30.1.06

LEYENDAS DEL HOTEL RIVERSIDE DE PRAGA

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En una colina de Moldavia. Tiempo presente.


En la colina pelada, la lluvia remueve las tumbas del pasado. Dimitru Serebian vuelve la mirada hacia el cuatro por cuatro, pero deja sus paranoias a parte; allí no hay nadie. El Dniester se intuye a lo lejos, no tanto por que sea visible tras la espesura, como por el olor de la saludable y nueva empresa química del cuñado del “camarada” Tarlev. Dimitru votó por el Bloque Democrático, pero el peso de la vieja guardia del Partido ( el antiguo PCUS ruso ) tiene todo atado y bien atado en una de las más pobres ex-repúblicas de la URSS. ¡Grandioso futuro el de Moldavia!, piensa mientras sigue cavando. No entiende como no se han reunificado con Rumanía tal y como fue reconocido tras la Primera Guerra Mundial. Después todo fueron atropellos y “hechos consumados”. En el fondo, como dice su abuelo, no debería darle vueltas a asuntos políticos que le pueden traer sólo desgracias y ninguna recompensa. Mientras sigue dándole a la pala en el lugar indicado por su “cliente”, piensa en lo que le ha ocurrido al desfigurado líder ucraniano por oponerse a los pro-rusos. El pobre, que se parecía a Alain Delon, hoy es primo de Freddy Kruger. Bueno, por lo menos ya no es obligatorio el endiablado alfabeto cirílico, los pro-rusos se conforman con mandar. Además, el pueblo rumano-moldavo ha perdido los cojones: no fueron capaces de organizar una guerra civil como Dios manda... ¡Bah!, unas escaramuzas de mierda y ya está.
El Profesor Ludendorff le dijo: “ recoga usted todo lo que no sea tierra del lugar que le he indicado, es sencillo. “. Dimitru maldice a todos los científicos locos y caprichosos. Lleva varias horas dale que te pego con la pala y de momento sólo hay tierra con olor a podrido. Cuando está a punto de renunciar, y muy a su pesar, puesto que si no hay “botín” no hay dinero, encuentra lo que parece ser la parte superior de un baúl de viaje de vete a saber cuando. Efectivamente, es un baúl. Dimitru lo tendrá que cargar a pulso en la parte trasera del Lada. “La verdad es que salieron buenos estos coches” - piensa -. Las instrucciones del Profesor eran que buscara todo lo que pudiera haber en un radio de cinco metros. Le han debido tomar por una empresa de obras públicas. No obstante, sigue con su búsqueda no cosa no satisfaga al Ludendorff de los cojones y se quede sin cincuentamil euros. “¿Porqué pagaría nadie semejante fortuna por unos trastos viejos?.
Está despuntando el alba y no han dejado de aparecer cosas, la mayoría inútiles e inservibles. Hay trozos de tela, huesos de animal, latas de conserva y madera podrida. Cuando cree que ya ha terminado se topa con lo que parece una lápida, después van apareciendo más junto con todo tipo de restos humanos. Dimitru se desespera y decide hacer esa llamada por el móvil a la que está autorizado sólo en caso de verdadera necesidad.
- Profesor Ludendorff , soy Dimitru., tenemos un problema.
- ¿Qué ocurre?. Le dije que no me llamara, las autoridades de su país pinchan sistemáticamente todas las llamadas y mi misión es de vital importancia. No sabe hasta que punto.
- Tranquilo, Profesor Paranoias. Son tan torpes que al intervenir todas no pueden fijarse en ninguna. Se lo dice un ex-guerrillero que nunca fue capturado.
- Bueno, ¿qué es lo que ocurre?.
¡Pi-po-pi!: “El teléfono móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura”.
- ¿Profesor?, perdone, pero en Moldavia las comunicaciones no son nuestro fuerte.
- ¡Nada hombre!. Usted siga llamando, tal vez consiga que alguien se fije y la jodamos.
- Iré al grano - Dice Dimitru - Esto parecen los restos de un cementerio. Debe ser de cuando reformaron campo santo de Slobozia. A parte de un baúl sólo hay lápidas y huesos. Toda esta mierda no cabe en mi coche.
- Tengo que asegurame de que está ahí lo que busco - murmura con voz trémula Ludendorff . ¡Vale!, nos la jugaremos, si están tras mi pista, están tras mi pista. Abra el baúl.
- Hay ropas viejas, un cuaderno de la Universidad de Kazan año 1888 y una petaca de plata con un águila en relieve.
- ¡Sabía que fue él!. Mire si aparece el nombre de Mihail Saratov por alguna parte.
- Si, en la primera página del cuaderno tiene puesto el nombre. ¿Quien era este tipo?.
- No le pago por hacer preguntas. Cierre el baúl, asegurese de que la petaca va dentro y no la abra, tendremos que hacerle unas pruebas forenses delicadísimas. Nos vemos en el punto de encuentro.
- ¡La leche!, si no le llego a llamar cargo mi Lada con medio cementerio.
- Dimitru, me tenía que asegurar que bajo ningún concepto perdiéramos ninguna pieza importante. ¡No se de una piña con el coche!. Ahora que lo tenemos no la cague y cobrará lo suyo. ¿Paniemayo?.
- ¡No me hable en la lengua del imperio, cabrón! - a la mierda el respeto, uno tiene dignidad -. Ya voy para allí.




