveniente y honesto que sepa que es lo que intercambiamos con ellos."

A medida que la señora Mill me iba contando su fabulosa historia, yo me sentía cada vez más intrigado y mis temores pasaban a segundo plano. Era presa de la primitiva fascinación que da el poder y los saberes ocultos. Todo el pueblo hizo una demostración de lo que se manifestó ante mi como la realidad de las cosas. La verdad es que es difícil de explicar. Siempre creí que uno se labraba su propio destino, pero al observar la naturaleza de los elementos, tuve que aceptar que la cosa es más complicada.
Una vez aprendido es fácil andar, y como si de un sexto sentido se tratara, en aquella sesión me enseñaron a ver... y a manejar lo que se desplegaba ante mi. ¡Si hubiera sabido que luego iba a ser incapaz de librarme de aquello... ! Lo peor es que mientras a mi mente le repele, mi cuerpo todavía siente ansias por conectar y al resistirme a ello emerge con más fuerza, como cuando se aguanta la respiración y el instinto de supervivencia te exige tomar aire te guste o no.
La visión del mundo sin el "velo" es tenebrosa pero atractiva. Creo que nuestra mente no es capaz de analizar y comprender lo que "ve". Igual que es difícil decirle a un ciego de nacimiento qué es la visión, el mundo sin el "velo" es en cierto modo inaprensible para nosotros y lo aceptamos a nuestra manera. Eso explica situaciones absurdas, que además se ven reforzadas por el hecho de que no todo el mundo las percibe igual, aunque en el fondo de modos muy similares.

El mundo adquiere un aspecto pétreo... arenoso para otros, e incluso metálico. Donde antes estaba una mesa, sigues viendo una mesa, pero también te das cuenta de las relaciones que tiene con el resto de elementos mediante una red de ¿cuerdas?¿hilos?...
Todo está relacionado. Como después comprobaría, los hombres tienen multitud de conexiones y de "lastres". Sí, no es lo mismo que de alguien parta una cuerda que arrastra a una anguila tenebrosa que una rueda de fortuna... o de infortunio. Durante la sesión creí que las personas carecían de tales lazos.... No es así, el precio de poder eliminar el "velo" es que te desconectas del universo. Lo que nosotros llamamos azar no es exactamente aleatorio, de hecho las agrupaciones de acontecimientos y las curiosas tribulaciones de nuestra vida están sujetas a una serie de contrapesos y tensiones que le dan un aspecto coherente. Desconectarse te acaba llenando de vaciedad y al estar desligado de la causalidad, los efectos son pobres y anodinos... razón por la que el cuerpo se va volviendo más dependiente del veneno de usar el poder para mover hilos, cortar cuerdas e interponer figuras de destino a los demás, al haber perdido el propio.

¿Cómo no van a ser los niños taciturnos si flotan en el universo aislados?. Al igual que como ya he dicho es difícil explicarle a un ciego lo que es la visión, también es difícil que se entienda qué significa estar desconectado. Lo tomaran como al individuo que vive sólo y sin amigos.... y no, no tiene nada que ver con eso. Alguien puede estar más solo que la una y sin embargo podrá sorprenderle tanto el infortunio de romper una taza en equilibrio, como la fortuna de encontrar un penique en el suelo de la alacena.
Sí, los que tienen la capacidad de traspasar el velo también encuentran un penique si se cruza en su campo de visión... no es eso, pero temo que fracasaré por mucho que intente hacerlo comprender. Si no tienes ojos no ves.

Las reuniones sociales eran un tanto forzadas, pero en la aldea se producían con más regularidad de lo que pensaba. El primer mes, como no estaba integrado ( o en cierta forma sí... ) no era partícipe de la comunidad. Una vez iniciado, de forma monótona recibía las invitaciones a los ágapes, creanme, intrascendentes, que regularmente ,ofrecía la señora Mill. Allí fingíamos ser normales y deliberábamos sobre las futuras misiones que ofreceríamos a los indios a cambio de mercancías. Todos eran conscientes de mi presencia y al parecer por un ridículo pudor no se me confió todo el abanico de cometidos que brindábamos a las distintas tribus vecinas. Es como si temieran decepcionarme por realizar actos que podrían parecerme reprobables, a pesar de que lo más grave se había hecho ya al ser arrancado de la realidad.

Las primeras actuaciones que realicé en el grupo de Nick Szymanski se limitaban a tirar del hilo de las cosechas o colocar tensores que llevaran a las piezas de caza hacia sus trampas. A cambio los indios nos daban sus productos que después venderíamos a los comerciantes de la ciudad que venían con sus carros y un instintivo recelo para sólo tratar de negocios con nosotros y nada más. Siendo Seven Hills una sima que por inercia es evitada por los hombres, me preguntaba qué hilos o lazos llevaron hasta allí mis pasos.

