10.8.05

POLTERGEIST


No habitamos en metrópolis heréticas. Vivimos en las cavernas. Tenemos la piel curtida por la incansable inclemencia del tiempo. En los arroyos turbios obtenemos la energía motora para desarrollar miasmas con que atormentar al mundo. Abogamos por la destrucción del bienestar y tranquilidad humana. Como tenemos garras, desgarramos, como olemos mal, atufamos y como somos feos, os asustamos. Invadimos también los sueños. Nos encanta reventar los viajes oníricos húmedos, en los que cuando el primo de turno va a tocar el cielo, le sorprende el careto del hombre del tiempo. Somos los encargados de acabar con el papel higiénico en casa ajena cuando sufres apretón. Somos los responsables de estropear la cisterna y que se salga el agua hasta el salón, donde espera sonriente tu novia con tu futuro suegro.
Hay rumores que nos achacan los accidentes de tráfico, el hambre en el mundo o el ataque agudo de almorranas. Eso son infundios, nosotros apenas creamos cosas, bueno sí, algunas sí, pero la mayoría de las veces sólo manejamos situaciones. Es un futuro que le espera a aquellos elegidos que opten por la transcendencia cómica en lugar de la simpleza o el olvido. Unos pocos podrán llegar a ser espíritus burlones, emisarios de Murphy o efluvios de gafe. El resto serán almas en pena, tan sólo escuchadas en aburridas psicofonías de estudiantes indolentes.
Con una pluma ectoplásmica te haremos cosquillas en la nariz cuando vayas a la entrevista de trabajo. Fluidificaremos tu nariz para que dos velas adornen tus morros.Te provocaremos descomposición cuando te encuentres ante la persona anhelada. Tus tripas sonarán como un tren expreso. Te daremos el golpe del olvido cuando sea imprescindible que te lleves las llaves y te haremos llegar segundos después de que se vaya el autobús.


Es la Ciudad de las Ciencias y las Artes. Un lugar bello e interesante con sol, playa y gente. En la Avenida Fernando el Católico, perdón, “Ferran el Catolic”, esperamos. En la marquesina de la parada hay un anuncio que nos promete la felicidad si comemos Pizza Sombrero. Llega el transporte público derrapando, una dentadura postiza vuela por la ventana.
- ¿Cuánto es ? - pregunto, sólo pregunto.
- Naf dag oleg.
- ¿Perdón?
- Un euro, ¡joder! - aerolíneas buen rollo le desea buen viaje.
- Tome.
- No tengo por que cambiar más de diez Euros. - me informa el buen hombre, puesto que yo le he dado cinco.
Me encuentro viejo y me se siento en un asiento libre sin chicle, ja, jo. La aceleración de tres ges no me pilla por sorpresa, logro agarrarme el escroto antes de que la inercia lo aplaste.
- Sócrates - dice una voz de suficiencia - , fue condenado por corromper la moral de los jóvenes, y es que siempre ha habido fascistas jodiendo al personal.
- ¡Vaya!, un profesor alternativo dándole la brasa a su novia. - pienso.
- Pitágoras inventó la escala musical, pero la SGAE quiso cobrales derechos de autor y tuvo que emigrar a San Petersburgo.
Me giro discretamente, el susodicho esta justo detrás de mi, por lo que no logro verle, y a su lado hay una señora de sesenta años que con cara de circunstancias mira por la ventanilla con cara de rezar el rosario. Vamos, que el tío está hablando solo.
“ Próxima parada: Avenida del Puerto”, anuncia en Suajili una voz pregrabada.
- Avenida del puerto - comenta con acento docto el ilustre pasajero que está a mi espalda - , aquí vivían unas bacterias , las cuales al morir, dieron lugar a los Valencianos. De ahí el nombre de Avenida del muerto que después por una deriva puritana pasó a llamarse del puerto.
El tío sigue desvariando en voz alta mientras el autobús se va llenando de peña.
Una jovencita con tetitas pin, pin, ceñidas por un top amarillo y con un culito enfundado en un pantaloncito corto de color negro pone cara de desprecio y superioridad absoluta. Esta agarrada a una barra con aire cosmopolita y experimentado, ya que lleva una mochilita muy chic. A su lado un matrimonio joven la observa. Bueno, realmente la observa él, su mujer mira con inmenso odio la cara de lelo de su marido.
- ¡Voy a tener una erección !, - grita con fuerza el profesor cafetera.
- ¡La del culo negro me va a provocar una erección!, como las Cariátides o el Partenón, como el Coloso de Rodas o el Erectión. - insiste el cabrón, insiste.
Aunque el personal pone cara de nadie, tanto la ninfa como medio autobús, miran en mi dirección. La voz no sale de mi, sale detrás de mi. Menos mal que el tío sigue largando y pueden comprobar el origen de la sabia diatriba que han escuchado.
- Ya no hay españoles en Valencia - vuelve a tomar el tono didáctico - , por ejemplo, a mi derecha hay dos negros. Pueden ser Nigerianos, Angoleños, Senegaleses, Bantúes, Hutus, Tutsis o incluso Bosquimanos. Detrás de mi están sentados lo que en términos coloquiales llamaríamos Gabachus Gabos, una especie de ornitorrinco francés cruzado con gato persa.
- ¿Hay algún español aquí ? - pregunta a los viajeros - . Nadie contesta - prosigue - ergo yo soy el único. Esa señora gorda con sombrero debe se de Chequia, el conductor es marciano y la damisela que está a mi lado es un espíritu errante, puesto que me ignora por completo. Observen a Doña Angustias como le sujeta el brazo a su marido para que no me parta la cara. Hace bien, no sabe con quién se la están jugando; podrían encontrase con la muerte.
Parece permanecer en silencio, pero noto una respiración a mi derecha, por el rabillo del ojo veo que es el lunático que me mira con fijeza. Y es que siempre me tienen que tocar a mi los raros.
En fin, llegamos al destino, recojo mi orinal de pedir y me bajo en el puerto.
- Una ayuda Damas y Caballeros, una ayuda para ir al Cielo.
Veo a una señorita preciosa de la que me enamoro al instante.
- Señorita, ¿Quiere casarse conmigo? - le digo con máxima educación.
- Tengo prisa - responde con la voz entrecortada. Se ha encandilado con mi persona. De hecho soy muy guapo y me he hecho moldes con chicle para tapar los dientes que me faltan.
Y es que es así como se hacen las cosas. Hay que ir de frente sin asustar al personal, preguntando y pidiendo permiso. Por eso, como la señorita me ha sonreído, lo cual significa “ si quiero “, la seguiré hasta su casa donde viviremos nuestra historia de amor. Olvidare los raros que siempre, siempre me acosan y me caen en gracia.

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