Enero de 1887, Sala de estudio de la Escuela de Leyes de la Universidad de Kazan.

Un joven delgado y fibroso de profundos ojos marrones se deleita en las luces del crepúsculo que paulatinamente van dando paso a la oscuridad como fuerza reveladora. Su mirada, un cruce entre lo que podrían ser unos ligeros rasgos asiáticos, o bien una ceñuda concentración, no repara en el el otro joven que tal vez con devoción, y quien sabe si algo más, se ha sentado a su lado.
- ¡Vladimir Ilyich Ulyanov, queda usted detenido en nombre del Zar!.
- Ah, Mihail. Tienes que practicar más si quieres asustar a alguien. Además, no te has presentado correctamente. Me tendrías que haber tirado al suelo primero - el rostro de Vladirmir se torna sombrío - y después de golpearme con la culata del fusil, anunciar educadamente mi detención mientras me presionas con tu bota en el cuello.
- Lo siento, no quería recordarte lo de tu hermano. Quería hablar contigo. - El, por lo común, risueño Mihail, tiene ahora una expresión más madura.
- Estás muy serio Mihail, ¿de qué quieres hablar?. -le dice Vladimir.
- Te van a acabar echando Vladimir. No sigues el camino correcto y de ese modo nunca triunfará la Revolución. Si me escucharas...
- ¡Por favor, Mihail!, no empieces otra vez. Yo soy ateo, no entiendo tu mística. Hay que hacer lo que hay que hacer, te lo he dicho mil de veces. El triunfo de la revolución está cerca, lo sé.
- El problema es que no escuchas, Vladimir. No tienes que creer en nada, simplemente saber que funciona. Mi madre era sirvienta en una familia de rancio abolengo de Königsberg. Allí...
- Sí - le interrumpe Vladimir -, ya me lo has contado, siempre la misma cantinela y no: no voy a ir a Prusia, colarme por la chimenea como un vulgar ladrón y hacer caso de tus estupideces. Me caes bien - dice con una sincera ternura -, pero de verdad, con tu pose religiosa nunca serás un buen revolucionario.
- Tu eres la mejor persona que he conocido, Vladimir. Eres el más indicado para cambiar el mundo a unos niveles de tal esplendor que ni el Mesías podría lograr. Pero te falta Fe y sin ella no triunfaras jamás. Algún día estarás solo y desesperado. No te preocupes Vladimir, yo estaré allí cuando creas que es demasiado tarde. Entonces creerás.
- Vale, vale, Mihail. Mira, te aprecio, de veras que te aprecio. No en el sentido que lo haces tú - al decir esto, Mihail se siente descubierto y embarazado. Su homosexualidad es evidente, pero creía que más discreta - , pero me caes bien. La revolución triunfará por la fuerza de la razón y no a través del Opio del Pueblo.
- Para no ser religioso eres muy doctrinal - replica con cierto resentimiento Mihail.
- Y tú para ser tan místico tienes la boca muy grande. Si estas dispuesto a seguirme ve haciendo las maletas. Pienso ir adelante en mi idea de la asamblea a favor de la libertad de expresión y no creo que el rectorado lo soporte. Mis días en Kazan están contados.
A Vladimir le cae realmente bien su amigo Mihail. No es una amistad para compartir con sus contactos políticos. Un místico homosexual no es la mejor tarjeta de visita en los ámbitos revolucionarios. De todos modos, Mihail no le conoce a fondo. El centro de su corazón está colmado de un odio brutal al género humano y al pueblo ruso en particular. Ellos le arrebataron a su hermano y ni siquiera tiene el consuelo de maldecir el nombre del tirano Alejandro III. Su hermano, que también se llamaba Alejandro, fue colgado por el “delito” de participar en una trama que no quería otra cosa que librar a las rusias de ese maldito Zar.