Al tercer mes, decidí darme un paseo por el lugar de la primera misión a la que fui con los hombres de Nick, cuando todavía no tenía la capacidad de tirar el velo. Por el camino me esforcé en usar el poder y vi las implicaciones de árboles y animales. El paisaje vibraba y resonaba en un caótico concierto, pero firme y vivo. Pude observar como un tejón tenía un lastre de incertidumbre y sin proponérmelo lo enlacé a una cadena de acontecimientos que pondrían fin a su vida. No fue intencionado, sencillamente el instinto de nuestra capacidad es destructivo y de alguna forma pugnamos por convertir a nuestro entorno en lo que somos. En condiciones normales el suelo, la hierba, los matorrales, los arbustos, tienen un palpitar característico, una rugosidad a modo de piel de la que salen hilos entrelazados con el resto de las cosas. Me iba acercando a la cima del cerro tras la que se hallaba aquella aldea a la que nos guiaron los Mohaws. La tierra parecía más plana y lisa de lo que cabría esperar. Desde la altura, fijé mi vista en el valle donde hacía dos meses bullía la actividad y la vida. Todo tenía un aspecto marmóreo y yermo. Apenas unos cabos deshilachados unían un árbol con el río. La muerte había anegado a aquellas gentes y reducido a nada. Tenía ante mi la evidencia de la desolación, pero ignoraba de que fuerzas y contrapesos tiraron los hombres de Nick aquella vez. No sé si fue una epidemia, un ataque de locura colectiva que les llevó a matarse entre ellos, o que simplemente desinflaron la salud y el vigor de esos indios cercenando su enlaces vitales. El resultado no fue sólo que ahora un poblado entero está muerto, si no que también sus tierras lo están. Un forastero que pase por aquí, salvo que caiga herido o por causas de fuerza mayor, evitará descansar aquí.

Las personas con capacidad para ver sin el velo causamos algo peor que el odio en el resto de la gente. Todos los seres humanos tienen sus lazos de envidias, odios, amores, temores y recelos. Eso son palabras que ahora sólo puedo saborear como quien únicamente paladea el sabor de tiza. Puedes engullir un exquisito plato de pudín de carne, pero el gusto es terroso... eso nos ocurre con las relaciones humanas. Lo normal es que nos eviten, pues no tenemos lazos con el mundo. Claro, como somos mortales, como a pesar de todo estamos conformados de fluidos, carne y huesos, si nos ven nos saludan. Si recurrimos al patético truco de atar uno de sus hilos a un poste sobre el que estemos apoyados, el sujeto en cuestión se girará hacia nosotros e incluso puede que nos salude de forma cortés. El pobre hombre se preguntará que narices le hace permanecer frente a ese poste... en el que además parece haber alguien junto a él. Cierto es que esa "invisibilidad social" nos hace candidatos idóneos para perpetrar todo tipo de fechorías. Salvo que junto a nosotros se produzca un hecho fabuloso que de rebote haga que alguien repare con detenimiento , ante la pregunta "¿había alguien más allí?", la respuesta será: "Sí, había alguien, pero la verdad es que no sabría describírselo, supongo que sería un tipo de lo más común y anodino... la verdad es que no puedo decirle ninguna característica especial y si tuviera que definirlo diría que un don nadie".

Al contarle a Nick que había descubierto lo ocurrido en el poblado, éste , por reflejo de su antigua condición supongo, hizo un fingido intento de rubor o disculpa por el hecho.
"- La verdad, señor Hunter, es que a veces las peticiones de nuestros clientes son un poco sombrías, pero al fin y al cabo son ellos los que así lo quieren. Piense que si dos tribus rivales se odian y van a la guerra todavía podría haber más víctimas. Ellos son los que pagan, ¿se pregunta el vendedor de cuchillos que uso se le va a dar a la herramienta?."
El sofisma no es que me convenciera del todo a pesar de la evidencia de que nosotros no solamente no somos el vendedor , si no que somos cuchillo y mano al mismo tiempo. El caso es que el vacío al que estamos condenados nos enajena de las cuitas de los demás y el ser partícipe de acontecimientos, aunque sean escabrosos, nos hace sentirnos imaginariamente unidos al mundo del que fuimos desligados.

En las reuniones posteriores que se dieron lugar en el almacén de la señora Mill, salía con más frecuencia el tema de la seguridad. Se temía que las peculiaridades de Seven Hills acabaran teniendo eco en el resto del mundo y aunque nuestro vacío hace que la ruta a la aldea sea evitada, podría darse el caso de que se nos acabara viendo como una amenaza y que de alguna forma nos destruyeran. Ya quedó claro que mi botica seguiría siendo en apariencia lo que es, a pesar de ser inútil, pues carecemos de lazo con la enfermedad. Se discutió la necesidad de atraer a una maestra, un juez, etc. En definitiva , en generar una apariencia de normalidad y respetabilidad para que nos dejaran en paz.
Comprendí que mi llegada a Seven Hills no fue fruto de la casualidad si no de que algún agente de la población tiró de mi. Al día de hoy sigo sin saber quien fue, pero tampoco importa, la decisión seguramente fue tomada por todos y si no me hubieran cazado a mi , otro boticario habría sido el elegido.


