9.9.05

AL OESTE DEL PECOS



Jonh Wright observa a Michael Mac Nord en el camastro. La sangre de sus pulmones ya está seca sobre la manta. Se esconden en una cabaña cerca de Ruidoso, entre el río Grande y el Pecos. Se supone que Apaches y Navajos se encuentran confinados en reservas desde que fueron metidos en vereda por el Coronel Kit Carson hace bastantes décadas. Sabe que hay algunos merodeando por ahí. Billy el niño está criando malvas y Gerónimo hace años que se rindió. En este vacío, ¿qué hay que hacer para ser famoso?. Seguramente lo que ocurre es que la frontera ha perdido interés. La culpa es de España y la inminente guerra con ella. Nadie tiene en cuenta a viejos forajidos que van muriendo de tisis por los caminos en los albores de un nuevo Siglo. Sólo queda él, además de Andrew “el Cerdo” y sus dos hermanos: los bobos de Kevin y Arnold. Estos últimos no son nada, son chusma de baja estofa y culpables de que no los tomen en serio.
Bueno, no hay que ser tan estrictos. El problema es que les falta clase. Con el debido entrenamiento quizás se pudiera convertir a Andrew y sus hermanos en algo más presentable; incluso a Kevin. La clave esta en la presencia. Deberían tener cierto toque de uniformidad en el vestir a la hora de dar los golpes. Si se es ingenioso o, ¿porqué no?, incluso gracioso, se pueden cometer la mayores tropelías y generar admiración entre la gente. Lo tiene decidido, tendrán una imagen corporativa, con chalecos irlandeses o algo.
- ¡Andrew! - grita Jonh - tenemos que hacernos con unos chalecos irlandeses...
De la habitación contigua sale el hermano pequeño de éste con cara de pera.
- Jonh - dice Kevin con la boca llena de tocino - , mi hermano dice que la mujer que secuestramos se ha muerto.
- Nuestro compañero Mac Nord también - responde con sequedad.
- Ya, pero Andrew ya la ha usado y yo no. No me deja ahora que está muerta por que dice que da mala suerte.
- No me calientes la cabeza Kevin, estoy pensando en que vamos a hacer. No somos famosos, no salimos en los periódicos y sin embargo nos acechan todas las autoridades de Nuevo Méjico.
- Si Jonh, pero todos os habéis acostado con ella. Andrew dijo que esperara mi turno y como es tan bruto la ha matado a golpes justo antes de que me tocara. Creo que lo ha hecho queriendo. - Insiste un imperturbable Kevin.
- ¡¿No me estás escuchando?!, tenemos que pensar algo para salir de aquí.
- Si John - continúa como si nada - , pero que más da que la use ahora. A mi me da igual que esté muerta, yo nunca hablo mientras culeo.
Jonh Wright mira a Kevin a los ojos. Lo ve claro, no va a parar de dar la paliza.
- Vamos a ver Kevin, muchacho, ¿no sabes que si a la muerta le entra el “rigor mortis” cuando lo hagas, podría atraparte la polla y quedarte atascado como si te mordiera un lagarto?. - Jonh tiene la esperanza de asustar a Kevin y que le deje en paz.
Kevin hace un pucherito de disgusto y se dispone a marcharse.
- Kevin, ya sabes lo que te puede ocurrir, así que coge una pala y entierrala junto al pobre Mac Nord detrás de la cabaña, esa furcia empezará a oler dentro de poco y con un muerto por enfermedad tenemos bastante. ¿De acuerdo?. Avisa a tus hermanos, tengo que hablar con ellos.
Kevin asiente con cara de aprensión y fastidio.
Mientras Kevin va a realizar su encargo, Jonh Wright y los otros suben a la colina para inspeccionar los alrededores. A lo lejos, una polvareda confirma sus peores temores. Los malditos indios han avisado a las autoridades y se dirigen a la cabaña para darles caza.
- ¡A los caballos!, tenemos que huir de aquí echando humo.
- ¡Kevin!, si no has terminado de enterrar a la muerta déjala y prepara las monturas - vocea Andrew a su hermano - , tenemos que irnos. Hemos sido descubiertos.
De la parte trasera sale Kevin sosteniendo el cuerpo de la mujer del herrero y lloriqueando.
- ¡Andrew!, ¡Andrew!. Jonh me avisó pero no le creí, ¡me he quedado atascado!.
- ¡No pensé que eso fuera posible! - piensa Jonh.
- ¿Cómo que te has quedado...? - Cuando Andrew entiende lo que pasa no puede terminar la frase. La risa nerviosa casi le ahoga y tiene que ayudar al estúpido de su hermano para subir al caballo con su “fardo”.
Los cuatro, o según se mire, los cinco, galopan hasta que los espumarajos de los caballos indican que no pueden continuar.
Han dejado muy atrás a sus perseguidores. En la cueva, Kevin tiene que hacer una carnicería con su machete en el cadáver para liberarse. Su hermano Andrew sigue riéndose, lleva horas haciendolo y no puede parar. Por fin se fija en la mirada perdida de Jonh, y tomando aliento a causa de la asfixiante risa, le pregunta:
- Dime Jonh, ¿para que queremos unos chalecos irlandeses?.
- Para ahorcarnos -contesta con la serenidad de quien da los buenos días.

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