Siglo XIII A.C, en las llanuras de Ilion.

El ejército Aqueo golpea con la rabia del martillo de Hefesto contra su yunque: las tropas Troyanas.
En el fragor de la batalla, Eneas se siente víctima de una traición. Parte de los soldados del buen rey Priamo van dejándolos solos entre un mar de griegos. Su compañero Pándaro, que va junto a él en el carro de guerra, advierte su aprensión.
- ¿Qué es lo que ocurre?. Que ningún Argivo pueda decir que los hijos de Ilion tenemos miedo, ¿no somos acaso los favoritos de Zeus?.
- Los dioses son caprichosos... Me huele a encerrona.
Diomedes , que había pagado bien a la soldadesca de Eneas para que se lo dejaran a su merced, ve como si por un lado son traidores a su patria, por otro, permanecen fieles a la palabra dada ( eso sí, cubierta de oro). Con una rabia desconocida, lanza su jabalina contra el hijo de Afrodita, pero un golpe de viento hace que alcance a su copiloto Pándaro. Bueno, no deja de ser una buena pieza.
Eneas defiende con furia el cadáver de Pándaro. Nada le gustaría más a los salvajes Aqueos que mancillar el cuerpo de un notable troyano arrastrandolo con sus propios caballos. Sí, unos caballos dignos de los dioses que no está dispuesto a ceder, salvo que le cueste la vida. Más de quince griegos mueren por la espada del colérico Eneas. Sus corceles, asustados, hacen volcar el carro y son vulnerables. Eneas parece multiplicarse para defenderlos de la codicia de la soldadesca Argiva que mataría por conseguirlos. Diomedes, viendo que Eneas está rodeado, decide acercarse para darle el golpe de gracia. En ese momento, un estúpido troyano se le interpone en su camino. De un mandoble le parte el cráneo, pero su espada se quiebra. No le arrebatarán la gloria. Agarra un pedrusco y lo arroja a la cabeza de Eneas, pero la serpiente escurridiza hace una finta, a pesar de la cual, es herido en la cadera. Quebrado su fémur, Eneas cae al suelo y ve como Diomedes, que se ha hecho con una lanza, se le acerca relamiéndose los labios.
La negrura se cierne sobre Eneas. Diomedes levanta su arma y cierra los ojos de placer cuando arremete contra el caído. Para su sorpresa, nota como la punta golpea con el duro suelo. En una nube ve a la maldita Afrodita que arrastra a su hijo herido fuera del combate. Hirviendo de furia y lleno de rencor, Diomedes lanza su proyectil contra Eneas, pero la mano de la Diosa la intercepta derramando su sangre, el dorado icor, sobre las arenas del campo de batalla. Un Aqueo sin nombre, al abrigo de la confusión, recoge los restos de los fluidos de Afrodita poco después de que está abandone el escenario en el carro de Ares.
Diomedes es valiente, pero para enfrentarse al dios de la guerra hay que estar loco, una retirada estratégica es siempre prudente a la par que elegante. Se conforma con el botín de los caballos.


En las inmediaciones del Aeropuerto de Chisinau, capital de Moldavia.

