22.5.05

PASA LA VIDA


En la estación de Nuevos Ministerios hay un hombre. El tiene la misión y el deber de encontrar una salida a su situación. Una hipoteca, una mujer, dos hijos, un perro y una suegra. Es un cabeza de familia típico y tópico. ¡Tócate los huevos !que se llama Pérez, ¡tócate los huevos ! que de nombre Juan.
Hace un mes se hizo un seguro de vida que cubre accidentes, pero como es lógico, no suicidios. Si se tira al tren y no parece a propósito, su familia cobrará casi dos millones de euros. La cosa es delicada, su restaurante está al borde de la quiebra y les debe dos meses de salario a sus seis empleados.
Su pobre mujer es profesora en un colegio público, y aunque el sueldo no es malo del todo, se dedica íntegramente al piso, el coche y letras diversas interminables. Su hija Clara, que tiene dieciséis años, es un amor; un amor que gasta lo que no está en los escritos en ropitas, zapatitos y vete a saber qué. Su hijo Juanito, de trece, es un manitas; lamentablemente sólo en le cuarto de baño. La santa suegra, doña Antonia, tiene sus cosas, digamos que tiene sus cosas. Finalmente, hay que contar que el capitán Bum, el perro, es muy bonito. Claro, es muy bonito y muy cagón, y muy meón, y muy peludo, y muy amable ( ¡joder!, sobre todo los días de lluvia que se te sube y se te sube). ¿Qué será de toda esta gente si todo se va al traste?.
A Bum le saca todas las mañanas y noches para que vaya al excusado. Si el señor Pérez faltara ¿quién lo pasearía?. La mujer, Mª Dolores, no tiene otra cosa que hacer, perdón: -”no tengo otra cosa que hacer que sacar a ese bobo con patas” - diría.
A Clarita se le correría el rímel y Juanito lo cambiaría por revistas porno. Más vale que la economía familiar no se vaya abajo y poder encontrar un canguro perruno.
Es curioso, pero Juan Pérez, solitario en la estación, se ríe con nostalgia. Puede que recuerde cuando de recién casados su mujercita y su suegra escogieron piso en Arturo Soria.

- Juan, deja de poner esa cara que pareces tonto. - Madre e hija le miran con la misma expresión, como si fuera un exótico tótem del Perú.
- Mujer, a parte del precio, es que el restaurante está en Torrelodones, y tu colegio en Collado Villalba. Si lo miramos bien...
- No nos avergüences - interrumpe la dulce Mª Dolores - , no nos avergüences delante de esta señorita tan amable que nos está enseñando el inmueble. Mira mamá, aquí la habitación de los niños y aquí, al lado de la nuestra, tu habitación.
Como Juan está fuera de juego, se mete las manos en los bolsillos y se pone, soñador, a mirar por la ventana. Una urraca se posa en el balcón, las otras están viendo la cocina.

En la estación, nuestro amigo ya no está solo, la alegría de la huerta, una sucursal de Don Simón , cosecha del setenta, se le aproxima cantando:
- Elay, elay que tengo hambre, elay, elay que tengo sed, elay elay que tengo todo, todito todo menos mujé.
Juan respira hondo y piensa en la insoportable levedad del pez. Evidentemente, Elay, elay se le acerca tambaleante, baboseante y explendorosante.
- Primo, primo, me dará una ayuda, que tengo tre hijo herfano que no comen.
- Si primo -se rasca el bolsillo y le da un paquete de chicles.
Elay los mira, los coge, se encoge de hombros y se va.

Cuando nació Clarita, en la maternidad no había ser humano con mayor cara de dicha que su padre. Con esas manitas que parecían de juguete, esos ojitos cerrados, como los de papá por la mañana y ese plácido acurrucamiento que Juan perdió el día en que se casó.
- Mira mamá, tiene la misma cara que tu - Juan tiene la impresión de haberse metamorfoseado en un mueble del hospital. Está vez no, esta vez meterá baza.
- Dolores, déjame a mi hija, déjame cogerla. - Súper Papá extiende los brazos y sostiene a su dulce retoño. No pasan tres segundos y un chorrito de pis le recorre la camisa. En condiciones normales, esto no afectaría lo más mínimo al orgullo y amor de ningún padre. El problema es que de forma inconsciente y a juzgar por las sonrisas siniestras de su mujer y suegra, tiene la certeza de encontrarse ante la firma de un triunvirato.
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Elay se ha sentado en el banco de al lado, le hace un brindis con el cartón de vino mientras masca chicle con gran ostentación. Juan le devuelve el saludo. Del metro bajan dos chavales de la edad de Juanito.
- Mi padre es más tonto que tus huevos, chaval. Le he dicho que esta tarde nos íbamos con el colegio de excursión a Salamanca y ha tragado. Ciento cincuenta euros le he sacao.- Comenta la hazaña sin orgullo, simplemente es lo normal.
- ¡Bah!, hijo puta, quien se lo monta bien es Juanito que le dice a su padre que está en una academia de informática y con el dinero nos invita a la cabinas del sex-shop.
Si no fuera por que Madrid es muy grande, la descripción encajaría de lleno con su hijo. No puede ser, puesto que Juanito si aprende informática. O por lo menos se pasa mucho tiempo en el ordenador, con el internet ese. Suele llevarse a la habitación muchos pañuelos de papel, le deben de gustar los culebrones.

Cuando el año pasado llamaron por teléfono diciendo que habían expulsado a Juanito por acosar a una profesora, no se sorprendió, aunque su mujer decía que eso es lo que pasa en los colegios públicos. Ella se conoce muy bien el paño, tenía que haberle hecho caso e inscribirlo en el mismo que los vecinos. Se lió por medio la suegra, los anuncios de la televisión, no se quien que gritaba abajo y en fin; mucho calor. Juanito está ahora en un buen colegio, que ya no puede pagar, pero recibirá esa educación de los que son llamados a formar parte de las élites. Bueno, si llegara a ser un equivalente a jefecillo de redacción del Private, con tres cantos en los dientes se daría Pérez.

Los trenes siguen pasando y Juan no encuentra la forma de hacer que su muerte parezca accidental. La verdad es que debe hacer daño, además si algo sale mal puede perder las piernas. Es tarde, su familia le estará esperando: su mujer, Clarita, Juanito, el perro y la suegra. Es curioso, pero si repasa su vida y pone en un lado las preocupaciones, las responsabilidades y las posibilidades de futuro, se da cuenta de que muerto no va a mejorar en ningún aspecto. Saca su cartera, donde tiene la documentación, y la tira a la papelera. Si, en el fondo no va a dejar de suicidarse, pero a su manera. Bueno , puede que a la manera de otro y viviendo, que también es morir un poquito:
- Elay, elay que no tengo suegra, elay elay que no tengo fe, elay elay que no tengo nada, ni mujé ni perro ni me tiro al tren.
- Toma un chicle primo. - le contesta Elay.

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