Al noveno mes de ser "boticario" de Seven Hills, y al octavo de mi transformación, llegó la maestra. Se llamaba Helen Bauer y era natural de Friztburgo. Volviendo a la analogía de los ciegos, quien es ciego de nacimiento no sabe lo que es ver, pero quien pierde la vista, aunque sea incapaz de ver sí puede soñar con ello. En teoría no podía sentir lazos afectivos ante ella, pero si era capaz de evaluar su belleza y armónica disposición. Así como el ciego que vio puede soñar con fabulosos paisajes, yo podía soñar con lazos inexistentes. Visualmente lanzaba cordones de afecto para atraer a Helen, pero realmente la única forma de que reparara en mi con interés era la del patético truco del poste. Podía ligarla a cualquier cosa menos a mi. Podía hacer que acudiera a la misma hora frente a mi casa, podía incluso forzarla a saludarme y entablar conversación interponiéndome en su camino... pero jamás sentiría nada más que lo que siente hacia una piedra... ni aun eso, puesto que personas y cosas también establecen lazos.

Pronto sería invitada a su iniciación en la sede de la señora Mill. La anciana es importante para la comunidad ya que es capaz de transmitir el don, o la desgracia del poder de quitar el velo. Algo en mi interior pugnaba por evitarlo. Quizás soñé que sentía aprecio por Helen Bauer, pero la verdad es que soñé que era capaz de sentir el miembro mutilado. Helen Bauer era la excusa que escondía mi añoranza de ser parte del mundo y la realidad, de no ser una roca resbaladiza que se desliza por el universo y que puede tirar de muchos hilos menos del suyo propio. Y esto es lo que me ha llevado a manipular y mover lastres que hacen que me esconda tembloroso en mi desván y desoiga las llamadas de mis vecinos. He dislocado redes enteras para que la milicia del Rey llegue hasta aquí con la esperanza de que de alguna forma vean la sima de destrucción que somos y pongan fin a esta presencia de muerte. Aquí acaba mi diario y pongo término a mis memorias y probablemente mi vida.



- ¡Señor Hunter!, la señora Mill dice que es importante que baje a la plaza, se avecinan jinetes y debemos estar todos allí. ¿Me oye señor Hunter?
Klaus Hunter se acurrucó en su escondrijo. La visión se le activó de forma inconsciente y se percató de los lazos de los muebles y piedras de la casa. Por la ojival ventana del desván vislumbró un pálido hilo de plata unido a él. Nunca lo había sentido, estaba seguro de estar desligado de todo. De pronto creyó que tal vez hubiera conseguido conectar con Helen y que su vida podía volver a tener sentido. Bajó corriendo las escaleras y salió a la calle.
Allí estaban todos, incluida la señorita Bauer que había acudido por curiosidad ante el escándalo. No, Klaus Hunter no estaba ligado a ella. De hecho, todos los vecinos menos Helen tenían ese hilo plateado que llevaba directamente a la señora Mill, la cual se acercaba a los congregados. En los diez meses que Klaus llevaba en Seven Hills nunca vio a la anciana fuera del almacén. Aquel día, a la luz de la luna, se manifestaban tanto las ataduras de sus siervos, como la fortaleza con la que los tenía atados.
Los jinetes llegaron y lo primero que observó Klaus es el vacío que rodeaba al oficial que los comandaba. No era un vacío total, de él surgían hilos plateados hacia algunos de sus hombres y otro dorado y brillante que le unía a la señora Mill.
- ¡Querida Elisabetta! ¿Hace cuanto que no nos vemos? - dijo el oficial.
- Mucho, George, apenas dos veces desde que abandonamos Salem... unos más escaldados que otros - rió.
- Cuando noté que alguno de tus chicos estaba jugando con fuego no pude resistir la tentación de venir a visitarte. - dijo el oficial mirando a Klaus.
- Ya aprenderá a no cometer tonterías, ¿acaso la araña ignora cuando los mosquitos se mueven por su red?. Es la estupidez lo que hace que algunos crean que pueden ser maestros de espadas cuando están condenados a ser yunques.
- Hablando de armas - terció el oficial - Dada la guerra que se avecina creo necesario esconder aquí un buen arsenal alejado de curiosos. ¿Todos los movimientos bien?¿Está garantizada la ruptura de la Liga de los Iroqueses para cubrir nuestra retaguardia?.
- Por supuesto George, todo está atado como debe ser y conviene a nuestros intereses, querido. - le dijo Elisabetta Mill.

Lo lugareños no entendían muy bien lo que pasaba a pesar de sorprenderles los hilos de plata que les ligaban a la anciana. La más desnortada era la joven Helen Bauer que dando saltitos gritaba:
- ¡Qué bien, un desfile nocturno!
A Klaus Hunter le dio por reir y bailar imitando los movimientos de una grotesca marioneta.

Seven Hills 1774. En algún lugar de Nueva Inglaterra.

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