El Profesor Ludendorff espera impaciente a que llegue Dimitru con su paquete. El banco en el que está sentado es de hierro oxidado y piensa que al menor movimiento se cortará con una arista. Ha pagado muy poco dinero para que le dejen embarcar su equipaje sin hacer preguntas. El problema es que su paquete no ha llegado y el vuelo a Praga está a punto de salir.
Un ruido de un frenazo se escucha en el aparcamiento. Ludendorff se acerca al lugar, no puede ser otro que el loco de Dimitru.
- ¿Lo tiene? - pregunta con ansiedad.
- Pues claro tío - Dimitru abre el portón trasero del Lada y le enseña el baúl.
- Perfecto. Hazme un favor, vaya dentro a por un carrito de transporte mientras yo aseguro el cierre con un candado.
Dimitru observa el candado corriente del Profesor Ludendorff y hace un gesto negativo con la cabeza. El que paga manda y va a por el carrito.
Ludendorff abre el baúl y coge la petaca y el cuaderno. Está inquieto y mira de soslayo a ver si hay alguien mirando por ahí. Con un suspiro y lleno de aprensión se mete la petaca y el cuaderno en el bolsillo interior de su chaqueta. Coloca el candado haciendo dos agujeros en la tapa con un punzón. No queda muy allá, pero no importa demasiado.


Al llegar a Praga, Ludendorff, no se preocupa de recoger el baúl. Lo que importa está a buen recaudo en su gabardina y además sabe que va a haber alguien esperándolo. No se equivoca, unos tipos trajeados con pinta James Bond de pacotilla, escoltan el paquete y lo introducen en un mercedes último modelo. ¡Qué les jodan!. En el cuarto de baño le ha dado la vuelta a la gabardina, le ha arrancado la parte inferior y la ha convertido en una chupa de cuero. Su tinte para el pelo y un afeitado de urgencia le convierten en el perfecto macarra postmoderno. La cumbre del G-8 no impide que obtenga una buena habitación en el Hotel Riverside. Allí esperará a su esposa Karen, pero antes tendrá que tomar más medidas de precaución.


Marzo de 1917, Suiza.

En el café del balneario, dos clientes que rondan los cincuenta años conversan ante una taza de chocolate recién hecho.
- Mihail, siempre apareces como un cuervo cuando estoy derrotado. He tenido muchos y sonoros fracasos, tal y como me dijiste. Me deportaron a Siberia, cumplido mi destierro me volvieron a exiliar, etc., etc. Cada una de las veces aparecías con tus cuentos y cada vez te decía que no son más que patrañas. Ahora sólo tengo curiosidad morbosa. ¿De verdad crees que puedes ayudarme?, ¿de verdad crees que tus místicos planes son infalibles?.
- Por supuesto Vladimir. Te lo dije hace... Sí, hace treinta años. Hubiera sido mejor entonces. Yo te prometí que un día estarías solo y sin esperanzas y que volvería a aparecer a tu lado con la solución. Pues bien, como nunca quisiste hacerme caso, yo personalmente llevé a cabo la empresa. Los Ludendorff tenían en su casa el arma secreta que el buen señor quería usar en su provecho para que venciera Alemania. Sus propósitos burgueses darían al traste con la era de prosperidad y paz que sólo la Revolución puede traernos. Varios años he estado al servicio de la familia hasta ganarme su confianza, años viendo el recipiente que nos dará la victoria. Esta arma se remonta a la noche de los tiempos. Pocos iniciados tenemos constancia de ella, pero te aseguro que funciona. Su logro más reciente fue la unificación de Alemania entorno a Prusia, pero sus vestigios son realmente antiguos. No es la única fuente de poder pero es de las últimas, si no la última, que queda en el mundo. Una leyenda dice que...
- Perdona que te interrumpa - Vladimir tose y se ríe -, sí, siempre te interrumpo. Como tú dices, no es necesario que crea, sólo que sepa que funciona. Te contaré un cuento en versión telegráfica. Líder bolchevique que en la mayor confrontación bélica de la historia es considerado pro-germano, o lo que es lo mismo, simpatizante del enemigo, llega a Rusia para salvarla de la tiranía. Mihail, el zar ha abdicado, yo he expresado en múltiples ocasiones que deseaba que Rusia perdiera la guerra y ahora hay un gobierno democrático que encabeza Gregori Lvov. Cuando las ranas canten ópera nuestros sueños se harán realidad.
- No pierdes nada por probar.
- De acuerdo, cuanto antes mejor. - dice un escéptico Vladimir.
- Tengo que avisarte de algo. En si mismo es infalible, pero sus efectos no son eternos. Cada vez que tomes un sorbo hay que rellenarlo con agua corriente para que conserve su poder. Sus efectos son razonablemente duraderos en el tiempo, pero no ilimitados. De vez en cuando hay que repetir las tomas. Otra cosa, no funciona como “magia”, no consigue que la historia se amolde a tus deseos pero permite que tú te amoldes a ella. Quiero decir que ahora que lo tenemos deberías esperar un poco. El gobierno de Lvov es reciente y la población, que va a seguir con los mismos problemas, tardará un poco en dejar de respaldarle. Dentro de unos meses todo irá sobre ruedas, hoy podrías tener algún contratiempo, pero en cualquier caso, con la ayuda de lo que te ofrezco, verás como los acontecimientos te llevan a tu destino. - Mihail hace un gesto con la mano, pidiéndole paciencia - Y otra cosa más, es importante que confíes en alguien, yo por ejemplo, para que dosifique las tomas. Sé que eres un hombre extraordinario y que lo harás bien, pero podrías emborracharte de poder y trastocarlo todo.
- Querido Mihail, soy ateo y no creo una palabra de lo que dices. Los poderes de persuasión que le atribuyes a tu poción mágica serán extraordinarios, sin duda - dice en son de burla - . Administralos como te plazca. Quien sabe, igual consiguen un medio para catapultarme a través de la Alemania en guerra para ser recibido con el clamor popular Ruso. ¡Bienvenido, oh Vladimir Ilich!, ¡Bienvenido, oh germanófilo enemigo de la Madre Rusia! - parodia Lenin.

Cuando pocas semanas después, Vladimir Ilich alias Lenin, se ve a si mismo en un tren privado y fletado por el propio gobierno alemán rumbo a San Petersburgo, su escepticismo se tambalea un poco. En seguida deshecha la idea. El amigo Mihail siempre le ha parecido un curioso y entrañable elemento. Es la única persona que puede aplacar de forma temporal su odio. Este sentimiento no ha dejado de crecer un solo día desde que colgaron a su hermano Alejandro. El Zar Alejandro III ya está muerto, pero ¡maldita sea!, si alguna vez consigue el poder que tiemblen todos sus descendientes... y que tiemble el mojigato pueblo ruso.


Estado Mayor Alemán, Mayo de 1917.


Hindenburg observa como el jefe de los ejércitos, Erich Ludendorff, está como ausente.
- ¡Pero bueno, Erich!, cualquiera diría que te asusta que los yanquis hayan entrado en la guerra. No tienen los redaños para aguantar lo que se les viene encima. Nuestra línea Sigfrido resistirá y tendremos la victoria. - Comenta el viejo General.
- Ya, ya... - responde con tono perturbado.
Un ordenanza entra en la sala y le hace señas a Ludendorff. Este sale y recoge el mensaje. Ha removido tierra, mar y aire para dar con la identidad del maldito ladrón de su secreto. La poción de Wottan en manos de un eslavo de mierda. Mihail Saratov de Kazan se entrevistó en Suiza con Vladimir Ilich Ulyanov. Eso dice el papel. Ha tenido que llevar la investigación con suma discreción, pues nadie, nadie debe enterarse del secreto.
Ludendorff vuelve pálido al consejo de Estado Mayor.
- ...Como decía, el buen Erich Ludendorff sabe donde está la victoria, ¿verdad?.
Erich Ludendorff golpea rabioso la mesa y dice:
- ¡Le pusisteis un tren privado para San Petersburgo!.
Nadie de la sala entiende nada y Ludendorff se da cuenta de que la furia le ha hecho ser indiscreto. En su maletín guarda dentro de un frasquito de colonia un pequeño sorbo. Dadas las circunstancias y sin la fuente madre , no es suficiente para sus planes, tendrá que esperar mejor ocasión. Si no es capaz de darle la vuelta a la guerra, que esta termine cuanto antes. ¡Mierda!, lo tendrán todo o no tendrán nada. Los arios, los siervos de Wottan son los llamados a controlar el mundo. Recuerda la conversación que tuvo con su prima Elga, la bonita y rubicunda Elga, cuando eran adolescentes.
- Así que tu también te has unido al culto estúpido del abuelo, ¿no?.
- Tú eres la estúpida. Wottan nos dio su sangre para proteger a los germanos. Ya conoces el Anillo de los Nibelungos, y tantas y tantas historias que confirman aquello en lo que cree nuestra familia.
- No es eso lo que dice el tío Klaus.
- ¡Bah, maldito hereje!, - refunfuña el joven Erich con hastío - eso de que son las lágrimas de Venus en Troya. ¿Desde cuando el amor tiene que ver con la guerra?.
- Bueno, más bien su sangre, - responde Elga - La guerra de Troya comenzó cuando Paris raptó a Helena. Eso es amor, ¿no?.
- Eres una listilla ignorante.
Erich no le dirigió la palabra en todo el día. A causa de ello, fue el primo Wilhem quien se la cameló y acabó follando en el trastero en aquella fiesta de cumpleaños. ¡Porca miseria!.


Praga, tiempo presente.

En el Hotel Riverside, Ludendorff ha vertido el contenido de la petaca en un frasco de zumo de pomelo. Lo guarda en la nevera y rellena la petaca con agua. Al transferir todo el contenido, el poder lo ha hecho también. Si no tiene ningún contratiempo, volverá a verterlo en la petaca, puesto que es más difícil que ocurra una desgracia como romperse. Si le capturan en Praga, se llevarán como botín una petaca de agua inútil y eso es algo que no se puede descartar. Cada vez está mas paranoico y su mujer no aparece.
Llaman a la puerta. Aprensivo, Ludendorff camina hacia la puerta cuando escucha a su esposa.
- ¿Me vas a tener aquí todo el día o qué?.
Ludendorff abre la puerta.
- Perdona el retraso cariño - le da un casto beso en la mejilla a su marido - , pero me he entretenido viendo cagar a las palomas sobre la estatua de Kafka.
- Veo que estas de buen humor.
- ¿Como quieres que esté?. Mi marido no se me quiere llevar en su viaje de negocios, pero me promete una bonita velada en Praga cuando sus obligaciones lo permitan. ¿Te crees que no lo sé?. Hubo un tiempo en que creí que tenías amantes, después descubrí que era tu obsesión por las leyendas de tu familia. Cariño - le dice con asco y ternura - , ha llegado un punto en el que he deseado que tus desvaríos fueran fruto de pelandruscas y no de tonterías.
- No son tonterías - grita en voz baja ( sé que es difícil pero puede hacerse ). No son tonterías . - continúa -. Lo he conseguido, Karen, lo he conseguido.
- Mira, cariño, hoy es nuestro aniversario y he prometido no enfadarme. Pero , ¡por Dios!, hasta en tus sueños eres patético. Según tus leyendas, ese poder se usaba para gobernar pueblos, que se yo, dominar el mundo. Tu sueño es convertir a tu empresa farmacéutica en el mayor imperio del planeta. Por favor, tus antepasados eran más románticos.
- ¡Ríete, inculta que eres una inculta!. Si supieras historia sabrías que muchos acabaron muy mal. Sí, yo soy un cobarde. Soy un cobarde que ha corrido riesgos que ni siquiera imaginas y que no está dispuesto a correr ninguno más. Un imperio farmacéutico es más de lo que nadie puede soñar y mucho menos peligroso. No, no soy modesto, soy un cobarde. Un cobarde que espera vivir muchos años y muy rico.
- Lo estoy viendo - se burla Karen - . Industrias Ludendorff, de filial de Bayer envasando pomada antihemorroidal a líder puntero en el tratamiento del cáncer y leucemia.
- Mi bisabuelo, Erich Ludendorff, le dio un sorbo de la poción...
- ¿Pero no se lo robaron? - tercia Karen.
- Sí - responde turbado -, sí pero se guardó un poco en un frasquito.
- ¡Ah!, se guardo un poco en un frasquito - incordia Karen simulando que tiene un frasquito entre los dedos.
- ¡Si ya te lo he contado muchas veces!, pero claro, no escuchas - Karen hace gestos y muecas de burla - Cuando el Punch salió mal se lo dio a Hitler y contra todo pronóstico convirtió a un risorio y patético partido en una de las fuerzas más importantes de Alemania. Hitler, que conocía el secreto, intento por todos los medios hacerse con la fuente. Sabía que Mihail Saratov era el ladrón y que era oriundo de Kazán. ¿Por que te crees que no quiso ceder en su empeño en Stalingrado?.
- ¿Porqué era idiota además de loco? - pregunta Karen con retintín.
- Nooo, por que quería llegar a Kazan a cualquier precio. Lo que no sabía es que Mihail ya se había refugiado en Moldavia desde los tiempos de Lenin. Cuando el dictador soviético mostró su verdadero rostro, fundó la Cheka y todo lo demás, Mihail huyó sin dejar rastro con la fuente. Muchos han seguido la pista, pero he sido yo quien finalmente lo ha encontrado.
- Vale cariño, he prometido no enfadarme y no lo haré. Vamos al restaurante del Hotel Riverside, cenemos como Dios manda y luego cuando volvamos a la habitación pediremos una botella de champán. - le dice guiñándole un ojo -
- No se por que sigo contigo si te burlas de todo lo que hago - dice Herr Calzonazos Ludendorff.
- Por que tengo un cuerpo irresistible y soy la única capaz de aguantar a un lunático y excéntrico como tú.
- Sí, un lunático que será el dueño de la mayor empresa farmacéutica del mundo.
- Vale, cariño, pero por favor, que no se te suba la fiebre a la cabeza y mandes al cuerno a Bayer. Una empresa que envasa pomada no está mal y nos permite vivir de miedo, no la fastidies.
¡Bayer es la que tiene que tener cuidado de no cagarla conmigo.! - remata por decir, aunque sólo sea una vez, la última palabra. La sonrisa de su adorada mujer le indica que no es muy convincente.


En la limusina que está a las puertas del Hotel Riverside en Praga

- Perdona el retraso, Franky, pero es que he vuelto a mi habitación por que tenía una sed terrible. Esto... Arranca que tenemos que tomar el avión, mañana tengo que estar en Vitoria. - mira debajo del asiento y dice con tono de sentirse más tranquilo:
- Menos mal, pensé que me había olvidado el clarinete, ahora todo está bien. Pues como te decía, tenía una sed terrible y he vuelto a mi habitación. Ya sabes lo que me gusta el zumo de pomelo - Franky está acostumbrado a que su jefe se vaya por las ramas - . Pues bien, voy a la nevera, me lo sirvo, me lo bebo y del susto tiro el resto al suelo. Se ha roto en mil pedazos. Ya sabes como soy, al ver todos esos cristales he pensado en los millares de cortes que me pueden causar. ¡Imagínate que me salta uno a la yugular y muero entre terribles dolores!.
- Pero, ¿Porqué te has asustado, Jefe? - tercia Franky.
- ¿Qué?. ¡Ah sí!. El zumo sabía a agua. ¿Lo entiendes?. Sabía a agua rancia - hace una mueca - ¡qué aaasco!. ¿Pero qué mente retorcida metería agua rancia en el bote de un zumo de pomelo?. Es que de pronto me he dado cuenta de que no era mi habitación, era la de un imbécil de al lado y claro, como el servicio de habitaciones estaba dentro limpiando o robando o lo que quiera que sea a lo que se dediquen los servicios de habitaciones... pues que me confundí.
Franky asiente simulando interesarse, lo curioso es que está vez le interesa.
- Además me ha pasado otra cosa. Cuando estaba yo preocupado por los millones de gérmenes patógenos que sin duda pulularían por el agua contagiándome, ¿qué se yo?, el herpes, la varicela, el ántrax, el SIDA, el embarazo psicológico, la diabetes no por que ya la tengo... En fin, ¿Te he dicho alguna vez que no me gusta escuchar a Wagner por que me dan ganas de invadir Polonia?.
- Mil veces, Jefe, y en tus películas también. ¿Has escuchado hoy a Wagner?
- ¡Exacto!, no, no lo he escuchado.
- ¿Y? - pregunta Franky
- Pues que tengo más ganas que nunca, Franky. ¿Tú crees que debería comentárselo a mi psicoanalista?
- Si es de tu agrado...
- No, mejor se lo ordenaré. Para aquí Franky que quiero hablar con unos señores.
Desde la limusina ve como el Jefe atraviesa el cerco policial hacia la cumbre del G-8, pero claro, ¿quien va a negarle el paso a Woody Allen?.

3 comentarios:

J.S. Zolliker dijo...

Muy bueno! algo largo, pero valió la pena!

PERCEBE dijo...

Gracias tú. Es verdad, es incómodo leer un texto largo en el la pantalla, pero a veces no sé hacerlos más cortos. Monterroso escribió:" Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí. FIN ". Pero claro...

Anónimo dijo...

k te enrrollas komo las personas, tirolés